Capítulo 24│Parte 2.

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Subí por las escaleras hasta el último piso, haciéndome más daño, justo lo que quería

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Subí por las escaleras hasta el último piso, haciéndome más daño, justo lo que quería. La asistente personal de César me visualizó y se quedó con la boca abierta al verme.

—No puede pasar señorita Derzy. —Dijo.

No tenía derecho, pero los iba a colocar. Simplemente la ignoré y seguí caminando hasta la oficina de César.

—Señorita están en una reunión importante con los Thompson, su madre me matará si alguien interrumpe.

—Madre, mi madre. —Dije demorando en unir las piezas. Estaba delirando. Empujé a la asistente y entré a la oficina, sin importar el estruendo que estaba causando. Allí estaban mis peores temores, mis mayores desgracias. Estaba César junto a Rosella; los Thompson y el elegido, Paulho, el elegido para hacer de mi vida una desgracia total.

— ¡Los odio! ¡Son todos unos monstruos que nunca debí conocer! ¡Jamás debí hacerles caso! —grité, todos en la oficina se pararon asustados ante mi confesión, observaba la sorpresa en sus rostros, ya no importaba— ¡Son los peores! ¡Los odio! ¡¿Compromiso?! ¡¿Qué más?! ¿Hijos? —Me empezaba a ahogar con mis lágrimas—. Están destruyéndome... ¡Me están matando!

—Hija mía... —Interrumpo inmediatamente.

— ¡No! ¡Yo no soy tu hija! ¡Yo no soy como tú, César! Te adoré tanto... Para mí, era... eras mi héroe, creí que me salvarías de los que me harían daño, cuando lo único que deberías haber hecho, era salvarme de ti... —Mi voz era más aguda y rota de lo normal, los ojos me picaban y las lágrimas sabían amargas. Tanto era mi desconsuelo que salí corriendo no sin antes decir.

— ¡PRIMERO MUERTA QUE CASADA CON ESTE IMBÉCIL!

Me metí en las calles de Los Ángeles, corría sin detenerme, llorando desconsoladamente, sentía que lo había perdido todo... ¡A todos! Cada persona que me equilibraba. Clara, mi hermana, mi mayor consuelo, mi todo. Logan, lo mejor que me estaba pasando, mi compañero, mi complemento, ese amor que ahora me odiaba. Patrick, mi mejor amigo, la persona que no sabía de mí en estos momentos, ni sabía que me pasaba. Cesar, mi padre, sentía el dolor más fuerte cuando pensaba en mi padre. La persona que era capaz de levantarme, la persona que era mi ejemplo. Rosella, mi modelo a seguir, tan solo fue una máscara. Y por último, Paulho, maldito inútil, pero aun así asumió las mejores etapas de mi vida, las gozó junto a mí, me hacía feliz aunque después me destruía. Todo esas cosas pasaban por mi mente cuando sentí un fuerte impacto, la fuerza del golpe fue tan fue grande que mi cuerpo voló, lo cual no era todo, me sentía arrastrada por las llantas, aquellas me tiraban, trataban de arrastrarme aún más, me aplastaban con todo la fuerza del mundo, no había otra cosa que escuchara más que el sonido chirriante de las llantas y los gritos sofocados. Mis gritos no salían de mi garganta, sentía mi cuerpo entumecido, desgarrado, pelado, herido, mi visión se iba nublando, mi cabeza ardía cuando todo se detuvo. Escuchaba voces, demasiadas, temía que el dolor volviera, arrastrándome con él hasta el final. Antes de perder la visión, pude ver las llantas de aquel auto rojo que ya había visto antes. Cerré los ojos fuertemente esperando el siguiente impacto. Cuando llegó, el dolor fue lo más espantoso que hubiera imaginado. Vi salir todo rojo, al igual que el auto que luchaba por salir del tumulto de sombras.

— ¡ADAAAA! ¡NOOOO!

Traté de reconocer esa voz pero no podía, sentía que la había escuchado en algún lugar, pero ahora era difícil identificarla.

Ahora no sabía si yo era la que sentía que el mundo se acababa ante mis ojos o era una pesadilla que en cualquier momento acabaría. El dolor carcomía mis entrañas como un cuchillo siendo afilado. Me sentía desgarrada, sentía que todo se acaba allí, en ese mismo instante donde todo se volvió negro. Pero en lo que no había oscuridad era en mis pensamientos, la oscuridad me cegaba, pero no evitaba que recordara cosas, no evitaba que mi cerebro dejará de enviar información, sentía que todo había quedado en tinieblas, pero quedaba esa maldita voz de mi conciencia. Y fue ahí donde recordé lo que había pasado en ese día y vi exactamente como extrañaría todo si no salía de esta.

 Y fue ahí donde recordé lo que había pasado en ese día y vi exactamente como extrañaría todo si no salía de esta

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Todo se quedó en silencio cuando Ada salió

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Todo se quedó en silencio cuando Ada salió. Sus palabras resonaban en mi mente, me dolió, por primera vez me dolió. Sus palabras tomaron otro sentido, otra perspectiva, nunca me había dolido que alguien me insultara, porque casi nadie lo hacía y si lo hacían eran esos idiotas que querían pelear conmigo. Nunca se los permitía. Sabía con quienes me metía y con quienes no.

¡Primero muerta que casada con este imbécil!

¿Por qué recién me daba cuenta? Sabía el concepto que Ada formo estos últimos años de mí. Pero nunca me importó, nunca. Pero esas palabras fueron tan bruscas, llenas de odio puro y asco a la vez. Fue como si estaría siendo torturada, como si fuera lo que más le daba miedo.

Salí de mi trance y mire a todos en la sala. Seguían en shock, por así decirlo. Fui el primero en darme cuenta de lo ocurrido, miré a César y asintió con la cabeza. Eso fue lo último, salí en busca de Ada. César seguramente quería que la trajera, pero no lo haría, no con ella en ese estado. Entré al ascensor, estaba ansioso, preocupado y cabreado conmigo mismo. Nunca la había visto tan vacía. Recordé lo que me contó Aarón sobre ese idiota con el que estaba saliendo, ese nuevo que estaba detrás de ella, eso me enfureció más, no quería cagarla, tanto daño le había hecho ya, que esta vez mientras salía a la calle en su búsqueda, me prometí que haría lo posible para que ella esté conmigo y así por fin madurar, si era eso lo que querían. Tarde o temprano pasaría, sabía que tenía que casarme, pero no tan pronto. Lo asumiría, tenía que hacerlo. Por ella, por mi familia, por mí.

FUE POR TI.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora