Pocas veces he tenido tantas ganas de besar a alguien. Introduzco la lengua en su boca y llevo mis manos a su pelo. Sus manos se entrelazan a mi cintura y me empuja hacia él, haciendo que nuestros se encuentren lo máximo pegados posible. Me siento como si estuviera en una montaña rusa. Noto un cosquilleo intenso en la parte del estómago y aumento la intensidad del beso.
De repente, me aparta de su cuerpo dejándome confundida. Tiene el pelo revuelto y la respiración acelerada, pero lo que más me choca es el gesto de dolor que hay en su cara. No entiendo nada.
—No... No podemos hacer esto Dafne. —se acomoda en la cama y susurra junto mi oído, provocando que mi corazón se acelere. —No está bien. De hecho, está fatal.
—¿Trabajas para un asesino y dices que no está bien besarte con una tía? —No entiendo nada de lo que está haciendo. Él me ha devuelto el beso y ha sido el que me ha invitado a dormir aquí. ¿Por qué son tan difíciles los hombres? —¿Sabes que lo que has dicho es una gilipollez como mi casa de grande, verdad?
—Vamos a limitarnos a dormir y mañana, veremos lo que hacemos.
«Vimis i limitirnis i dirmir y miñini virimis li qui hicimis»
Doy la vuelta en la cama quedando hacia la otra parte y arrastro todas las sábanas conmigo. ¿Será porque no le ha gustado algo de lo que he dicho? No encuentro otro motivo para que se comporte como un capullo. Desde luego, es impredecible como él sólo. Nunca me había encontrado con alguien como él.
—Buenas noches, Dafne.
—Buenas noches, capullo. —Respondo ignorando como su respiración acaricia mi espalda.
Noto como pasa un brazo por mi cintura y me pega más a él. —¿Te he dicho lo mucho que me pones cuando te enfadas? —Su pecho vibra de la risa que intenta contener, aunque a mí no me hace tanta gracia.
Había olvidado lo gilipollas que pueden llegar a ser los hombres.
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La noche pasa demasiado rápida, aunque hay que tener en cuenta de que cuando por fin pude cerrar los ojos, eran más de las siete de la mañana. Por primera vez en mi vida, la suerte está de mi parte y cuento con un día entero para mí. Apolo tiene el día libre y no tiene que ir a ningún lado, mis padres han decidido enseñarle la ciudad junto a Adelaide y al ruso y el guardia que se encarga de mi vigilancia durante todo el día, me debe unos cuantos favores. Pocas veces me he sentido tan afortunada como hoy.
Después de asegurarme de haber recuperado las horas de sueño, decido abrir los ojos y concederme unos cuantos caprichos. Apolo no está por la habitación, así que supongo que ha salido a algún lado. El reloj marca las seis de la tarde y no tengo que hacer nada ni complacer a nadie.
Me enfundo el body que hay tirado en un rincón de la habitación e intento arreglar el desastre que es mi pelo. Al final, me rindo y lo termino recogiendo en un moño alto. Necesito la magia de las planchas para sacar algo provechoso de ahí.
—¿Has visto a Apolo? —le pregunto a Luce en las escaleras. —No lo veo desde esta mañana.
—No lo sé, señorita Bianco. Usted pasó toda la noche con él ¿no? Debería saberlo.
En tono con el que lo dice hace que la mire impresionada. Nunca me hubiera esperado una reacción de estas características por su parte. Hay un desprecio que antes no estaba ahí y me molesta. No porque yo sea su jefa y me deba respeto, si no por el hecho de que la consideraba mi amiga. Siempre ha estado ahí para cuando me ha hecho falta y yo me he asegurado de devolverle esos favores con creces.
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Lo prohibido en la mafia
ActionEn el momento en el que la bomba estalla, Dafne Bianco se encuentra bebiendo champán, discutiendo sobre memeces y pensando en lo genial que se ve con su vestido de alta costura. Cuando la adrenalina desaparece, su prometido está muerto, su cumpleaño...