Miro el árbol genealógico buscando algún tipo de dato, pero no hay nada interesante. Una familia mafiosa, específicamente, la más poderosa de toda Italia, con todo un imperio por delante y no demasiado grande. El famoso matrimonio Russo, formado por tres hijos y cuatro nietos.
Me llama la atención que las fechas no vengan, porqué así no puedo avanzar en nada, pero al menos sé que todos murieron el 5 de agosto del 2003. Curiosamente el mismo día de mi cumpleaños. Bueno, o eso pensaba hasta que se produjo un tiroteo en mi cumpleaños por un supuesto Russo. Igual alguno sí que consiguió escapar y nadie lo sabe. De hecho, si es así, me encargaré personalmente de descubrir quién sí a muerto de verdad y quién no. Y nada mejor que ir al cementerio para descubrirlo.
Siento una pequeña punzada en el pecho cuando leo los nombres de los más pequeños. Armando, Marcus, Alessandro y Daniela. Mi familia asaltó su casa y los mató uno por uno cuando simplemente eran niños inocentes sin culpa ni conocimiento de nada. Hay veces en las que me siento culpable de todo lo que hace mi familia, porque yo tengo las manos manchadas de sangre igual que mi padre. Al fin y al cabo, podría impedir muchas de las muertes que causa y, no lo hago. Prefiero quedarme sentada viendo como un viejo creído y rico juega a ser Dios.
El móvil me suena y lo desbloqueo interrumpiendo el rumbo que mis pensamientos han tomado. Muchas veces es mejor vivir y no darle vueltas a nada. Mario acaba de convocar una pelea dónde me asegura llevarme el treinta por ciento de los beneficios y sólo hace eso, cuando está seguro de que le pelea va a ser digna de recordar.
Las peleas se avisan con sólo media hora de antelación para que la policía no nos cierre nada. Movemos miles de euros en minutos y una red policial, no ayudaría nada a los negocios de los que estoy viviendo. Normalmente yo no participo en las peleas clandestinas solo me encargo de las apuestas, pero cuando me aburro o alguien no me trata con el debido respeto, no tengo ningún problema en meterme en el ring para demostrar de donde provengo. Bueno, aunque en las carreras sí que participo en todas. Soy adicta a la velocidad y a la adrenalina.
Me coloco unos pantalones vaqueros cortos y un top de Gucci y salgo con las primeras deportivas que encuentro. Mientras más pija y más rica parezcas, peor te tratarán. Ley de calle. Guardo la libreta y el móvil en el bolsillo trasero y busco el cuchillo y la pistola que siempre llevo encima pero no la encuentro. Tienen que estar en la lavandería junto al vestido de mi cumpleaños y eso está en el edificio de los empleados. Demasiado lejos. Demasiada pereza.
Bajo las escaleras con rapidez para llegar lo más pronto posible al garaje sin encontrarme a nadie que me haga llegar más tarde de lo que voy, cuando unas voces, o mejor dicho gritos, llaman mi atención.
—¡Dijistes de casar a nuestra hija con el fiscal y no me quejé! ¿¡Sabes lo difícil que fue para mí aceptar que la iba a vender a los dieciocho años con un hombre que sólo conocía de tres reuniones!? —Parece que es mi madre la que está gritando por el salón como una loca. Pocas veces he visto a mi madre perdiendo los papeles y mucho menos, pelearse con mi padre. Todo Roma sabe que los Bianco se aman y que no toman ningún tipo de decisión sin consultarlo con el otro. Aunque tras esto, puede que sea otra mentira más.
—Violetta, deja de comportarte como una cría. El trato se basa en una cosa muy sencilla y sabes que lo tienes que cumplir tanto como lo he cumplido yo. La mafia siempre se antepone a nuestra felicidad y eso, no es nada nuevo. —Después de cinco minutos de silencio y varios sollozos, mi padre vuelve a hacer acto de presencia. —Intenta disfrutar lo máximo posible del tiempo que ella esté aquí y luego pensaremos en lo demás.
Enfadaba por la conversación que se está hablando a mis espaldas, me alejo dando fuertes pisotones de la casa donde "me quieren". Al final, todo se resume en asquerosos negocios, sin importar las vidas, la felicidad o la justicia. Todo se resume a poder. Y a dinero.
Me monto en la moto y no puedo evitar que una sonrisa se instale en mi cara al escucharla rugir. Arranco y salgo disparada sin importarme mi seguridad ni la velocidad. Sólo tardo en llegar quince minutos cuando debería haber tardado alrededor de medio hora y cinco en aparcar. Demasiada gente concentrada.
—Dios, esto está petadísimo. Estoy segura de que como nos separemos no vamos a volver a vernos jamás. —Martina como siempre, aparece por detrás de mi espalda abrazándome y sorprendiéndome a la vez. —Mario está dentro esperándonos. ¡Vamos! —Dicho lo dicho, me agarra del brazo y me introduce en la gran masa de gente que hay. La granja mayoría son hombres borrachos y enganchados a cualquier sustancia que los coloque. Totalmente asqueroso.
Mientras buscamos a Mario por los camerinos —si es que se puede llamar así a un módulo roto que en otra vida había sido un servicio público— me cuenta como hoy tenemos un nuevo competidor llamado Olimpo y nuestro habitual luchador Psiperfecto. No se sabe mucho acerca de él, pero en el momento que lo veo cruzar hacia el ring sé que va a ganar. Cuerpo envidiable, unos bíceps muy trabajados y madre mía, esos pantalones que le aprietan la cintura hace de él un adversario digno de ver. Una verdadera pena que lleve una máscara ocultando su verdadero rostro. Algo me dice que es tan sorprendente como lo que se ve a simple vista.
—¿Quieres que te pase un cubo o algo? —Dice Mario mientras me pasa la caja donde se guarda el dinero y un bolígrafo. —Para no manchar el suelo de babas, ya sabes.
Martina me da un codazo al escuchar el ritíntín que llevan sus palabras. ¿Me quiere? No lo sé, nunca lo hemos hablado aunque para Martina parece muy obvio. ¿Le quiero? Nunca lo he visto con otros ojos que no sean los de una amiga, pero si que le tengo que conceder que es un partidazo. Rubio con cuerpo de gimnasio y ojos verdes.
Todo el mundo viene a jugar sus apuestas y dejo todo el trabajo sucio a mi amiga, mientras yo me encargo de inspeccionar todo. Los concursantes ya están colocados en sus respectivos sitios y solo queda que yo me sitúe en el centro para dar inicio a la pelea.
Aviso a Martina para que se quede vigilando unos segundos y entro al ring. —Damas y caballeros, volvemos de vuelta tras un breve descanso de un mes. Las apuestas ya están cerradas y estoy segura de que en breve saldrá el ganador. ¡¡Bienvenidos de nuevo a Clandestine!!
La multitud comienza a gritar y vuelvo a mi libreta. No pasa nada si me salto una regla sin importancia pienso mientras meto mis cien euros en la caja y me apunto en la lista de Olimpo.
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Lo prohibido en la mafia
حركة (أكشن)En el momento en el que la bomba estalla, Dafne Bianco se encuentra bebiendo champán, discutiendo sobre memeces y pensando en lo genial que se ve con su vestido de alta costura. Cuando la adrenalina desaparece, su prometido está muerto, su cumpleaño...