41 | Te quiero.

2K 122 12
                                    

La entrada en el restaurante —que termina celebrándose en el del hotel— se me hace eterna. No sólo porque tenemos que volver a hacer otra ronda de fotografías y preguntas, sino porque además debo de guardarme las ganas de ahogarlo y sonreír como si este fuera el mejor día de mi vida. Como si la presencia de Eric fuera un milagro y no un tremendo castigo.

Suspiro, me agarro fuerte a su brazo (asegurándome de que le dejo al menos la marca) y juntos nos adentramos en el sofocante mundo de los paparazzi. Eric apenas deja que abra la boca, quizás por miedo a que hable más de la cuenta y la termine cagando. Con una carismática sonrisa, vende al público la fantástica historia de como nos conocimos en la playa, nuestros planes de luna de miel en el caribe o como nos morimos de ganas de ir a Rusia y comenzar pronto una familia.

Unas terribles ansias invaden mi cuerpo al escuchar lo último.

Sin embargo me concentro en mantener la sonrisa en mi rostro y no dejarme llevar por la situación, aunque todo mi cuerpo chille que salga corriendo de la locura en la que vivo. 

Cuando por fin parece que la atmósfera se está relajando un poco, nuestro chófer aparece en escena y con mucho gusto nos introducimos en el vehículo. Se ve que mi padre se ha molestado muchísimo en convencer a la gente de que será la boda del año, no sólo ya por los lujos utilizados, sino por las medidas que toma. Hay un montón de personas, cámaras y seguridad por todas partes. Los juzgados están repletos de guardias (muchos más que de costumbre) y coches con las ventanas tintadas. Me pregunto si en realidad tanta seguridad no es por lo que pueda pasar sino por las decisiones que yo pueda tomar. Me obligo a pensar en otra cosa y no obsesionarme demasiado con el hecho de que quizás hoy sí que hubiera sido un día indicado para escapar lejos de aquí.

Como el plan no salga bien y me vea obligada a viajar hacia Rusia, creo que me moriré. Y no estoy utilizando ningún tipo de metáfora u expresión. No creo que pueda vivir en un sitio tan frío y alejado de lo que realmente yo amo.

Esta vez el trayecto que cogemos es el más rápido porque supongo que da igual lo que haga. Oficialmente estoy casada, por lo que si me escapo o me muero o cualquier tipo de idiotez que haga, dará lo mismo. Eric se quedará con toda mi parte y honestamente, de buena gana. Aunque no es como si fuera a darle semejante gusto.

No es muy pesado, cosa que agradezco. Me encuentro bastante nerviosa tras todo lo que acaba de suceder. Me acomodo todo lo alejada de él que me es posible y sorprendentemente, toma lugar en la otra punta, sin incomodarme ni molestarme. Supongo que por primera vez en su vida ha decidido ser empático y no marchacarme en un día como este.

Aunque no negaré que todo lo que está pasando es demasiado extraño.

Los Bianco salen a recibirnos nada más llegar. Violetta va realmente guapa, utilizando un vestido clásico de una marca bastante prestigiosa. Su cabello castaño está mejor peinado que de costumbre (cosa que es verdaderamente difícil) y una gran sonrisa ilumina su cara. Sin embargo es falsa. En ningún momento llega a sus ojos, tal y como le ocurre a Milo. Un frío ceño frunce sus labios haciéndolo lucir menos atractivo que de costumbre. Siendo honesta conmigo misma, Milo nunca ha sido un hombre feo, aunque Violetta lo sabe mejor que yo. Ella ha sido quien ha tenido que aguantar como su marido no ha tenido reparos en tirarse a todas las que le apetecían, por mucho de que él insistiera que eran imaginaciones suyas. Lo hizo con Casilda, la madre de Luce y a saber con cuantas más.

Milo ni siquiera ha sabido comportarse bien con la única persona que lo quiere.

Y definitivamente, tampoco creo que nadie lo eche de menos después de lo de hoy.

A pesar de ser uno de los máximos lideres en el mundo de la mafia, no tiene muchos aliados. Simplemente consiguió el puesto usurpándolo de los Russo, de los míos. Es por eso que realmente no ha tenido mucha competencia en estos últimos trece años. Con los Russo muertos y los Costa entre la espada y la pared (pues Barbara estaba casada con Paolo), Milo lo tuvo todo relativamente fácil. Sin embargo todos sabemos que conforme el tiempo pasa más influencia pierde. Los Costa vuelven a situarse con Barbara muerta, los Russo afirman no estar muertos del todo y para colmo, su apoyo más fuerte (los Colombi), están desesperados por quitarlo del medio y quedarse con todo. Y Milo, que siempre ha sido un hombre muy inteligente, se está oliendo todo lo que está ocurriendo. De ahí a su fantástica idea de venderme como mercancía para conseguir el apoyo del líder de oriente.

Lo prohibido en la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora