40.1 | Disculpas.

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—Vamos cariño, ha llegado la hora de despertarse.

Mi madre entra en la habitación sin hacer mucho ruido, susurrando en voz baja para no despertarme de golpe. Abre la puerta con delicadeza, indica que nadie entre hasta que esté despierta del todo y se introduce en mi cuarto con la gracia de una señorita experta. Sigue en camisón, cubierta por una fina y cara bata de seda y conjuntada con unos cómodos zapatos de estar por casa. Y aún así, sigue tan elegante como siempre.

Me pregunto si no se cansará de mantener siempre la misma fachada.

Con mucho de sueño —pues intuyo que tienen que ser sobre las siete de la mañana—, me doy la vuelta hacia el lado más oscuro de la habitación y la ignoro, deseando que se de cuenta de que no quiero nada de esto y cancele la boda. Aunque claro, sería una situación surrealista, ya que ha sido ella misma la que se ha encargado de organizar todo el evento que supone la unión de los dos imperios más grandes que existen actualmente. Los Bianco y los Ivanok.

Permanezco en silencio, hasta que ella termina acercándose lentamente a la orilla de mi cama. Puedo notar como intenta tomar sitio a mi lado, aunque sin terminar de invadir todo mi espacio personal. Un gran detalle de su parte a decir verdad. No obstante, creo que es demasiado tarde para conseguir algo de mí. Nunca obtendrá mi aprobación sobre lo que ocurrirá hoy.

—Debemos de comenzar con la prueba del vestido —dice cariñosamente, omitiendo el hecho de que en realidad los arreglos no están terminados por mi culpa—. La modista y los demás ya están aquí.

Asiento fríamente, mientras observo como me mira con una sonrisa cálida. Sus ojos transmiten alegría, como si estuviera ciega y no fuera capaz de notar el mal al que me está sometiendo. Luce orgullosa y contenta con su decisión. Tanto, que me entran ganas de levantar la mano y pegarle una torta en esa piel etérea que no parece real. Supongo que así al menos se le borraría esa estúpida sonrisa de la cara. No me está haciendo ningún favor, sino que me está obligando a hacer algo en contra de mi voluntad. Sin embargo, no sé hasta que punto puedo culparla por todas las cosas que me han ido sucediendo en mi vida. Durante todos estos años, me ha acogido como una verdadera hija. Me ha ofrecido todo aquello que Milo siempre me ha negado. Me ha proporcionado amor, una casa y un montón de lujos inútiles que nunca me hicieron fatal.

No obstante, el distanciamiento lo provocó ella cuando cumplí los dieciocho. Recuerdo como Apolo me contó anoche que intentó venderme a un fiscal incluso en el mismo día de mi cumpleaños. Y aunque es cierto que ella nunca había participado —o al menos que se tenga constancia— en la matanza de mi familia, estaba junto a Milo por aquellos años. Fue cómplice de aquella locura.

Y sigue siendo víctima de los trapicheos de Milo trece años después. No hay ni un atisbo de duda o inseguridad en sus actos. Sigue convencida que este casamiento me aportará muchísimas cosas. Sin embargo, no sé hasta que punto es totalmente ignorante de la relación con mi prometido. Siendo honesta todos los maltratos por parte de Eric se producen cuando ninguno de mis progenitores están delante. Siempre en lugares inesperados cuando está rodeado de sus guardias. No obstante, es fácil intuirlo. Tiene una reputación que lo precede, un brillo macabro que siempre reluce en los ojos verdes que tiene y una expresión de agresividad que lo acompaña a todos lados. Es imposible sostenerle la mirada y no ser consciente de que no es un hombre normal. Desgraciadamente, mi madre parece que prefiere ignorar la realidad y crearse una burbuja donde todo sale fantástico. Incluso si eso significa casarme con un hombre cuya moral es muy cuestionable.

Finalmente termina rindiéndose ante mi pasividad y se levanta, derecha hacia el gran ventanal que conforma la habitación. Con cuidado, retira la gran cortina que me separa de la luz solar, deslumbrándome completamente por segundos. Supongo que se acabó el dormir. Mientras me tomo mi tiempo para levantarme, sale al pasillo para comenzar a dar órdenes en voz baja a las empleadas.

Lo prohibido en la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora