Capítulo 08.

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—Ada, ¿qué hacemos? —se queda parado igual idiota

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—Ada, ¿qué hacemos? —se queda parado igual idiota.

— ¡Correr! —digo y empezamos a hacerlo.

— ¡HEY! ¡VUELVAN! —nos grita el vigilante, pero ya estamos en el garaje.

—Eso estuvo de películas, cuando un policía te sigue y tienes que escapar y luego...

—Es un vigilante, Logan —digo rompiéndole la ilusión—. Y sigo diciendo que me las pagarás —hablo en tono cansado y saco mis llaves.

—No permitiré que me lleves, yo conduciré... —Dice.

—No te daré mi auto para que conduzcas. —Replico.

—Nadie quiere conducir tu auto, vamos por el mío, tú serás mi guía hoy.

— ¡No! —digo— ¿Quién se llevará mi auto?

—Pasaremos por él, preciosa. —Me dice.

—Te odio.

Estamos recorriendo la ciudad por donde yo le indico, su auto es muy bonito, se siente tan familiar, sinceramente este hombre es hermoso en todos los aspectos, no sé qué me está pasando, si llego a sentir más cosas por él será difícil que pase algo, ya que yo no puedo y eso me destrozará, como siempre. El timbre de mi teléfono me saca de mis pensamientos.

Es Paulho.

— ¿Qué quieres? —digo.

—Calma groserita, tenemos una cita hoy, ¿no lo recuerdas?

—No molestes. —Digo y cuelgo.

— ¿Estás bien? —dice Logan, siento la ira correr por mis venas.

—Estoy perfectamente bien, Ford.

—Bueno no preguntaré más, pero te siento con demasiada adrenalina, ¿a dónde vamos?

— ¿Al parque de diversiones? —pregunto y observo como asiente—. Me las pagarás.

—Eso suena interesante. —Dice seductoramente.

—Pues vamos.

—Claro, mi amor— dice. Espera, ¿qué?

Me dijo mi amor. No puedo creerlo. Ada respira, no mueras, por favor.

—No soy tu amor— le contradigo.

—Lo serás. —Me dice.

Ruedo los ojos y siento mi garganta seca.

Juro que me dará un infarto ahora mismo, este hombre es irresistible, no puede jugar conmigo así. ''Lo serás'', lo sería, si claro. No me puede estar pasando esto. Después de aquella respuesta de su parte seguimos todo el camino en silencio, pero me sentía tranquila, no era un silencio estremecedor ni incómodo. Ya habían pasado quince minutos y nos veíamos estacionando el coche. Bajamos al fin y nos dirigimos hacia los puestos donde vendían dulces. Mis ojos brillaron de emoción al ver tanta hermosidad colorida y deliciosa riqueza de dulces que me llamaban a gritos...

FUE POR TI.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora