CAPÍTULO XXXVII

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Capitulo XXXVII

—¡No puedo creer que me hagas esto Damian! —dijo Tatiana muy alterada levantándose de la mesa.

—¿De qué hablas? —preguntó Damian desconcertado.

—¡De todo esto! ¿Acaso no te das cuenta?

—¿De qué? —preguntaba nuevamente Damian sin salir de su desconcierto por ver la actitud de Tatiana.

—¡Creí que al fin me pedirías matrimonio! —lloró.

Damian guardo un momento silencio por verla destrozada.

—Tú sabes Tatiana que estamos muy lejos de que algo así se dé… lo sabes desde siempre y aún asi preferiste seguir con esto.

—¡Tenía esperanzas de que me amarás Damian!

—Yo también Tatiana, pero siempre he sido sincero y eso aún no ha sucedido, y me encantaría hacerlo y te juro que he tratado, pero…

—¿La sigues amando cierto?

—¡Más que nunca! —suspiro Damian— enserio perdóname por lastimarte, así que lo mejor es que todo esto se termine de una vez por todas.

—¿Qué terminemos?

—Sí Tatiana, ya no le veo caso en seguir con esto, no tiene ningún caso que sigamos juntos cuando no hay amor suficiente.

—Yo te amo Damian, te amo tanto, prometo ser paciente y esperarte hasta que te enamores de mí.

—¿Qué dices?

—Que olvidemos todo, yo estoy dispuesta a olvidar todo esto y seguir adelante con la relación, pero Damian ¡por favor no me dejes! —decía Tatiana mientras su rostro se empapaba de lágrimas.

—Es lo mejor Tatiana, perdóname, pero es lo mejor, no mereces estar con un hombre que no te quiere, agradezco mucho todo el tiempo que has estado conmigo, pero tú siempre supiste lo que sentía y aun así quisiste seguir, ahora creo que tú nunca te vas a dar cuenta y yo no soy capaz de seguir con esta farsa.

—¿Entonces porque me compraste los aretes? —preguntó Tatiana con esperanza.

—Porque te quiero Tatiana, eso no lo dudes y eres especial para mí, pero únicamente como amiga.

El cielo estaba muy nublado, el clima estaba más frio de costumbre, los relámpagos y los truenos eran el único sonido que había, no había ninguna estrella y solamente se podía apreciar las gotas de lluvia resbalando sobre las ventanas.

Abigail había llegado a casa de su tía Eva con el corazón destrozado, se había percatado de que no la descubriera llorando y en su soledad seguía lamentándose lo que había presenciado esa noche. Y si tan solo hubiese sabido que nada era como pensaba sus lágrimas hubieran cesado.

Fue una de las noches más largas que había tenido, ya hacía mucho no se quedaba tanto tiempo despierta hasta dormirse por no poder más y dejar de llorar porque ya no habían más lagrimas que derramar.

Al día siguiente ni siquiera pensó dos veces en irse a la ciudad, así que solamente le aviso a su tía al despertar que se marcharía esa misma mañana.

—¿Puedo saber qué es lo que sucede? —preguntaba doña Eva, notando perfectamente los ojos hinchados de su sobrina.

—Lo ví tía y se va a casar —respondió Abigail con tal melancolía que doña Eva quedo perpleja por la notica.

—¿Cómo dices?

—Que se va a casar con Tatiana, anoche lo vi así que no quiero seguir acá, no quiero encontrármelo y ver que es feliz porque aún no estoy preparada para eso; porque aunque me alegra mucho que sea feliz no estoy preparada para dejarlo ir.

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