03 | Sospechas.

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No puedo creer que mi padre haya decidido ponerme un niñero las 24 horas cuando sé de sobra defenderme y encima se llame Apolo. Llevo aprendiendo a pelear y coger todo tipo de armas desde que tengo uso de razón. Estoy segura de que podría tumbarlo en cuestión de segundos, aunque tengo que conservar energías porque me espera una noche larga. Son sólo las doce y tengo que escuchar una conversación, visitar a mi amiga, pedirle que se cuele en la base de datos y reúna información sobre todas las personas que han sido asesinadas. Estoy segura de que si me concentro, podré recordar a la mayoría.

Entro a la habitación cerrándole la puerta en las narices y le mando un mensaje a Martina avisándole de que intentaré llegar a su casa lo más pronto posible. Recibo la respuesta en cuestión de segundos y comienzo a trabajar.

Lo primero que tengo que hacer es quitarme el enorme y precioso vestido que he llevado en esta desastrosa noche. Lo cambio por mi conjunto favorito negro de Dior y lo combino con unos tacones y una cazadora de cuero también negra. Esta noche tengo que llamar la atención tan poco como pueda. Me hago un moño un poco mal hecho y por último retoco el maquillaje añadiendo rímel en los ojos y otra capa roja en los labios. Coloco dos cuchillos en la pernera del pantalón y mi revolver con silenciador que siempre suelo usar en la cinturilla. Ya estoy preparada para cualquier tipo de situación.

Enciendo el ordenador que me costó medio año poder comprarlo y conecto los cascos. Puede parecer que sea la típica hija mimada de papá, pero realmente todo lo que tengo lo he ganado trabajando. No es dinero limpio, pero ninguno de los presentes es un santo. Creo que jugar en carreras ilegales y peleas, es mejor que traficar con prostitutas y drogas. La voz me llega en cuestión de segundos.

-... que lo hayan matado, Paolo. Alguien tenía que saber lo que planeábamos. Todos los Russo están muertos. -Unos golpes y unas risas -Ya lo sé capullo, pero no cuenta como Russo. Lo tengo bajo control.

El móvil vuelve a sonar y lo único que puedo escuchar es "sedar" y "dormida". Están demasiado lejos del micrófono y no puedo hacer nada para remediarlo. Por un momento me siento impotente porque tampoco entiendo que quieren decir con ese "no cuenta como Russo" ni cuál es el secreto plan de mi padre, cuando me he dedicado a escuchar todas y cada de las reuniones que ha tenido. Quizás lo han hablado por móvil o mensajes, intentaré averiguarlo.

Aparto todo tipo de sentimientos y me centro en lo que debo hacer qué es conseguir salir de aquí. Con el tiempo he aprendido que en la mafia tienes que permanecer siempre estoica, como en el póker. Si alguien adivina el siguiente paso que vas a realizar por las expresiones de tu cara, estás totalmente perdido.

Una idea acude a mi mente y no dudo ni un momento en hacerla, aunque esto signifique el fin de guardar cloroformo en mi cuarto.

Me introduzco en el cuarto de baño y me coloco el albornoz de Mario que al ser varias tallas más grande que la mía, me cubre completamente. En la manga, guardo un tablón de madera y saco el tarrito de cloroformo con mucho cuidado, dejándolo a la vista. Después me meto en la bañera y cierro las cortinas.

-¡Ayuda por favor, socorro! -grito con la esperanza de que acuda el guardia de ojos azules solo. Varios segundos más tarde, se escucha como interrumpe en la habitación y por último en el baño. -¿Podrías ayudarme a elegir que perfume utilizar? -Parece que comienza a sospechar sobre mi comportamiento, pero rectifico rápidamente. -Mañana tengo una cita muy importante y me gustaría estar perfecta. Además como tú eres un chico y tal ...

Comienzo a parlotear mientras esquivo su mirada en un intento de parecer avergonzada y tímida, aunque temo que mi padre le haya avisado de mi actitud. No hace falta conocerme demasiado para llegar a la conclusión de que nunca en mi vida me sentiría -como la mayoría de las niñas- pequeñas ante un chico.

Al final, (no sin una mueca en su cara por tener que hacer tal cosa) echa el cloroformo en su muñeca y lo aspira. En cuestión de segundos cae inconsciente al suelo, cosa de la que me alegro porque el plan B sería golpearlo y no estaba segura de las secuelas que le podrían causar. La verdad es que papá debería haber buscado a alguien un poco más desconfiado. Lo arrastro con cuidado y lo siento en la silla de mi tocador. En el espejo, garabateo con un pintalabios mi nombre junto a una cara sonriente y abandono la habitación.

Cruzar la casa no es difícil, porque con tanto alboroto nadie repara en mí a excepción de Lucia aunque sé que ella es alguien de fiar y no lo digo porque sea mi amiga. Me monto en mi moto que es el objeto al que mayor aprecio le tengo y parto hacia la casa de Martina que se encuentra al otro lado de la ciudad.

Sé de sobra que como mucho el guardia va a estar dormido tres horas. Así que tengo una hora y media para llegar a casa, colocar al guardia en la puerta para que parezca que se había dormido y hacerme la tonta como siempre. Si algo he aprendido aquí es a actuar las 24 horas. Si la gente piensa que eres tonta, soltará mucha más información de la que debería.

Cuando llego a la urbanización de Martina, puedo ver como toda la casa está en absoluto silencio y a oscuras si no fuera por la luz de su cuarto. La cera está totalmente vacía por lo que apuesto a que Adelaide ha cogido un berrinche y Paolo se la ha tenido que llevar a la otra casa. Encima lo peor de todo, es que toda esta actuación que se ha montado tiene el único fin de hacer más daño a Martina ya que Adelaide... Nunca había sido una persona que se dejara querer con facilidad.

A los cinco minutos, ya me encuentro en su balcón tocando a la ventana para entrar.

-Dios, por un momento pensaba que no vendrías. -Intenta mirar a la luz, cosa que yo misma le enseñé. Siempre que sentía que iba a estallar miraba a una luz. No funcionaba mucho, pero lo suficiente.

Me acerco a ella y la abrazo porque sé que si yo estuviera en esta situación, ella haría lo mismo. -Aquí traigo todo lo que me has pedido. El ordenador, la contraseña y todos los nombres de los asesinados.

Antes de que me de tiempo a finalizar, ya se ha puesto manos a la obra. Supongo que necesitara algún tipo de distracción.

-Martina, ¿me podrías hacer un favor? -pregunto antes de marcharme. Ella asiente con la cabeza. -Necesito que busques un árbol genealógico de los Russo. Siento que hay algo que se nos escapa -Suspiramos ambas a la vez y después la miro seriamente. -Tengo la impresión de que se avecina una guerra y que nosotras, de un modo u otro somos indispensables.

Lo prohibido en la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora