Capítulo XXIV

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Capitulo XXIV

—Está todo listo —decía Damian desde la mesa, esperando a Abigail— recuerda Amor que hoy iremos a ver a Raúl y debemos salir temprano.

Dos semanas habían pasado de aquella llamada de Raymundo, nunca más había llamado así que los nervios de Abigail ya se habían calmado.

—Ten mucho cuidado Abigail —dijo doña Eva con una voz suave esperanzada a que Damian no escuchara. —recuerda que se quedarán en casa de mi hermana y él vive a la par.

—Lo sé, pero tengo plena seguridad en que lo que siento por Damian es lo más maravilloso que he vivido, además mientras Raymundo no me hable todo está perfecto porque si quiera puedo ver así que…

—Abi, Abi, cariño date prisa —interrumpió Damian la conversación. —amor perdón que las interrumpa, pero debemos llegar a buena hora para la cita ¿lo recuerdas?

—Es cierto, igual ya ahorita voy ¡Vamos! —dijo Abigail sujetando del brazo a Damian.

Tres horas de camino les esperaba para llegar a la ciudad, era el primer viaje que hacían solos y con una sola razón llevar por tercera vez a Abigail al oftalmólogo las otras dos la habían atendido en el pueblo.

Raúl se estaba encargando de todo, aunque más que por doctor lo hacía por ser amigo de Damian, el pobre estaba en un encuentro de sentimientos por ser el doctor de la novia de su mejor amigo y ser el hermano de Tatiana quien estaba enamorada de Damian, aunque al mismo tiempo ya no hallaba la forma de seguir con las citas a Abigail, el diagnóstico del ultimo doctor que la checo era correcto, el único impedimento de Abigail que no la dejaba ver estaba en su mente, así que más que un oftalmólogo lo que necesitaba era un psicólogo, aunque claro Raúl no era capaz de decirlo.

—Tengo esperanza Amor —dijo Damian mientras seguía conduciendo y con la mano derecha tomaba la mano de Abi.

—¿de qué? —pregunto ella confundida.

—De que tengamos buenas noticias y esta vez puedas volver a ver.

—Yo también, aunque no lo creas estoy muy entusiasmada con que en algún momento podré verte Damian y ver esos ojos marrones tan lindos que debes de tener —dijo Abigail con una sonrisa.

—No son marrones, son verdes —susurró Damian.

—Perdón ¿Qué dijiste? —preguntó Abigail quien no había escuchado.

—Nada, nada amor, solo dije que ya casi llegamos.

—¡Así es! unos cuantos minutos y ya estaremos en casa.

Cuando llegaron doña Elia salió muy contenta a recibirlos, estaba sola en casa así que se dio gusto en atenderlos. Cecilia se había ido con Estefania a pasar unos días con ella y por lo mismo la habían dejado completamente sola.

—Me da mucho gusto que hayan venido —dijo doña Elia mientras los acompañaba a la sala.

—Muchas gracias doña Elia, a mí me da mucho gusto venir —respondió Damian con su distinguido timbre de voz que lo caracterizaba.

—Me apena mucho que mi casa no sea tan grande como la suya, pero espero este usted cómodo —continuó doña Elia.

—¡claro que lo estaré! —continuó Damian— y perdone mi mal educación por no estar mucho tiempo acá con usted, pero es hora de irnos para lo de la cita ¿Nos vamos Abi?

—Sí ¿mami quieres ir con nosotros o gustas esperarnos? —preguntó Abigail mientras se paraba del sofá en el que se había acomodado.

—No mi corazón, tengo mucho que hacer, ahora vaya, vayan que, si no, no van a llegar a tiempo.

Justo para salir de la casa Damian se entretuvo adentro un momento buscando las llaves del auto, así que Abigail se adelantó, trato de caminar un poco tratando de recordar cómo era aquel vecindario en el que creció, cuando en eso, su cuerpo topo con otro y cayó al suelo.

—Abigail, Abigail —dijo Damian corriendo a levantarla— ¿Estás bien? —preguntó.

—Sí amor perfectamente.

—Perdone estaba distraído —dijo el hombre con el que había tropezado sin levantar la cabeza por sacudirse el pantalón.

—¿¡Raymundo!? —preguntó Abigail sorprendida.

¡claro que era él! Y como cosas del destino esta vez no era un sueño, Raymundo estaba allí frente a frente, y no solo de Abigail sino que también de Damian a quien se le borro el gesto amable que siempre mantenía.

-Paola.

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