CAPITULO XLIX
Los ojos de Abigail estaban humedecidos y al cabo de unos cuantos segundos su cara estaba empapada, no podía creer lo que pasaba, había esperado tanto por Damian que verlo de rodillas frente a ella era lo más maravilloso que podía sentir, un mar de emociones la llenaban hasta no poder. Y aunque con dificultad por la emoción su respuesta fue simple.
-¡sí! aceptó casarme contigo Damian.
Damian suspiro en señal de alivio, porque, aunque sabía que Abigail lo amaba, temía que hubiese algo que impidiera fueran felices, pero no lo había, ya no había nada que se los impidiera. Así que podían ser completamente felices.
*Abigail.
Dicen que siempre después de una caída nos levantamos, ¡pero vaya caídas!
Suena todo tan fácil mientras lo dicen, que es tan fácil creerlo, ¡pero no lo comprendes hasta que lo vives!
Para mi suerte encontré en mi camino al hombre más maravilloso que el destino me pudo dar, en algún momento fui ciega, cobarde, miedosa, inmadura, y a pesar de todo eso él simplemente me amó, y me enseñó a amarlo, con tal intensidad que nuestro amor fue tan grande que supero cualquier obstáculo.
Por un momento lo perdí, pero aun así nos reencontramos, una y otra y otra vez.
No le importó mi sarcasmo, mis debilidades, simplemente me amó y me ayudó a levantarme.
Mi nombre es Abigail Ritz aunque para este entonces he cambiado mi nombre por mi apellido de casada. Abigail Door, ¡como una puerta! -perdón, pero me es difícil no decirlo al pronunciarlo.
Siempre pensé incluso el mismo día de mi boda, cuando caminé hacia al altar en medio del prado que casarme era el cuento de hadas perfecto.
Con Damian planeamos hacerlo en a la orilla del lago aprovechando el enorme jardín de su casa, estaban las personas más allegadas a nosotros y quienes siempre jugaron un papel muy importante para nuestra relación, la decoración fue perfecta aunque también fue motivo de pelea, él era demasiado simple para mi gustó, y él creía que la simple era yo, nos costó tanto ponernos de acuerdo con el color de todo, elegir si iban a ver flores o no y qué color, ¡estuvo de locos!; Damian usó un esmoquin negro que lo hacía ver como un pingüino pero eso sí ¡el pingüino más guapo que pude haber visto!
Y a pesar de todo fue maravilloso, al caminar al altar mis piernas temblaban de emoción y ver a Damian llorar fue... tan especial que nunca me imaginé que nuestra boda serías así.
Me casé completamente enamorada, con un hombre que me amaba y al cual yo amaba; pero nuestro matrimonio nunca fue un cuento de hadas, ¡no mentiré en eso! siempre peleábamos, discutíamos por todo, incluso hasta por el más mínimo detalle. Parecíamos unos niños peleando por cualquier cosa.
-¡Abigail! ¿En dónde están mis...?
-¿Por qué gritas? ¿Qué te pasa?
-¿En dónde dejaste mis calcetines?
-Están en la cesta de ropa ¡búscalos!
-No están allí.
-¡claro que sí!
-No Abigail, no están allí.
-Sabes que... ¡quédate sin calcetines por no buscarlos!
-Abigail, Abigail que te pasa.
-¿Qué te pasa a ti?
Pero había algo muy importante, ambos estábamos comprometidos el uno con él otro, y no importaba que tan fuerte hubiese podido ser la pelea siempre encontrábamos una solución porque al final del día verlo a mi lado, compartiendo la misma habitación y la misma cama, era lo mejor que podía suceder y teníamos únicamente una promesa, pero la más grande de todas. ¡Respetarnos y amarnos!
-¿Sabes que te amo cierto?
-Yo también te amo.
-Olvidemos lo de los calcetines no tiene
importancia.-ja, ja, ja ninguna.
-¿Estamos locos cierto?
-Sí, muy locos Damian, ja, ja, ja
Cada mañana salíamos a caminar al lago, tratábamos de ser el bastón del uno al otro, fuimos felices con la llegada de nuestros hijos, un hermoso niño al que llamamos Joaquín y una niña llamada Elizabeth, fuimos felices con la llegada de nuestros nietos; pero también lloramos, lloramos la muerte de Dail nuestro hermoso perro, lloramos la muerte de don Rodolfo, la muerte de mi tía Eva, de doña Leticia, don Martín, de mi madre, e incluso de otros amigos y familiares.
Siempre estuvimos juntos, me casé con el amor de mi vida, y no había día en el que no me sintiera más enamorada, y conforme pasaron los años incluso llegué a amar sus canas, sus arrugas y su voz de anciano.
Hace exactamente cincuenta años me casé con el hombre más maravilloso que la vida me pudo dar, y puedo decir que en ese tiempo el levantarme y ver su rostro ¡era mi mejor paisaje! Sus ojos verdes y mirada profunda me hipnotizaron siempre.
"Voy a amarte y respetarte hasta que la muerte nos separe" y así fue, nuestro amor fue sincero y profundo hasta que la misma vida se encargó de separarnos, Damian falleció hace ocho meses y justo hoy me estoy preparando para ir al cementerio. Pero quizás esa sea la promesa que nunca respetaré "Amarte y respetarte hasta que la muerte nos separe" porque hasta el día de hoy incluso después que se fue, lo sigo amando con la misma intensidad que siempre, y solamente estoy a esperas de que la vida me llevé y podamos juntarnos nuevamente para seguirnos amando.
Y mientras ese momento llega puedo ser feliz y sentir que vuelvo a vivir recordando cada momento que vivimos juntos cuando éramos jóvenes.
<<-Hay dos clases de amor Abigail, amores que duran para siempre y otros que vienen y van.
-Y ¿cuál quieres ser tú Damian?
-Yo quiero ser tu amor de todos los días con un felices para siempre que dure toda la vida...>>
-Paola Calderón.
(Gracias de todo corazón por el apoyo)
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DE LO MÁS PROFUNDO
Romance*Sin editar Hay una línea muy delgada en lo que pudo ser y lo que será. Abigail es una mujer joven que ha pasado la peor desilusión de su vida luego que su prometido la engañara a pocos días antes de su boda, y pareciendo que la vida se ensañó con e...