Cuando se ve de lejos mi casa y Apolo comienza a bajar la velocidad, saco el móvil y le mando un mensaje a Martina avisándole de que se lleve mi moto. Seguramente se preguntará como he llegado a mi casa, pero eso es algo que no tengo ganas de desvelar o al menos por ahora. Además tengo asuntos más importantes que atender como por ejemplo, el tiroteo de mi cumpleaños, los supervivientes de los Russo y que es lo que están tramando mis padres a mis espaldas. Pero la persona que se encuentra delante mía me desconcentra. El viento lo único que hace es traerme el olor a colonia que huele malditamente bien y tengo acceso directo a mirar su musculada espalda tantas veces como quiera. Con el ajetreo y la confusión, se le ha olvidado colocarse al menos una camiseta.
Hay atracción por parte de los dos y que sea el guardia favorito de mi padre, sólo hace que me guste más. Pero de momento, eso también tendrá que esperar.
La moto para de forma repentina y Apolo coloca las mano alrededor de mi cintura para ponerme en el suelo. Que estemos en paz y sepa su verdadera identidad, no significa que me tenga que tratar como si fuera de la cristal. Coloco las manos sobre las suyas, de forma que las empuje para alejarlas y me bajo de la moto ignorando el dolor de mi costilla derecha. Parece que al final, el puñetazo no me lo había dado en el estómago.
-Deberías dejar que te lo mirara. -Dice refiriéndose a mi costado mientras toca sus manos de forma nerviosa. -No entiendo que me ha pasado para pegarte porque aparte de que eres la hija de mi jefe, nunca te haría daño D...
-Dafne -Termino por él. Una triste sonrisa se extiende por su cara y repite con lentitud mi nombre. No sé si sentirme molesta por el hecho de que ni siquiera se sepa mi nombre. Desde luego, no le podías decir a una chica que nunca le harías daño y no acordarse de su nombre.
-Bueno, pues Dafne, lo siento. No debería haberme comportado de esa forma. Supongo que simplemente se me fue.
Asiento con un frío movimiento de cabeza y un silencio incomodo se extiende entre ambos. Me siento bastante estúpida porque no comprendo que es lo que hay en él para que me haya llamado la atención. Es igual de mujeriego e idiota que todos los demás chicos de mi edad. Además ya mismo estaré comprometida ¿Así que para que complicarme tanto? Probablemente dentro de unos meses, ni siquiera viva en mi casa.
El sonido de mi móvil interrumpe la tensión que se acaba de crear. Es Martina avisándome de que la enfermera le ha comunicado que su madre ya se ha despertado y que le gustaría verla. Sé que esa es su forma de pedirme que la acompañe y quedo con ella en media hora. Supongo que la querrá ver cuanto antes.
Entro rápido a la casa para cambiarme la ropa por una más presentable para ir al hospital y cuando termino, me llego a la parte donde vive el servicio. Necesito ir a la lavandería a por mis cosas. Si hoy las cosas se hubieran puesto feas, no hubiera tenido nada con lo que defenderme. Apolo, a mi espalda, sigue mi camino hasta que se mete en una pequeña habitación con el número 616, el cual supongo que será su cuarto. El número del demonio, para alguien que tiene nombre de Dios. Que irónico. Seguro que es obra de mi querido padre.
- ¿Qué parte de no me gusta que vayas a carreras ilegales no has comprendido? -Dice una voz a mi derecha mientras me agarra con mucha fuerza el brazo. Tres moratones nuevos a la colección. Como si tuviera poco con el de las costillas. -Supongo que si vuelves a estar en fregados así, es que has tomado la decisión de participar en nuestro humilde negocio. Cosa de la que me alegro.
Si hubiera sabido que tendría que escuchar a mi padre nada más entrar por la puerta, habría elegido sin dudar quedarme en las peleas y que la policía me arrestara. Hubiera sido más entretenido.
-No sé a que viene tanta resistencia a hacer un pequeño trabajo sin ningún tipo de peligro y encima haces lo que a ti te gusta; seducir. -El odio que desprenden sus palabras se hace más notable cuando Apolo sale de nuevo al pasillo. Desde que ha llegado, no ha parado de interrumpir nuestros momentos padre e hija. -El plano del casino está en tu escritorio y el uniforme junto a las instrucciones también.
Odio que Apolo tenga que estar delante de todas mis conversaciones con mi padre, pero desde luego odio más el hecho de que me mire con lástima. ¿Qué pasa que nunca ha visto una familia desestructurada? Lo fulmino con la mirada y dejo plantados a ambos en el pasillo. Primero debo reunirme con Martina en el hospital.
Se me ha olvidado coger de nuevo l revólver, pero por suerte guardo unos cuantos cuchillos en mi habitación. Subo de nuevo y bajo rápido al garaje. Una vez allí, recuerdo como he llegado. No tengo mi moto y no pienso pedirle las llaves de algo a mi padre, así que hago lo que toda persona haría en mi situación. Hacerle un puente a la maravillosa moto que me había traído.
Cuando llego al hospital, Martina ya está en la puerta moviéndose de un lado para otro y mordiéndose las uñas como una niña pequeña. Creo que debería aprender a esconder mejor sus emociones.
-La enfermera me ha dicho que no avise a nadie de que está despierta, porque si no el médico entrara.
Juntas nos adentramos en la consulta. No quiero agobiar a mi mejor amiga, pero yo estoy estudiando la carrera de medicina y sinceramente, una vez que has salido del coma no tienen porqué dormirte de nuevo. A no ser que guardes información de vital importancia y quieran eliminarte.
¿Y si resulta que...?
Mi hipótesis se ve interrumpida cuando Martina comienza a llorar al ver a su madre entubada. -Mamá, pensé... Pensé que no lo contarías.
Barbara como siempre, intenta mantener su figura de mujer dura a la que nada le afecta pero sé que le ha gustado que Martina la visite. Me gustaría pensar que es porque la quiere muchísimo, pero esa no es la verdad. Sólo se alegra, porque sabe que si le pide ayuda a su hija, ella va a aceptar. La relación madre e hija de las Esposito siempre ha sido muy tóxica.
-Tonterías cariño, soy una Esposito ¿Qué esperabas? -Martina sonríe a la vez que sorbe los mocos y se seca las lágrimas. Me entran ganas de abrazarla, pero se que está fuera de lugar. En cambio, miro a Bárbara e interrumpo el emotivo reencuentro. Espero que Martina no me odie por ello.
-Supongo que está muy bien fingir de vez en cuando que tu hija te importa, pero venimos a por otra cosa. -Martina me mira sorprendida, pero no le dejo que hable. -Queremos la información, Barbara. Estás en los laboratorios Colombi y si has llegado hasta aquí, es porque la enfermera te debe algún favor muy grande ¿Me equivoco?
Su expresión me lo confirma y antes de que Bárbara comience, tomamos asiento.
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Lo prohibido en la mafia
Hành độngEn el momento en el que la bomba estalla, Dafne Bianco se encuentra bebiendo champán, discutiendo sobre memeces y pensando en lo genial que se ve con su vestido de alta costura. Cuando la adrenalina desaparece, su prometido está muerto, su cumpleaño...