Capítulo XXVI

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Capitulo XXVI

—Enserio que no entiendo que le pasa a Raymundo —dijo doña Elia muy molesta.

—Tíralas Estefania por favor, no quiero tener nada relacionado con él.

—Si no te preocupes Abi, ahorita lo hago.

Estefania aprovecho que Cecilia iba entrando a la habitación para decirle que le ayudará a llevarse el arreglo para la basura, Abigail estaba muy desconcertada por el asunto, pero lo dejo por lado después de unos cuantos minutos y le pidió a su mamá que dejara de hablar al respecto.

—¡mamá suficiente! Damian ya va a venir y lo último que quiero es que se entere sobre el asunto.

—tienes razón hija, pero… es que no entiendo que es lo que le pasa a Raymundo.

—Nunca lo vamos a entender, pero él ya no importa mamá yo estoy con Damian y con él soy feliz.

Doña Elia le dio un beso en la frente, ambos rostros se iluminaron con una suave sonrisa que se dibujó y de un momento a otro el tema de Raymundo había pasado al olvido.

Damian llego unos quince minutos más tarde de lo acordado, pero no pudo evitar ver el arreglo tirado en uno de los botes con basura, Cecilia no había sido lo suficientemente lista como para echarlo a la basura como sus hermanas hubiesen querido, quizás hasta el mismo Raymundo se había dado cuenta sobre el destino que había tenido su regalo.

—¡Hola Damian! Que gusto verte —dijo Estefania mientras abría la puerta.

—El gusto es mío Estefania ¿Abigail está lista?

—Si, ya en seguida baja ¿Gustas tomar algo?

—No gracias, ya es un poco tarde —respondió Damian viendo la hora en el reloj— tuve un percance que me atraso mucho.

—ya decía yo que era extraño que fueras impuntual —sonrió Estefania.

—Damian ¡buenos días! —dijo doña Elia.

—Buenos días señora, Amor ¡buenos días!

—¡Buenos días! —respondió Abigail con una sonrisa por el acento tan fingido y chistoso que le había dado Damian.

No tardaron mucho tiempo en marcharse de la casa y de camino a su destino Damian no evito preguntar sobre el arreglo, Abigail se quedó un poco callada al principio, pero luego decidió contarle al respecto. Claro que Damian se molestó, pero estaba seguro del amor que se tenían así que con un leve suspiro le dijo que no le dieran importancia.

Pasaron una mañana muy increíble, incluso en el restaurante en el que comieron había un piano el cual Damian sin dudarlo pidió permiso para tocar una melodía, Abigail lo acompaño era increíble como hasta sus manos se complementaban para que cada nota saliera perfecta.

Ambos disfrutaban del momento quizás estaba de mañana, pero Damian se encargaba que también pareciera noche, cerraba los ojos para disfrutar del sonido y aún más las suaves manos de Abigail que se encontraban por momentos, cada vez que compartían notas su conexión aumentaba, eran tan distintos, pero allí sentados eran tan parecidos, eran la pieza perfecta del uno con el otro, para complementarse y hacer que todo pareciera perfecto.

Unos aplausos se escucharon, todos los comensales estaban fascinados con aquella tan inesperada presentación, pero hubo unos aplausos que llamaron mucho la atención. Todos habían terminado mientras que esa persona aún seguía aplaudiendo.

—Eres excelente Abigail —dijo Raymundo acercándose a ellos y colocándose las manos entre los bolsillos.

—Gracias —respondió Abigail con su tono sarcástico.

—¿Puedo hablar contigo? —preguntó Raymundo con insistencia.

—Raymundo estoy muy ocupada.

Damian solamente se quedó sentado observando mientras sentía como un fuego le calentaba la cabeza y Abigail solo lo trataba de calmar con su mano en su brazo.

—Por favor Abigail —Raymundo con agresividad tomándola del brazo.

—¡Deja a mi novia en paz! —dijo Damian exaltado mientras le daba a Raymundo un trompón.

—¿Qué te pasa imbécil?

—Pasa que no quiero que te le acerques a mi novia ¿Acaso no te bastaron las flores? ¿ahora vienes aquí? ¿Qué te pasa? Y eso es para que sepas que Abigail no está sola.

Damian dejo un billete en la mesa para liquidar su consumo y se fueron inmediatamente dejando a Raymundo sólo mientras este se limpiaba la sangre que había derramado por el golpe que le dio Damian.

—¡Imbécil! —susurro Raymundo observando a Damian— pero me la vas a pagar esto no se va a quedar así.

—Gracias —decía Abigail tomándose del brazo de Damian y siguiéndole el paso— pero creo que no tuviste que haberle pegado.

—Lo sé, pero me calentó Abigail, y más cuando vi que te toco, no sé un hervor se apodero de mí y hasta que le pegue me quede tranquilo —dijo Damian muy sonriente.

—¿Cómo les fue? —preguntó doña Elia cuando ambos llegaron a casa.

—Ni hablar mamá —dijo Abigail sentándose en el sofá— ¿Adivina a quién nos encontramos?

—No sé, dímelo tú.

—A Raymundo, no molesto un poco y Damian le pego —nunca pensé que fuera a ser así— río Abigail.

—No te burles, porque enserio ese tipo… —suspiro Damian.

—¿Estuvo fuerte entonces? —preguntó nuevamente doña Elia.

—Un poco, pero fue por cómo llegó, se portó grosero.

—¡Hey y esas caras! ¿Qué pasó? —Preguntó Estefania quien regresaba junto con Cecilia del mercado.

—Se encontraron a Raymundo y Damian lo golpeó —respondió doña Elia con una cara de molesta.

—Pero ¿qué le pasa? No hace mucho que se separó de Lucero y ya va a estar molestando.

—¿Cómo que se separó de Lucero?
—preguntó Abigail sorprendida.

—Si hace unas tres semanas si mucho —dijo Estefanía.

—¡Entonces ese tipo no te va a dejar en paz! —exclamo Damian molesto.

-Paola.

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