23 | Oportunidad.

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Una vez que me encuentro frente a mi moto, busco las llaves con impaciencia y no es hasta que intento arrancar la moto, cuando siento que tengo todo el cuerpo temblando. Cierro con rabia los puños y elevo la vista al cielo en busca de tranquilizarme. Últimamente me siento como una bomba a punto de explotar y no sé qué hacer al respecto. Siento una gran impotencia por como estoy llevando las cosas y además me siento agobiada y sola. No es ninguna buena combinación.

Una vez que tiemblo menos y he encontrado las llaves, arranco hundiendo el acelerador hasta el final. Aunque duro poco en carretera porque después de que varios coches me piten por triplicar la velocidad permitida y casi me coma el suelo al girar en una curva paro en el primer sitio que veo, un parque.

Ahora mismo estoy muy enfadada, pero no sólo con Greta y Diego, sino con todos los que forman parte de mi vida. Nunca nadie se preocupa por como me pueden afectar las cosas simplemente por el hecho de que no tengo la costumbre de mostrarlo. Me da rabia que por que no muestre mis sentimientos más a menudo o no llore con frecuencia, todo el mundo se crea con el derecho de hacerme daño. Quizás esas personas que no lloran han dejado de hacerlo porque se han cansado. Tal vez se hayan rendido o hayan descubierto que no merece la pena.

Aunque en el fondo sé que me estoy poniendo escusas. Sólo estoy tan enfadada porque siento que no estoy a la altura. Se está escapando algo esencial que está enfrente de mis narices y no soy capaz de verlo. Resulta difícil de creer que soy superdotada después de mis deducciones.

Avanzo por el parque con paso tranquilo hasta que encuentro una zona de césped limpia. Es un sitio bonito y además, dispone de unos grandes jardines. Una vez tumbada, lanzo la chaqueta al suelo imaginándome que son todos los asuntos pendientes que tengo por hacer.

Cierro los ojos y disfruto del silencio que hay a mi alrededor. Probablemente, esta es la única cosa en común que tengo con mi padre. A ninguno de los dos nos gusta estar solos. Cuando estás rodeado por personas, no te da tiempo a pensar en todas las cosas que haces a lo largo del día. Siempre estás distraído. Pero en la soledad, la cosa se complica. Miles de pensamientos negativos te invaden y no puedes hacer nada para detenerlos. Al fin y al cabo, eres tú el quien lo está pensando, aunque sea tu subconsciente. Y ahora lo que se viene es el cansancio de ser incomprendida por todo el mundo, de fingir que puedo con todo lo que estoy viviendo y sobretodo, de seguir manteniendo esperanzas en terceras personas. Me siento más sola que nunca y lo peor, es que es cierto. Nadie va a aparecer en estos instantes a darme el empujón que necesito.

Después de quince minutos pensando en el descontrol que se ha formado en mi vida en tan sólo dos meses, la melodía de llamada suena y me reincorporo para cogerlo. Es la vigésima vez que suena y creo que como me interrumpa de nuevo, voy a tirarlo al lago que hay enfrente. 

—¿Dafne? ¿¡Dónde estás!? —grita mi madre antes de que me haya dado tiempo a descolgar el teléfono. Por el tono que utiliza, parece que tiene un ataque de histeria. —Te he llamado unas quince veces y no has contestado. ¿Tan importante era lo que estabas haciendo?

Pongo en altavoz el móvil y vuelvo a tumbarme, cogiendo algunas hojas y partiéndolas. Parece que no, pero a mí eso me relaja mucho.

—Más importante que hablar contigo sí —Respondo seca. No sé como, pero tanto mi madre como mi padre tienen que estar presentes en los momentos donde más molestan. Es como si tuvieran una habilidad especial—. Tampoco es que te importe mucho. ¿Para qué me quieres?

Unos susurros se oyen a través de la línea y me acerco para escuchar mejor. Es mi madre diciéndole a mi padre que estoy a salvo. Luego, se oyen unos golpes.

—Dafne, esto es muy importante. ¿Te ha pasado algo?

Suspiro con cansancio. —No mamá, estoy ahora mismo en un parque a las afueras de la ciudad. Necesitaba despejarme. ¿Para qué quieres saberlo?

Lo prohibido en la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora