Capítulo 22.

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Cuando Clara se fue,me sentí vacía, pero puedo soportarlo

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Cuando Clara se fue,me sentí vacía, pero puedo soportarlo. Aún.
Ahora me encuentro con mamá y papá almorzando en un restaurante de su categoría. No es que lo presuma, es solo que a ellos les encanta estar al día, ¿raro no? Demasiado diría yo. Rosella me llamó cuando estaba punto de arrancar mi auto, me dijo que quería almorzar en familia y además papá se va el miércoles a Inglaterra, y como almuerzo familiar tenía que aceptar porque no mantenía mucha comunicación con ellos y no quería estar así.

—Hija, ¿cómo vas con Paulho? —dice de pronto mi madre. Lucho por no atragantarme con la comida.

Levanto la mirada y veo que papá le hace un gesto para que se calle. Pero ya es demasiado tarde, ya me di cuenta que estarán hasta el final con ese estúpido compromiso, boda lo que sea, la verdad ya no me importa. Así que no respondo.

—Rosella déjala —Dice papá—. Hija mejor porque no nos cuentas como te va en la universidad.

—Me va muy bien papá, solo que falte esta mañana por que tenía que ir al aeropuerto.

—Si hija, eso es normal, es tu amiga de infancia, tenías que estar con ella— Dice mamá—. Le dimos la despedida cuando pasábamos por su casa.

—Ah.

Sabía que estaba siendo cortante, pero no me salían más palabras. Así que Cesar volvió a romper el silencio.

—Ada queremos que nos disculpes por las discusiones que causamos, a partir de ahora no te presionaremos con el tema de Paulho, pero quiero que recuerdes que el compromiso es muy importante para la familia y eres nuestra única esperanza.

¿Única esperanza? Como si ya no tuvieran suficiente con las sedes que tienen en otros países. Tomo un poco de mi bebida para evitar soltar alguna palabrota y terminemos discutiendo.

— ¿Nos disculpas, hija? —continua papá.

—Sí, papá. —Respondo solo a sus disculpas, porque lo del compromiso es otro asunto que no quiero para mi vida—. Debo irme, tengo clases en media hora.

—Pero es la una y media —dice mamá.

—Se supone que debería estar en el campus, porque mis clases continúan.

— ¿A qué hora sales, hija? ¿Quieres que te recoja? —pregunta papá.

—Tengo auto papá —digo y pienso que horario decirles—. Salgo a las siete.

Mentira. Salgo a las cuatro.

—Está bien, no llegues más tarde, Ada —dice mamá. Asiento y les doy un beso en la mejilla a ambos y me retiro.

Salgo a grandes zancadas del local, me dirijo hacia donde está mi auto y avanzo hacia el campus. Puedo sentir el aire fresco entrando por la ventana, no quiero encender el aire artificial, es decir, el aire acondicionado. Me relajo un poco y evito que las cosas atropellen mi mente, prefiero no pensar y molerme la mente hoy, solo quiero estar tranquila.

FUE POR TI.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora