—¿No había más sitios para esconderse? —pregunto enfadada. Es cierto que me sobra un poco de espacio, pero desde luego no es el que necesita un tío de un metro noventa. Cómo nos encuentren por su culpa, pienso despedirlo. Independientemente de lo bueno que esté.
Me fulmina con la mirada y me tapa la boca con su mano. Después rodea mi cintura con su brazo y me pega lo más posible a su cuerpo. Tengo la cabeza apoyada en su pecho y puedo escuchar como el corazón le funciona a mil. Podría pensar muchas cosas, pero algo me dice que soy yo lo que le provoco el nerviosismo. Tras esto, me quedo quieta y escucho con atención.
—La misión no se cancela, sigue hacia delante. —Habla alguien a través de un walkie talkie. Aguanto la respiración y noto como el cuerpo de Apolo se tensa. —Nada de hacerte el héroe Michael. Cuando el tonto que traiga el cadáver entre, quiero un tiro limpio a la cabeza. Coges al Russo y sales como si el mismísimo demonio te persiguiera. Me acaban de informar que Milo está muy cabreado por la broma de las niñas y manda doble vigilancia. Menuda hija. Suerte y cambio y corto.
¿Menuda hija? ¿Quién cojones se cree este para opinar de mí? Estoy por salir de mi escondite para cantarle las cuarenta al que se esconde tras el aparato tercermundista, pero me contengo. Apolo me aprieta entre sus brazos para ocupar el menos espacio, pero me gusta. Tampoco es que importe demasiado mi opinión en una situación así.
El guardia se pasea por la habitación mientras cuenta los segundos. Sólo le vemos la pierna, pero es suficiente para que me fije en el pequeño tatuaje que tiene en el tobillo. Es muy parecido al símbolo de mi casa, es decir, de los Biancos pero a la vez es muy diferente. Mientras que el Bianco tiene una pistola dorada junto a otros detalles más, la del tobillo tiene una rosa con espinas y... No me da tiempo a ver nada más porque se desliza tras la columna. Supongo que va a entrar en breve el cadáver.
Tras varios minutos en silencio, la puerta se abre resonando el chirrido de la camilla por la habitación. Creo que si fuera otro tipo de situación me reiría porque me resulta gracioso el hecho de que nos encontremos 5 personas —si contamos a Bárbara— escondidos y cada una de ellas con una misión diferente. Quedan segundos para que el hombre que se esconde tras la columna salga y mi mirada se dirige a la camilla dónde se encuentra Martina. Huellas, las necesitamos artícula con los labios y la bombilla se ilumina en mi cabeza. Si el hombre se lleva el cadáver sin que consigamos las huellas dactilares se acabó la poca información que tengo. Asiento con la cabeza y espero a que el médico atraviese por completo la puerta.
Coloca el cadáver en la mesa que hay sobre nosotros y se da la vuelta. La mano del Russo queda colgando de forma que me facilita la tarea, pero necesito algo para recogerlas. Vuelvo a girar la cabeza para avisarla, pero la escena que hay ante mí me distrae. Sé que es un poco masoquista mirar, pero soy de las que piensa que si eres tan cobarde como para permitir un asesinato delante tuya, por respeto, debes verlo.
Se escucha el sonido del tiro y el cuerpo cae justamente a mí lado con agujero perforando su cerebro. Tengo que taparme la boca para no vomitar. No es lo mismo verlo desde arriba, a que lo tengas al lado de una forma tan visible y con la sangre corriendo como si fuera un pequeño río.
—Está todo en tu cabeza Dafne. Aparta la mirada y respira pausadamente. —Susurra Apolo en mi oído de forma inaudible. Se la ha jugado bastante. Como nos pillen, la cosa se puede complicar un poco. Hago lo que me dice y poco a poco noto como las ansias desaparecen. Le dirijo una sonrisa sincera y por un momento, me olvido de todo. Me olvido de que nos encontramos en los laboratorios Colombi, específicamente, debajo de una camilla en la morgue esperando a robar un cadáver.
Se vuelven a ver los pies del infiltrado. Ahora si que se le ve la marca de forma perfecta. Una rosa con espinas enrollada en una corona de realeza. Nunca he visto nada parecido, pero creo que sé a que casa pertenece. El pie se vuelve a mover y aparta de una patada el cuerpo del médico. Por lo menos, ya no lo tendré que ver de nuevo. Apolo a mi derecha, se remueve haciendo que el plástico que guardo en el bolsillo izquierdo suene. Tengo un pequeño bote lleno del sedante líquido que le inyectaban a Bárbara por las vías. Lo cogí en el cuarto de baño antes de salir.
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Lo prohibido en la mafia
AksiEn el momento en el que la bomba estalla, Dafne Bianco se encuentra bebiendo champán, discutiendo sobre memeces y pensando en lo genial que se ve con su vestido de alta costura. Cuando la adrenalina desaparece, su prometido está muerto, su cumpleaño...