24 | Reproches.

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Damian's POV.

—No se merecía lo que le ha pasado. —Repite Lucy entre lágrimas—. Ella siempre había sido una buena persona.

Está con su cabeza apoyada en mi hombro y devastada por haber perdido a su madre con tan sólo diecisiete años. Yo —que nunca se me ha dado bien consolar a nadie— voy trazando suaves círculos en su mano y susurrándole cosas al oído para tranquilizarla, aunque en el fondo sé que me gustaría estar en la misma posición con otra persona. Y no es que no me sienta mal por pensar lo que estoy pensando, pero es algo que no puedo controlar. Yo también perdí a mis padres cuando era muy joven y me vi en la calle sin ningún tipo de ayuda. Tras varios meses viviendo en un orfanato, presencié un asesinato y esos mismos hombres que le arrebataron la vida a un hombre mayor, se la dieron a un huérfano de nueve años. Así que, no hay nadie mejor que yo para que sepa por lo que está pasando.

Sólo por eso, siento que debo estar con ella unas cuantas semanas más hasta que se recupere. Se lo debo después de haberme estado comportándome como un verdadero capullo éstas dos últimas semanas. Me estoy aprovechando de lo que siente para olvidarla y no es algo de lo que presumir. Además, tampoco me gusta besar a Lucy delante de Dafne. No es justo para ninguna de las dos y las cosas se pueden malinterpretar. Sólo la he besado porque la he visto muy mal y no quería que tuviera que preocuparse también por lo que a mí me pasaba en el caso de que me hubiera apartado.

—Si ella se parece sólo un poco a ti, seguro que lo era. —Le consuelo con una triste sonrisa.

En respuesta, se acerca aún más a mí y el llanto vuelve a resurgir con muchas más fuerzas. Superar la muerte de una madre siempre es duro y la mayoría de veces, no se hace. Sólo aprendes a vivir con ese vacío que hay en tu interior. Al cabo de unos minutos, noto como se va relajando hasta que queda dormida y le coloco mi chaqueta por los hombros, dejándola recostada en el suelo lo mejor posible.

Hoy ha sido un día demasiado duro para todos. Hemos perdido personal, dinero y sobretodo, hemos perdido a personas queridas, pero así es la mafia. Casilda sabía desde el primer momento en lo que se estaba metiendo cuando decidió trabajar para Milo. Apostó y la jugada no le salió bien después de todo. 

Inconscientemente, mi vista se pasea por la habitación hasta llegar al único punto de la habitación donde hay personas riéndose. A parte de ser una total falta de respeto hacia los muertos y las personas afectadas, hay que tener poca empatía para estar tonteando y haciendo ese tipo de cosas delante de los presentes. En otras palabras, es algo que me toca bastante los cojones.

Cruzo la sala para darme una ducha y largarme al gimnasio para despejarme un rato cuando una voz rusa hace que me quede paralizado.

—Dafne Bianco, ¿me concederías el honor de ser mi esposa?

No sé que en que momento me doy la vuelta, pero sin comerlo ni beberlo me encuentro ante ellos presenciando semejante escena. El cabrón de Eric está de rodillas​ en el suelo con el pedrusco más grande que he visto en toda mi vida, esperando a que Dafne conteste mientras yo estoy matándolo lentamente con la mirada. De repente unas ganas inmensas de cruzar la sala y partirle la cara me invaden, pero más me cabreo cuando observo la cara de Dafne. Porque esa es la cara que ponía conmigo antes, la cara que puso el día de la misión y el día discoteca.

Flashback

—¿Damian? Es un gusto conocerle —coloca su mano sobre la mía y la aprieto, suplicándole a lo que sea, que me permita solo unos segundos más de su compañía—. He oído hablar mucho de usted.

No sé que es lo que me impulsa a besarla otra vez, si es porque comienza a hablarme de usted o porque se queda junto a mi bailando o simplemente, porque me estoy enamorando. Aunque una cosa es segura, no le volveré a fallar nunca más.

Lo prohibido en la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora