Capítulo XIII

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Durante toda la noche de ese día Abigail no pudo dormir como lo tenía por costumbre, cada risa y palabra de Damian estaba en su mente. No podía olvidar todo aquello que había hablado con don Rodolfo, con Estefanía y todo aquello que Damian le decía, y sabía que más que palabras también habían hechos.

-¿Me puedes llevar a casa de Damian por favor? -Dijo Abigail- con un tono serio típico de ella a primera hora del siguiente día.
-sí claro, vamos, respondió Estefania muy confundida.
-¿Puedo saber a qué vas? -Preguntó doña Eva- un poco embrollada.
-No tía -respondió Abigail-, con una sonrisa.

No tardaron mucho tiempo en llegar a casa de Damian, pero Abigail prefiero que Estefania parará en la entrada. -Me puedes dejar acá Estefania. -¿Cómo? ¿No pretendes que te espere? -No, no te preocupes.
-¿Por lo menos me puedes decir a qué se debe que quisieras venir acá? -Preguntó Estefania- desde el auto mientras Abigail se bajaba
-Por favor -dijo Abigail- con un tono dulce que hizo que Estefania se sorprendiera, pero escuchar aquello le hizo sentirse feliz por su hermana, sabía que algo importante estaba sucediendo en la vida de Abigail, pero como era su costumbre no pretendía ser impertinente.

Abigail caminó despacio por todo el prado que quedaba para llegar a la puerta de la casa de Damian, aunque hubo un instante en el que paró por la duda de saber si lo que estaba haciendo era lo correcto, pero luego de discutirlo con ella misma por un momento se armó de valor y continúo caminando, subió despacio las gradas y espero en el pórtico hasta que Damian saliera después de avisar con una de las personas encargadas de limpieza que estaba allí.

-Abigail ¿Qué haces aquí? -Preguntó Damian- muy sorprendido, pero al mismo tiempo feliz.
-Sucede que ya no necesito tiempo, y me dijiste que me ibas a esperar así que solo vine a decirte que ya no tienes que esperar más -Decía Abigail- mientras sentía como el corazón se le salía del pecho; y estoy lista para comenzar a caminar de tu mano si me lo permites, pero tengo miedo; terminó con un sentimiento de duda.
-No te imaginas la felicidad que siento por escucharte decir eso, y verte, verte aquí Abigail y ¿de qué tienes miedo? Pregunto Damian con un nudo en la garganta.
-Tengo miedo de lo que vaya a pasar y que esto solo sea un sueño y me gustaría saber ¿qué es lo que sientes por mí? Porque estoy acá parada como una tonta sin tener la menor idea de que es lo que estoy haciendo, porque créeme nunca había hecho algo parecido y estoy dudosa de lo que hago... pero quería hacerlo. Se escuchó una Abigail muy nerviosa.

-¿Hacer qué?
-Esto, venir a buscarte para decirte que ya no necesito tiempo.
-Pero si no te sientes cómoda aún yo comprendo Abigail.
-¡Yo quiero que me digas que quieres de mí! -dijo Abigail- mientras se apoyaba con su bastón.

-Hay dos clases de amor Abigail, amores que duran para siempre y otros que vienen y van.
-Y ¿cuál quieres ser tú Damian? -Preguntó Abigail- con un pequeño y suave nerviosismo por dentro.
-Yo quiero ser tu amor de todos los días con un felices para siempre que dure toda la vida... ¡claro, si tú me lo permites! -Respondía él- tomándola de la mano con un timbre de voz que hubiese enamorado a cualquiera, mientras que un pequeño beso terminaba la conversación y el viento de una mañana nublada los acogía fuertemente.

-No te imaginas cuanta felicidad siento por dentro Abigail, siento que el corazón se me va a salir, siente, siente para que veas que no miento, decía Damian colocando la mano de Abigail en su pecho. -Gracias, Damian por ser ese rayito de luz que llegó a mi vida. -Gracias a ti por permitirme serlo. -Y perdón, perdón... -¿por qué? -te robe un beso, susurró. -Pero fue el mejor beso que me hayan robado, contesto ella con una hermosa sonrisa.

-Paola

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