Capítulo 25.

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Mire por los alrededores sin encontrar esa cabellera castaña que tanto quería

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Mire por los alrededores sin encontrar esa cabellera castaña que tanto quería. Porque sí, la quería, pero nunca entendí como quería. Tal vez hasta que me dijo que prefería estar muerta que casada conmigo. Seguí buscándola cuando la vi doblando por una esquina. Empecé a correr detrás de ella, la llamaba pero me ignoraba, tenía que alcanzarla, ya no faltaba más cuando todo pasó tan lento, me quedé paralizado en mi lugar, no sabía cómo hacer para detener aquel auto que iba a toda velocidad con toda la intención de matar. ¿A quién? A ella, a la mismísima Ada. Seguía estancado del terror cuando el auto impactó con ella, fue tan horrible, tan espeluznante la fuerza con la que le hizo volar. El auto rojo retrocedió tomando así más velocidad, la iba a aplastar otra vez. Mi alma se partió, se separó de mi cuerpo en ese momento. ¿Por qué diablos seguía parado? ¿Por qué no hacía nada? ¿Por qué diablos no me movía e iba a rescatarla? El auto salió disparado a una velocidad insensata que cualquiera que sufriera ese tipo de atropello no sobreviviría. La vi debajo del auto, vi como cerraba los ojos, ese brillo se apagó ante mí. Quise salvarla, no dejar que se apagase, que durmiera para siempre, que me dejara cuando por fin creía en ella.

— ¡ADAAAA! ¡NOOOO! —Mi voz salió tan fuerte y rota que me dolió el alma. El corazón se me iba a salir del pecho, mi vida no serviría. No valdría la pena con tanto dolor, con todo ese sufrimiento que experimentaba ahora, allí mismo. Corrí con todas mis fuerzas, sin importarme ser atropellado también, solo quería recogerla, tocarla. Tenía miedo que estuviera muerta, pero la esperanza nunca se iba, ella tenía que vivir, tenía que salir de esta, ella no podía morir.

— ¡ADA! —Grité apartando a la gente que intentaba acercase a ella— ¡ALÉJENSE! ¡SALGAN, POR FAVOR! —seguí empujando a las personas. Cuando observé la escena me quedé paralizado. Ella estaba con sangre por todos lados, el cabello tapaba su rostro, estaba en una posición agónica. Su brazo derecho tenía una forma horrenda. Lloré, empecé a llorar, era lo peor que podía ver en mi vida. Mi luz se apagó en ese momento. Solo podía observar con la esperanza de no dañarla más si la movía. Seguí llorando, ya nada importaba, ella estaba hundida en una terrible desgracia. ¿Quién podía ser tan infeliz al hacer esto? ¿Quién?

Las voces sonaban tan fuerte que no se identificaba las palabras, solo se podía distinguir el sonido de angustia, de terror. Me removí para pedir ayuda—. ¡AYÚDENME! ¡HAGAN ALGO!

Las sirenas se escuchaban cerca, cada vez más cerca. Ella no podía morir, no podía.

—No hay nada que hacer, no sobrevivirá.

Al escuchar eso mi corazón se detuvo. ¡No podían decir eso! ¿Quién era el maldito que podía decir aquello? ¡No! Ella no podía morir. ¡No podía! ¡No, no y no! No lo aceptaría nunca, moriría con ella, haría todo lo posible para que viviera.

Giré sobre mi hombro y pude diferenciar a los de bata blanca sacar camillas, sogas, todo aquel instrumento que serviría. Un policía me alejó de ella, no lo dejé. Me removí, quería ir con ella—. ¡DÉJEME! ¡QUIERO IR CON ELLA!

—Tranquilo señor, deje que realicen su trabajo y podrá hacerlo.

Los médicos taparon mi vista y cuando por fin pude verla, estaba siendo conducida al carro de ambulancia, forcejeé con el policía y me subí de un tirón en los asientos libres que quedaban en la camioneta. Después de eso, todo fue una angustia total.

 Después de eso, todo fue una angustia total

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Mi pecho ardió, me sentía horrenda de pronto, mi corazón empezó a latir con rapidez

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Mi pecho ardió, me sentía horrenda de pronto, mi corazón empezó a latir con rapidez. Me faltaba el aire, miré asustada a George, él se dio cuenta que me pasaba algo.

—Amor, ¿estás bien? —pregunta.

—Sí, sí, solo me siento rara. —Digo con un extraño deseo de llorar.

Seguía sintiéndome ansiosa. Mi cuerpo reclamaba agua, quería agua.

—George... agua. —Digo lo más fuerte que puedo.

Me ayuda a pararme, nos vamos a un extremo de la cafetería y compro una botella de agua, la bebo al instante cuando mi celular empieza a sonar, me congelo y mi cuerpo se encorva instintivamente.

Es Patrick.

— ¿Sí? —contesto.

Un sollozo, otro sollozo, uno más, una voz entrecortada, un silencio largo, hasta que por fin.

—Cla... Clara —dice con una voz apenas audible. Me asusto tanto que me quedo estática— Tienes que... venir —su voz se rompe, escuchar sus sollozos me estancan más, quien quiera que me viera diría que estaba congelándome. Di una mirada rápida a George, este me miraba preocupado. —Ada... es Aducha —otro silencio, otro sollozo.

Al escuchar eso, siento que me desmayaré en algún momento, me agarro fuerte de la mesa, me siento caer, pero alguien me agarra. Todo en mi mente se queda en blanco, mis sentidos disparan alerta en su totalidad. ¿Les pasó alguna vez, que sintieron como su corazón se rompía? Pues justo ahora eso era lo que me estaba pasando.

Suelto un suspiro, un grito y una lágrima rueda inevitablemente por mi mejilla. — ¿Qu... qué le... sucedió? —la falta de aire crea demasiada presión en mi pecho. Mi corazón empieza a latir desbocado.

Mi mejor amigo se derrumba, eso es suficiente para derrumbarme también. Empiezo a llorar y mirar a todos lados esperando que alguien me ayude.

—Está... muriendo —dice entre sollozos— ¡Maldita sea, ven! ¡Alguien... quiso matarla, Clara!... ¿por... qué? —más sollozos, mi cuerpo se rompe, literal. Mi cerebro empieza a crear imágenes espantosas, todo en mí se para como si dejaría de existir en este mundo. El teléfono se desliza por mis manos hasta estrellarse con el suelo, el sonido de este impacto me hace reaccionar.

—George... ayuda...ayúdame— digo con un hilo de voz.

FUE POR TI.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora