CAPÍTULO XL

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CAPITULO XL

—¡Estefania! —gritó doña Irene al ver a su sobrina sentada en el sofá.

—¿Qué pasa? —preguntó Estefania con cara de fastidio.

—Nena, por favor ya sabes que tienes que estar en tu habitación —respondió doña Irene.

—Lo que sé, es que tengo que tener cuidado pero no que tengo que estar todo el día en la habitación.

—¿Qué es esta reunión tan llamativa? —preguntó doña Eva entrando a la casa en compañía de Cecilia.

—Ninguna reunión hermana, solamente que Estefania ha pasado saliéndose de la habitación todo el día y no tiene cuidado de su dieta.

—Por favor Irene no hagas drama, confía en que tú hija es lo suficientemente inteligente como para evitar poner en riesgo su salud —dijo doña Eva terminando de entrar.

—Bueno yo mejor me voy a mi cuarto —exclamó Abigail— no quiero seguir viendo como fastidian a la pobre de Estefania.

—¡Qué grosera eres! —dijo doña Irene.

La oscuridad de aquella noche cada vez era más profunda, menos sonidos se escuchaban, todo en aquella casa ya dormían, incluso hasta la pequeña Luz estaba en un sueño muy profundo. Pero Abigail seguía despierta, leía una y otra vez la carta que aquel extraño le había llevado.

<<No se sonroje, solo lo digo porque es verdad, lamento haber adivinado que se iba a sonrojar, pero siento que la conozco desde antes. Quisiera que me disculpe si le parezco demasiado desagradable pero no puedo evitarlo es parte de lo que soy>>

Aquél párrafo se había quedado tan clavado en el corazón y mente de Abigail, sonreía al recordar y suspiraba también, aunque al mismo tiempo se sentía culpable de tan solo pensar que estaba dejando por aparte a Damian.

—Siempre serás el amor de mi vida Damian —decía en voz baja.

Para ella era difícil el pensar que otra persona que no fuera Damian pudiera cortejarla de tal forma que la hiciera sentir bien, pero aquel extraño lo conseguía y para ella era muy confuso, no podía olvidar aquella mirada, una mirada tan dulce, no podía olvidar los ojos verdes de aquel joven, y de tanto pensar y pensar se quedó dormida.

Y cualquier duda que pudiera tener sobre las cartas quedaron completamente despejadas al día siguiente.

—¡Buenos días Abigail! —dijo Mariana con tono de emoción. —mira lo que te trajeron.

—¿A mí? —preguntó Abigail extrañada.

—Sí a ti ¿A quién más? —replicó Mariana en tono sarcástico.

Una hermosa rosa roja con un sobre blanco, eran los obsequios.

—¿Qué significa esto?

—No lo sé, ahorita lo acaban de traer de la floristería.

—Pero dale lee la tarjeta —decía Andrea animándola a leer.

—Ni piensen que lo voy a leer frente a ustedes —dijo Abigail sintiendo el tan delicioso aroma de la rosa.

<< ¡Hola señorita Abigail!

El día de ayer me hizo una pregunta que pienso responder, me preguntó ¿Qué a cuáles cartas me refería en la carta anterior? No tengo mucho que decir al respecto, pero se trata de todas las cartas que de una forma muy atrevida estaré en viendo en los próximos días, doy como contada en el número uno, a esta que usted tiene en sus manos.

Una rosa la acompañara a diario para que recuerde que siempre la tengo pendiente, y tengo toda la confianza del mundo en esperar que me pueda enviar contestación; no pretendo hace uso del correo para recibir sus respuestas, pero sí de mis tan preciados pies, que caminaran todos los días para pasar ya de tarde a recoger su respuesta. 

Así que para ya no seguirla haciendo perder su tiempo me despido, pero para esperar verla más tarde>>

Unas emociones inexplicables invadieron el cuerpo de Abigail, no podía creer lo que leía ¿Podía ser alguien más romántico? Y en el pensar de lo que sucedía y sobre si daría respuesta a esa carta, nuevamente se perdió en el recuerdo.

<<—Puedo saber ¿Qué haces aquí?

—Anoche cometí una indiscreción y necesito explicar lo que realmente pasó, estoy consciente que quizás te ofendí, pero nunca fue esa mi intención.

—Lo de anoche está olvidado, así que si ya no tiene nada más que decir daré por terminada esta visita señor Damian.

—Por favor Abigail, no me trates de usted llámame Damian.

—No tengo el porqué, así que ya se puede retirar.

—Perdón, pero no lo hare.

—¿Cómo qué no? ¿Por qué?

—Porque tus disculpas no están siendo sinceras, así que como veo que no estas de humor quiero que sepas que te estaré esperando a la orilla del lago a las cuatro de la tarde, si llegas daré por hecho que tus disculpas son sinceras, y si no lo haces me tendrás acá cada mañana para decirte lo mismo hasta que lo hagas, permiso.>>

—¡Hay Damian, ¿cómo te extraño!  —suspiró.

<<—Pensé que no vendrías

—Te dije que te había disculpado, ahora si me permites tengo que regresar.

—No tan rápido, quiero explicarte lo que sucedió anoche.

—Así y ¿para qué? O ¿para qué?

—Porque, aunque no lo creas para mi eres importante; Cuando dije sobre si te gustaban las estrellas nunca lo dije con la intención de ofenderte, simplemente lo dije porque quería describírtelas, quería buscar un tema romántico para enamorarte.

—¿Enamorarme?

—Sí Abigail, desde el primer día que caminaste hacia acá llamaste mi atención por completo, y estaría realmente encantado si tengo la dicha de poder entrar a tu corazón, no sé si tú crees en el amor a primera vista, pero, yo sí, ¡y tú eres ese amor!>>

—¿Y sí la respondo? —se preguntaba observando la carta, mientras recordaba que su historia con Damian había comenzado de una forma similar. 

Lo pensó quizás todo el día hasta que decidió no hacerlo.

—No puedo fallarte Damian, no puedo fallarle a este amor —dijo guardando la carta en un pequeño baúl.

Abigail no tenía ni idea que esa carta era la primera de muchas, pero no fue hasta el número tres que se armó de valor y la contesto, ella fue clara y breve de una forma que a cualquiera le hubiera dado risa.

Damian paso a eso de las 6:00 p.m. después de cerrada la academia y sonrió al leer el contenido de aquella carta.

<< ¿Puedo saber antes que nada cuál es tú nombre?>>

—¡Damian, que se pronuncia Demian amor! —suspiró mientras abrazaba la carta contra su pecho y una sonrisa muy marcada adornaba su rostro.

-Paola

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