Capítulo VII

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—¿Hace cuánto no ves? —Preguntaba don Rodolfo a Abigail mientras Damian lo ayudaba a recostarse sobre el prado.

—Un año y meses.

—Bien, Abigail entonces hoy aprenderás a ver por primera vez después de todo ese tiempo ¿Recuerdas cómo era el cielo?

—Sí, mucho.

—Entonces será fácil.

—¿Qué será fácil?

—Ver las estrellas, cierra tus ojos Abigail e imagina el cielo, deja que la poca brisa toque tu piel, relájate y escucha la voz de Damian.

Abigail no podía comprender nada de lo que sucedía, y don Rodolfo lo pudo notar.

—Tengo setenta y dos años,  jovencita, y de esos llevo cincuenta y cuatro   sin ver, tenía dieciocho cuando perdí la vista y a pesar de eso tengo una vida muy feliz, así que hazme caso prometo que no te arrepentirás.

Aquella velada fue una de las experiencias más hermosas para Abigail, ella imaginaba mientras Damian describía el cielo y cada estrella que estaba a su vista, sus pocos recuerdos lograban hacer que el cielo se viera tan lleno de estrellas; no era precisamente que recuperará la vista era solo que  aprendía a recordar y el recuerdo se convertía en unas hermosas constelaciones.

Cuando todo aquello termino fueron al pórtico a tomar un poco de chocolate caliente. 

—Nunca  imaginé que tuvieras un familiar ciego —decía Abigail, aprovechando que don Rodolfo había ido por otra taza de chocolate para él

—Ya lo escuchaste, tiene cincuenta y cuatro años  de ser invidente, y aunque no lo creas nunca lo pareció, hizo una carrera, tuvo una familia y ha sido feliz.

—¿Una carrera a qué te refieres?

—Mi abuelo es pintor.

—¿Cómo que pintor?

—Sí, así como lo escuchas ¡y de los buenos!

—¿Cómo logró serlo? —preguntó Abigail confundida.

—Tenía veinte años cuando conocí a la abuela de Damian —decía don Rodolfo mientras se sentaba a la par de Abigail— Cuando la conocí estaba tan perdido llevaba dos años de sentirme tan desdichado, pero ella fue cuidadosa, era amante del arte y me enseño a ver el mundo de una forma que nunca pensé que se podría ¡con los ojos del alma! Así que después de eso solamente me dedique a pintar lo que imaginaba y lo demás fue viniendo poco a poco.

—Nos podemos ir Damian —decía Abigail sin importarle nada.

—No seas mal educada jovencita, siquiera deberías de tener un poco más de tacto con tus acciones —dijo don Rodolfo.

—Déjala Abuelo, ella siempre es así y no creo que ninguna palabra pueda atravesar su tan frio corazón.

Damian se había molestado mucho por la forma de comportarse de Abigail, su abuelo estaba siendo muy sincero con ella pero a ella todo eso le dio por igual.

De camino a casa de doña Eva ninguno de los dos mencionó palabra alguna, hasta que llegaron.

—Lamento  mucho que te hayan molestado mis acciones Abigail —decía Damian mientras la ayudaba a bajar del auto

—No tienes por qué disculparte.

—Entonces ¿Por qué esa actitud?

—Porque la historia de tú abuelo me hizo darme cuenta de lo desdichada que soy, porque yo no tengo a nadie que me ayude o me enseñe siquiera a ver con los ojos del alma, ¡ni siquiera sabía que eso era posible!

—¡Enserio estas muy ciega Abigail! Acaso no te das cuenta que yo quiero ser esa persona, pero estas tan ciega, más que de vista de tú corazón,  estas en un pequeño frasco del cuál no pretendes salir, pero tampoco dejas que nadie entre simplemente eres egoísta y ya.

—¿No te das cuenta? cómo me vienes a decir eso, ni siquiera te conozco Damian y no me conoces tampoco.

—Nunca te conoceré a menos que me lo permitas, solo eso quiero Abigail que me dejes entrar a tú vida y ser ese rayito de luz que te hace falta… y quizás si sea un gran tonto por enamorarme de la chica que conocí en el lago pero para mí eso es suficiente.

—Tengo que irme a la casa.

—¿Es enserio? Ninguna de las palabras que he dicho te han importado verdad —decía Damian mientras su ojos se llenaban de lágrimas.

—No es que no me importen Damian, es simplemente que yo nunca podré ser la mujer que por lo que he visto necesitas, porque eres maravilloso y yo tan simple.

—No eres simple Abigail eso solo está en tu mente ¡eres maravillosa!

Abigail era tan tonta que aunque cada palabra de Damian la derretían de emociones por dentro, no daba crédito a pensar que una persona que recién conocía se pudiera enamorar de ella, mucho menos a alguien con sentimientos tan nobles como podía notar que era Damian.

Así que solo volvió a guardar silencio y dejó que él se fuera quedándose parada escuchando como el sonido del vehículo se desvanecía poco a poco, y sentía que el corazón se le hacía pedazos sin entender el porqué de aquél sentimiento.

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