30 | Sorpresas.

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No sé en que estaba pensando cuando decidí venir a la casa de los Costa.

Después de que terminara de contarle todas mis penas a Martina, me arrastró al salón donde me obligó a comerme media tarrina de helado de chocolate y ver películas como Titanic, Tres metros sobre el cielo y más cursiladas empalagosas a lo que apuesto lo que sea que nadie en su sano juicio las hubiera visto seguidas. Fueron cinco horas de terrible sufrimiento.

Aunque claro, la cosa no terminó ahí para nada. De nuevo, me obligó a repetirle la historia de principio a fin y a admitir que estaba enamorada de aquel guardia molesto de ojos azules. Tras esto, comenzó a gritar algo que sonaba como "shippear" y debido al dolor de cabeza que me estaba dando, terminó con un chichón en la cabeza. Digamos que la delicadeza, no era lo mío.

También estaba el detalle de que teníamos una infiltrada. Por alguna razón desconocida del destino no nos cruzamos a Diego, pero sí que tuve que ver a Greta, la cual se encontraba "leyendo" en un sillón. No dije nada porque no quería que comenzara con su númerito de siempre, pero desde la última advertencia que me gritó, todo se puso demasiado raro. Así que allí me encontraba yo en el salón quejándome de mi vida amorosa, mientras ella escuchaba como una chismosa de pueblo y con una sonrisa en boca. Al menos, tuvo la decencia de permanecer en silencio sin lazar ningún comentario sarcástico. No estaba muy segura de cómo hubiera reaccionado en ese caso.

Y ahora, estoy tumbada en la cama del cuarto de Martina, mientras ella decide que ponerse para ir a una cita con Mario. Al parecer, quieren ir poco a poco sin importarles el hecho de que se conocen desde hace ya unos cinco o seis años, lo han hechos más veces de las que se puede contar y tienen demasiada confianza.

El móvil suena interrumpiendo nuestro dilema de vestido corto y pegado o vestido largo y suelto y con molestia lo desbloqueo para encontrarme con el mensaje de una de las personas a las que más odio en estos instantes. Eric Ivanoks.

"Siento todo lo que ha pasado y no quiero que nos casemos enfadados. Por favor, reúnete conmigo en los jardines de tu casa. Necesito tu perdón y entregarte una cosa. Sí, está relacionada con las fotos de aquel álbum.

Con cariño, tu ruso."

Mi primera reacción es reírme fuertemente por ser tan idiota de pensar que voy a reunirme con él pero la segunda, es incorporarme sobre la cama y pensar fríamente en ir allí. Soy mucho mejor luchadora que él y si me da una buena razón para matarlo...

—¿Qué es lo que ocurre? —pregunta Martina tirándose a la cama de cualquier manera. Le paso el móvil y dejo que lo ojee mientras lanza palabrotas al aire sin demasiado sentido.

Como iba diciendo, si él me da una buena razón para matarlo, lo haré. Tendré la conciencia tranquila porque lo habré hecho en defensa propia y todo el mundo contento. Excepto con el pequeño detalle de que si él muere mi video se hará público y conozco a muchísima gente que tendría el suficiente dinero e interés para gastarse una pasta gansa en él.

—Quita esa cara ahora mismo. —Martina pasa las manos por mi cara captando mi atención—. No vas a ir a ningún lado. ¿Después de todo lo que te ha hecho? Es una trampa, Dafne y lo sabes.

—O no. —suspiro mientras sigo pensando en todo—. Ni tú ni yo sabemos que es lo que se trae entre manos esta vez. Quizás sí que tiene la información de los Russo y quieras o no, tengo que encontrarlos por mi madre. No quiero perderla a ella también, es lo único que me queda.

—Sabes que eso es mentira. —Contesta cruzando las piernas como un indio—. Me tienes a mí, tienes a Mario y también tienes a Anastasia, junto a Apolo y a Luce.

Lo prohibido en la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora