Capítulo 33.

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No podía creer lo que estaba haciendo

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No podía creer lo que estaba haciendo. Yo no soy así, pero realmente no me importa. Con la mano derecha sostengo con fuerza la botella de licor y con la izquierda trato de sostener la venda enredada en mis nudillos. Siento que las heridas físicas no son nada en comparación con lo que siento en mi interior. En realidad, ahora me siento tan vacío que ya no deseo hacer nada más. Otra semana ha pasado, en total ya son dos malditas semanas que no puedo verla. Podría pero, ¿cómo me voy sin causar algo? Dirán que lo intente de la manera más calmada posible, pero no puedo. Me descontrolo, la ira crece al darme cuenta que el único estúpido y fuera de lugar soy yo. La única cosa que me mantiene son las llamadas de Lucas diciéndome que aún no despierta, que se está recuperando, que no hay resultados, que sigue igual. Todo es un maldito giro. Todo vuelve de donde proviene. No quiero que me juzguen porque realmente lo intenté en su momento. Después del incidente en el hospital volví antes que terminara el horario de visita, pero mi presencia no era admitida. Eso fue lo que me destruyó más. No puedes pasar, fue lo que me dijeron en recepción. Sinceramente ahí fue que caí en un abismo del que ahora no puedo salir. No voy a clases, no salgo de mi habitación. Mi madre está preocupada, pero sabe que nada puede hacer, ya que ella también está molesta por lo sucedido. Al día siguiente fui nuevamente y sucedió lo mismo. Lo volví a intentar en la tarde, y cuando digo intentar es porque quise entrar a la fuerza, pero no pude. Y así es como todos los días me iba y sucedía lo mismo. Intenté por otros medios, pero de nada sirvió. Después terminaba en los bares. Lucas me sacaba de allí. Ahora no necesito bares, todo lo que mata lo vivo en carne propia. Empezando desde Ada en una maldita camilla sin reaccionar y terminando en el alejamiento de mi vida social y metido en el alcohol. Mi autodestrucción cada día se vuelve más requerida. Pero nada me detiene porque sigo asistiendo al hospital todos los días. Y así lo haré hasta poder verla.

Escucho el sonido de mi celular y sé que en algún lugar de mi habitación alguien necesita comunicarse conmigo

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Escucho el sonido de mi celular y sé que en algún lugar de mi habitación alguien necesita comunicarse conmigo. Coloco la botella en el suelo e intento levantarme, pero se me hace muy difícil. El teléfono sigue sonando y cuando deja de hacerlo, recién puedo dar dos pasos. Todo lo veo borroso, mi cabeza me duele de la manera más espantosa posible. Doy otro paso y me lanzo contra mi cama, con mi mano derecha tanteo en busca de mi celular y cuando lo encuentro reviso la pantalla y veo dos llamadas perdidas de Lucas. Mi corazón duele al sentirme hundido nuevamente. Lucas intenta comunicarme las cosas nuevas. Me rio mentalmente porque sinceramente no hay cosas nuevas. Me sobresalto cuando mi teléfono vibra en mi mano y deslizo la pantalla para poder contestar.

FUE POR TI.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora