07 | Engaño.

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Carraspea y noto su inseguridad.

—Barbara sé que estás pensado en mentirnos pero si realmente quieres obtener el perdón de tu hija, éste es el momento. Esta es tu última oportunidad.

Después de pensárselo durante apenas unos segundos, comienza. —El día antes de la fies... Fiesta me peleé con Paolo. —Está muy débil y creo que en cualquier momento se va a morir. Martina como si pensara lo mismo que yo, busca mi mano. —Querían casar a mi niña con tu primo, Dafne. Un Bianco. ¿Sabes la humillación qué es eso para un Esposito? Paolo estaba entusiasmado. Quería un gran imperio que fuera exclusivo de los Colombi y Bianco. Tú también formabas parte del plan y si... Sigues siendo.

Una terrible tos la interrumpe y veo la triste realidad. Nunca va a salir de esta habitación. Lo único que hace aquí es sufrir. Por un momento pienso en desconectarla, pero no es una decisión que a mi me concierne sino a Martina y ella, no parece querer hacerlo. Tras varios segundos de silencio, la máquina que marca el ritmo cardíaco comienza a pitar de forma descontrolada. Y aunque suene egoísta, necesito la información. Los médicos no van a tardar más de cinco minutos.

—¿Qué planes tienen para mí, Barbara? —la cojo del brazo y comienzo a golpearle la cara. Se está durmiendo y lo necesito saber.

—Dafne, déjala. —Suplica Martina a mi derecha.

—Barbara necesito saberlo, por favor.

Intenta decirnos algo, pero no llega a ser nada coherente. Me acerco a la maquina y comienzo a toquetearla, pero está bloqueada. No es una máquina normal, pero no logro identificarla.

—Te... Tenéis que ir... —susurra mientras empiezo arrancarle las vías. Quizás si me la llevo a casa, se recupere. —Paolo asesi...

Martina se planta ante mí y por primera vez, me coge de los hombros y me zarandea. —¿No comprendes que nos tenemos que ir? Ya es tarde Dafne. Mírala. —Está apunto de entrar en un ataque de ansiedad y la puerta del ascensor suena avisándonos de que los médicos están en camino. —Se está muriendo.

—Martina, despídete de ella mientras yo vuelvo.

Abandono la habitación y salgo al descubierto. El pasillo está en absoluto silencio si no fuera por el pitido tan alto que produce la máquina. No quiero que nadie sepa que hemos estado aquí, pero eso es difícil si tenemos en cuenta de que nos encontramos en la propiedad de un Colombi y encima, vienen bastantes médicos.

Todas las puertas están cerradas a cal y canto aparte de que la única salida es coger el ascensor, lo que significaría abandonar el edificio por la puerta grande. Miro por la ventana para calcular la caída, cuando escucho el derrape de un coche aparcar en la puerta. Un coche de mi padre. ¿Cómo diablos sabe que estoy aquí? Mi pregunta es resuelta cuando un moreno sale del coche cerrando la puerta con mucha más fuerza de la necesaria y se dirige a su moto. Parece que se ha dado cuenta de que le he cogido la moto.

Pero todo esto, trae un problema consigo. ¿Cómo vamos a volver nosotras a casa? En un intento desesperado porque me escuche, abro la ventana y tiro una de las macetas que se encuentran en el pasillo. Eso llama su atención y comienzo a mover las manos como si de una loca me tratase. Al final, por fin entiende que necesito que suba. Podría servir para distraer a los doctores.

—Alto el juego, Bianco. —Murmura una voz a mis espaldas. —Coloca las manos sobre tu cabeza y ni se te ocurra hacerme algún truco.

Un doctor de unos cuarenta y tantos años me amenaza con una pistola. Para colmo, me he dejado el revólver en la habitación de la limpieza y mi padre se va a enterar de lo que estoy haciendo. Investigar por mi cuenta.

Lo prohibido en la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora