31.1 | Orígenes.

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POV's Dafne

No sé cómo logro mantenerme despierta, pero de alguna forma lo consigo. Aguanto en silencio todos y cada uno de los golpes que Eric me lanza mientras voy contando mentalmente el número de patadas y puñetazos que voy recibiendo. Estoy hecha un ovillo en el suelo sin levantar cabeza porque apenas conservo energía para hacerlo. Me encuentro en estado de shock por todo el daño que estoy recibiendo tanto física como psicológicamente. Cientos de recuerdos vienen a mi memoria sin orden ni control y despertando emociones que en su día llegué a pensar que nunca experimentaría. No sé cómo frenar todo el dolor que siento y lloro sin parar porque no soy capaz de ponerle freno al torrente de sensaciones que me inundan. Estoy frustrada, asustada, enfadada, triste y sobretodo, derrotada. Mi familia se sacrificó para que yo pudiera vivir y aquí estoy, fallándoles una vez más. A punto de morir a manos de un aliado de los Bianco sin haber hecho nada por ellos excepto faltarles el respeto continuamente y condenarlos al olvido.

Muchos momentos se comienzan a reproducirse en mi mente. Imágenes de mi madre, una mujer rubia de brillantes ojos grises que se despedía todos los días con un beso y un abrazo incapaz de permanecer lejos de mí. De mi padre, aquel hombre que era valiente en todos lados y no temía a nada ni a nadie. Lo único que quería era a una hija que hiciera lo que quisiera. Que no fuera educada para convertirse en un monstruo, si no valiente para enfrentarse con cualquiera que le dijera las pocas posibilidades que tenía de realizar su sueño como actriz. Y también de mis abuelos que fingían ser duros pero se veían en problemas cuando trataban de negarle algo a su nieta pequeña... Todas aquellas personas Russo que significaron la razón por la cual me levantaba día tras día con una sonrisa, aparecen de golpe. Tal y como deberían haber hecho hace años.

Pero hay uno en especial que irrumpe con fuerza en mi memoria. Mi primo Alessandro.

Me es imposible de creer que yo misma haya matado a una de las personas que más he querido en mi vida. Recuerdo que lo quería demasiado y que nunca nos separábamos. Hacíamos todo juntos y estábamos tan unidos que éramos incapaces de pasar varios minutos sin la presencia del otro. No quiero ni imaginarme lo duro que ha tenido que ser para él mantenerse cerca sin decirme nada. Yo en su lugar no estoy muy segura de lo que hubiera hecho y sinceramente, no me extraña que entre nosotros hubiera ese mal estar. Estoy segura de que él me odiaba por haber pasado página tan rápido y aceptar el hecho de que Milo me trajera a su casa, pero sé que esté donde esté me odia porque soy una asesina. He participado en matar a mi propia sangre. Tenía razones para advertir a Apolo.

Paso allí tirada bajo el laurel que hace honor a mi nombre, hasta que el cielo se cubre de luto solidarizándose con mi dolor. No se ven ni la luna ni las estrellas y por cada segundo de agonía que pasa, voy pidiéndole a Apolo, el Dios de la verdad, el mismo favor. Que me permita vivir un poco más. Yo no puedo terminar muriéndome en el jardín trasero de los Russo, no así. Sin que la verdad se descubra o sin que yo haga justicia. Al final tras lo que parecen horas, el silencio me envuelve y me dejan sola junto a las convulsiones que mi cuerpo provoca por todo el daño recibido y mi sangre seca sirviendo de alimento a las plantas. Empleo todas las energías que me quedan en recuperar el pinganillo que está varios centímetros separado de mí y decir con dolor la palabra once. Tengo la garganta al rojo vivo a pesar de no haber pronunciado nada.

—Me estoy aburriendo, kotonok —Dice Eric, el cual está sentado observando en silencio mi estado patético.

Giro la cabeza hacia el otro lado intentando evitar que me vea en tal situación, pero finalmente desisto. No tengo fuerzas para hacer nada, aunque al menos he dejado de llorar.

—Deja de llamarme kotonok. —Pronuncio con dificultad. Un hilo de sangre me corre por la cara y apenas puedo ver de lo hinchados que tengo los ojos—. No soy tu gatita ni cualquier mierda de ese estilo.

Lo prohibido en la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora