—Apolo. —Lo llamo mientras mantiene su paso rápido. El paso rápido para alguien que mide dos metros de alto, equivale a correr para mí que apenas sobrepaso el metro sesenta. —No pienso repetir una vez más tu nombre.
En cuanto las palabras salen de mi boca, su cuerpo frena en seco haciendo que un pequeño río de sangre caiga de sus nudillos y manche el suelo. Sus hombros están en completa tensión y ahora mismo lo único que se escucha es su respiración alterada. Alterada porque él lo quiere así, claro está. Nada hubiera pasado si nunca se hubiera atrevido a cruzar la linea.
—¿Qué quieres? —Dice en voz baja con desesperación. Acorto la distancia que entre los dos hasta que quedo a tan solo unos centímetros de su espalda.
—¿Qué que quiero? ¿Es en serio? —Me sitúo delante de él y veo como su expresión cambia al ver el enfado que refleja mi cara. —Me quedo a dormir en tu habitación y cuando me levanto no estás. Luego, me ignoras durante toda la puta semana y encima haces un numerito absurdo porque me quedo hablando con Eric en la cocina.
—Ese hijo de puta ruso sólo es un peón más de tu padre. —La mano le sangra muchísimo y pienso en ir a por un botiquín. —Está manipulándote y jugando con tus sentimientos.
¿Jugando con mis sentimientos? Si tan sólo le conozco de unas semanas, por favor. Soy una persona fría que no se encariña con la gente por el motivo que tengo ante mis ojos. Te traicionan.
—Él al menos no me ignora cuando me hace falta o se acuesta con otras a mis espaldas.
Pone cara de no-sé-de-que-me-hablas pero eso conmigo no funciona. He visto las pruebas y ha pasado de mí toda la semana, no necesito más motivos para ignorarlo y olvidarlo.
—Me abro a ti y lo único que haces es humillarme. —Recalco subiendo el tono de voz.
Él a pesar de la precaria situación en la que se encuentra comienza a reírse. En mi cara, de mí.
—Ah claro. Que idiota he sido al pensar que era porque te importaba. —Responde con un sarcasmo afilado y llevo la mano a su bolsillo delantero de donde saca un cigarro. —Al final todo se resume a tu estúpido orgullo. Lo único que haces es moverte de forma que tu orgullo no quede herido.
¿Qué mi orgullo no quede herido?
—¿Piensas que todo esto es cuestión de orgullo? —Ahora la que se ríe soy yo al ver la tontería tan grande que acaba de decir. —Si hiciera todo lo posible para que mi orgullo no se viera perjudicado como tu dices, no estaría hablando con un guardia huérfano que no tiene nada excepto lo que ha ganado de mi padre.
—¿Un guardia huérfano que no tiene nada? ¿Es eso lo que piensas realmente de mí?
«Claro que no. Si pensara eso no hubiera salido corriendo de la cocina para arreglarlo contigo»
—Sí.
No sé porqué mierda acabo de contestar eso cuando quería decir otra cosa, pero ya no hay marcha atrás. Mi orgullo no me permite disculparme o retirar las palabras hirientes que acabo de decir cuando él todavía no se ha dignado a ofrecerme una explicación por su distanciamiento.
El cigarrillo que ya está a punto de llegar hasta el filtro es absorbido una vez más antes de ser tirado. Su dueño expulsa el humo a mi cara haciendo que me entren unas terribles ganas de toser, pero me mantengo. Tiene cara de póker como si nada de lo que he dicho le afectara, pero puedo ver en sus ojos la lucha interna que tiene.
—Entonces veo que ya no queda más que hablar. —Susurra con un tono de voz que deja entre ver lo enfadado y decepcionado que está conmigo. —Aunque reconozco que el fallo ha sido mío. Me equivoqué y llegué a pensar que eras una persona diferente a lo que la gente hablaba, pero no, eres exactamente igual que Adelaide.
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Lo prohibido en la mafia
AcciónEn el momento en el que la bomba estalla, Dafne Bianco se encuentra bebiendo champán, discutiendo sobre memeces y pensando en lo genial que se ve con su vestido de alta costura. Cuando la adrenalina desaparece, su prometido está muerto, su cumpleaño...