Capítulo V

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—¡Buenos días! —Estefania, saludando a su tía que preparaba el desayuno.

—¡Buenos días Estefania! ¿Y eso porqué tan contenta?

—Tuve un sueño ¡hermoso! —decía mientras estiraba su cuerpo y bostezaba.

—Me da mucho gusto ver a mis sobrinas así entonces.

—¿A qué te refieres tía?

—¿Adivina quién se levantó anoche a tomar agua?

—¡¿Abigail?! —Dijo Estefania emocionada.

—¡Sí! Pero baja la voz no quiero que escuche.

—Tía pero ya hace mucho tiempo, bueno después de lo de su accidente no se despertaba.

—Sí lo sé, ¿por qué crees que me da tanta felicidad?

—A mí mamá le dará mucho gusto saberlo, ya sé que un simple despertar en medio de la noche no debería representar nada pero eso solamente lo hacía antes.

—Sí, estoy consciente de eso Estefania, quizás ese despertar sea una señal que al fin está olvidando a ese despreciable hombre de Raymundo.

—¡Buenos días! —Abigail mientras con un poco de dificultad buscaba un vaso para servirse agua.

—Al parecer pasaste muy buena noche —decía Estefanía mientras le ayudaba con el agua.

—Pues sí, dormí bien.

—Mi tía me ha comentado que anoche te despertaste.

—Así que sobre eso hablaban y por eso se quedaron calladas y sí, tenía un poco de sed, así que vine a la cocina a tomar agua.

Un toc, toc, en la puerta interrumpieron las palabras de Abigail quien le dio un sorbo al vaso mientras que  doña Eva se dirigió inmediatamente a ver quién era la persona que tocaba la puerta,  y para su sorpresa era Damian.

—¡Buenos días doña Eva! Perdone mi atrevimiento por venir hasta su casa a estas horas, pero anoche cometí un terrible error con su sobrina y quisiera si usted me lo permite hablar con ella para ofrecerle mis más sinceras disculpas.

—No, no se preocupe señor Damian, ahorita le aviso a mi sobrina, pase, pase, póngase usted cómodo.

—¡Abigail, Abigail, querida! —corría doña Eva presurosa hacia la cocina —tienes visita Abigail, el señor Damian está aquí y quiere hablar contigo.

El corazón de Abigail se aceleró en gran manera ¡estaba sorprendida! Por aquella inesperada visita, aunque sinceramente ninguna de las damas  daba crédito a tan impensada visita.

—Puedo saber ¿Qué haces aquí? —preguntaba Abigail, mientras que con un poco de dificultad se sentaba en uno de los sofás.

—Anoche cometí una indiscreción y necesito explicar lo que realmente pasó, estoy consciente que quizás te ofendí, pero nunca fue esa mi intención.

—Lo de anoche está olvidado, así que si ya no tiene nada más que decir daré por terminada esta visita señor Damian.

—Por favor Abigail, no me trates de usted llámame Damian.

—No tengo el porqué, así que ya se puede retirar.

—Perdón pero no lo haré. – ¿Cómo qué no? ¿Por qué? —Preguntó Abigail confusa.

—Porque tus disculpas no están siendo sinceras, así que como veo que no estas de humor quiero que sepas que te estaré esperando a la orilla del lago a las cuatro de la tarde, si llegas daré por hecho que tus disculpas son sinceras, y si no lo haces me tendrás acá cada mañana para decirte lo mismo hasta que lo hagas, permiso. 

Abigail había quedado en total silencio por las palabras de Damian, estaba confundida por la actitud de aquél hombre del cuál ella solamente conocía su voz, y en su interior se preguntaba ¿Qué era lo que estaba pasando? Y ¿Por qué se veía tan interesado en disculparse con ella?

Durante toda la mañana  tanto doña Eva como Estefania pasaron recordándole sobre la cita tan particular que tenía a las cuatro de la tarde. Pero Abigail era más astuta que ellas y solamente guardaba silencio para no alimentar la curiosidad que era tan evidente en su tía y en su hermana.

Abigail pensó mucho sobre ir o no, pero al final decidió si hacerlo, y sin dar mayor aviso solamente salió, doña Eva pudo notar sobre la salida de su sobrina luego que desde la cocina la pudo observar como caminaba de camino al lago.

—Pensé que no vendrías —dijo Damian con una sonrisa que demostraba su emoción por verla allí.

—Te dije que te había disculpado, ahora si me permites tengo que regresar.

—No tan rápido, quiero explicarte lo que sucedió anoche.

—Así y ¿para qué? O ¿para qué?

—Porque aunque no lo creas para mi eres importante —respondió Damian mientras la tomaba de la mano.

En el corazón de Abigail aquellas palabras fueron como traspasar hielo profundo en su interior, nadie nunca le había dicho aquellas palabras mucho menos de un extraño.

—Cuando pregunté sobre si te gustaban las estrellas nunca lo dije con la intención de ofenderte, simplemente lo dije porque quería describírtelas, quería buscar un tema romántico para enamorarte.

—¿Enamorarme?

—Sí Abigail, desde el primer día que caminaste hacia acá llamaste mi atención por completo, y estaría realmente encantado si tengo la dicha de poder entrar a tu corazón, no sé si tú crees en el amor a primera vista pero, yo sí, ¡y tú eres ese amor!

Sí tan solo Abigail hubiese podido ver a Damian, no hubiese dudado de la sinceridad con la que él hablaba, pero como la realidad era otra prefirió tomar sus palabras como parte de un juego, aunque no logró hacerle pensar lo mismo al nerviosismo que esas palabras lograron causar en su interior.

Sí tan sólo lo hubiese visto hubiese quedado totalmente flechada por la forma en que los ojos verdes de Damian la veían.

—Tengo pensado algo —decía Damian, tomándola de la mano. 

—¿Qué cosa? —Abigail mientras se soltaba de las manos de Damian.

—Sí me permites me gustaría que me dieras la oportunidad de hacer hoy en la noche lo mismo que pretendía ayer, ¡claro si me lo permites! Quiero mostrarte a qué me refería cuando hablaba de las estrellas.

Abigail guardo un momento silencio pero su respuesta fue simple: —¡Está bien! Igual no pierdo nada, ahora si me permites tengo que regresar a mi casa ¿Pasas por mí a las seis? —decía mientras sentía un  cosquilleo de emociones, y Damian sonreía emocionado.

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