Capítulo IX

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Abigail se había quedado completamente muda por las palabras de Damian, para ella era tan complicado el creer o albergar la esperanza de que todo aquello fuera una realidad, un completo desconocido le decía que no importaba el tiempo, mientras que un amor de tres años en un sólo instante había echado todo aquello a la basura, y no conforme con eso el tiempo le arrebató la vista.

—Lo pensaré Damian, por ahora me tengo que ir.

—Quédate un momento más por favor yo te llevo a tu casa.

—Sí… está bien, solo le aviso a Estefania y vuelvo.

—Yo te acompaño, ¡vamos!

—¡Hola! —decía Damian, saludando a Estefanía quién estaba pagando los libros que había elegido.

—Me gustaría si no te molesta robarme por esta tarde a tú hermana.

—No, no claro que no, está bien yo me regreso sola no te preocupes, decía Estefania mientras sonreía y se despedía de Abigail con un beso en la mejilla.

-Bien, que haremos hoy, preguntaba Abigail mientras se sostenía del brazo de Damian para caminar. –Nada especial creo, más que charlar. –Así y ¿sobre qué?  -Sobre ti, sobre mí, respondía él con un tono coqueto. –Está bien ¿Y qué quieres saber de mí? –Me gustaría saber a qué te dedicabas. –Era decoradora de interiores, respondió Abigail con un tono melancólico, ¿y tú a qué te dedicas? -trabajo en la cafetería y ayudo a mi abuelo con la representación de sus pinturas y a mi papá con la ganadería, ¿Cuál es tú color favorito? –No tengo uno, me es tan difícil elegir un solo color, ¿Cuál es el tuyo? –El azul, ¿Cuál es tú comida favorita? –ja, ja, ja si hablamos sobre cosas favoritas nunca he tenido nada favorito, soy demasiado complicada para elegir solo algo de todas las opciones.

La poca tarde que quedaba se fue pasando tan rápido que cuando notaron ya era hora de regresar a su casa, seguramente si no regresaban antes de la siete, a doña Eva le daría un ataque de nervios, porque, aunque su sobrina era mayor de edad aún era una mujer muy conservadora y simplemente había salido de su casa sin que Damian haya llegado a pedir algún permiso.

-Me he divertido mucho esta tarde Damian. –Ojalá y sea la primera de muchas Abigail, he quedado fascinado contigo, aunque no lo creas. –Gracias, igual ya tengo que entrar a casa, descansa. –Por favor no olvides lo que te he dicho porque mis sentimientos siguen siendo los mismos. –Estaré al pendiente de tenerlos presentes, ¡lo prometo! Decía Abigail mientras se despedían con un suave beso en la mejilla.

Aquel sentimiento en el pecho de Abigail saltaba como nunca queriendo salir, pero ella fue tan reservada que fue muy difícil que Damian lo hubiese notado. – ¿Puedo venir mañana a visitarte? –Agradezco tu cortesía, pero Damian enserio preferiría si dejamos de vernos por un tiempo, creo que no te mereces estar al pendiente de una persona como yo que a pesar de tantas palabras bonitas no consigue despojarse de sus miedos. –Lo sé, y yo quisiera si me lo permites poder ser esa persona que te ayude a despojarte de ellos. –Suena tan lindo Damian, pero enserio creo que no sería justo para ti porque yo no estoy segura de nada. –Estoy convencido de eso, es por eso que te pido me des la oportunidad de lograr darte esa seguridad que necesitas o por lo menos intentar, pero si tiempo es lo que necesitas está bien, yo sabré esperar ¡lo prometo! Y no es de esas promesas que se suelen olvidar.

Las palabras de Damian quedaron tan presentes en el corazón de Abigail, que por más que intento no pudo ser indiferente con ello. –hola Abi ¿Puedo pasar? –Sí, sí pasa. – ¿puedo saber cómo te fue? –Bien, Damian es muy dulce. –Me gusta que digas eso –A mí también, pero no tiene caso. -¿Por qué? –porque veme Estefania, no soy la misma de antes, me convertí en quien sabe qué, me siento tan inútil, tan pequeña y aunque él me hace sentir bien, no me siento digna de que alguien como él pretenda hacerme feliz. –Te cuento algo, decía Estefania mientras se sentaba en la cama, Damian es un hombre por lo que he visto y escuchado que podría tener todo lo que quiera a eso le atribuyo mujeres, pero él siempre te elige a ti, la noche que fuimos al baile, él bailo con la señorita Laura y por lo que vi la dejo por irse contigo, lo demás tu sabes paso lo que quedaba de la noche contigo, y lo que hizo al otro día de venir a casa a buscarte habla muy bien de él y que tiene un interés sobre ti. –No me estés llenado de cosas la cabeza, Estefanía. – ¿De qué hablas? –Que seguramente me estás diciendo todo esto para persuadirme de lo contrario, dijo Abigail con un tono molesto como era su costumbre –Enserio no te entiendo Abigail, si te lo estoy diciendo es porque enserio creo que debes al fin salir de ese frasquito en el que te has metido, porque créeme que la única que siempre se ha tenido lastima de sí misma has sido tú y hasta yo me estoy cansando de lo mismo, así que piensa bien las cosas Abigail porque si no hasta lo más hermoso que te pueda pasar será nada y al final lo perderás, y no te lo estoy diciendo para que aceptes a un hombre en tu vida, simplemente te lo digo para que te des una oportunidad de ser feliz –Vete de mi cuarto Estefania, vete.

Aquellas palabras de su propia hermana habían dolido tanto en el corazón de Abigail, pero, aunque con dureza logro ver que estaban llenas de mucha realidad, Raymundo vivía feliz, mientras que ella ya hace mucho no. Así que lloro toda la noche hasta que al día siguiente su tía Eva la despertó porque tenía una inesperada visita.

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