CAPÍTULO XXXII

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Capitulo XXXII

Un año exactamente desde aquella triste separación y ¿Qué pasa en un año? —pasan muchas cosas.

<< —Gracias por esta oportunidad —decía Raymundo muy sonriente ayudando a Abigail a subir las maletas a su auto.

—Mejor hablamos luego —respondió Abigail melancólicamente, su tía prácticamente la había echado y tenía que regresar a su casa con el corazón roto casi de la misma forma que llego, con un hombre que le parecía detestable.

—¿Te vas? —preguntó Damian muy sorprendido.

—¿Qué haces aquí?

—Creí que habías cambiado de opinión amor.

—Damian me voy a la ciudad con Raymundo, por favor ya no te engañes más, sé feliz te apuesto lo que sea que hay muchas mujeres que te aman tanto…

—Pero yo no las amo a ellas —interrumpió Damian.

—Por favor sí.

—Por favor tú Abigail ¿Enserio crees que te voy a creer que estas enamorada de este…?

—Mucho cuidado con tus palabras Damian —dijo Raymundo— ya deja de molestarnos y vete, ten un poco de dignidad.

—Abigail por favor.

—Me tengo que ir sí —Termino Abigail subiendo al auto.

—¿Eres feliz haciendo esto? —preguntó Damian limpiándose el rostro.

—No, porque lamento lastimarte —respondió Abigail tragándose el mar de dolor— pero no puedo seguir pensando en que más te lastimaría si sigo contigo.

Ella hablaba de los sacrificios que él hacía por ella, pero él pensaba en que seguramente ella enserio estaba enamorada de Raymundo.

—Solo recuerda que no habrá nadie más en este mundo que te amé como yo, así que si esta es tú decisión quiero que sepas que yo seré feliz porque tú lo serás. —dijo Damian con la voz entre cortada.

Las palabras de Damian penetraron tan profundo en el corazón no solamente de Abigail, sino que también de doña Eva y Estefania, después de ser testigos del gran amor que había entre ellos dos, ahora eran testigos del sufrimiento de ambos, pero sabían que nada podían hacer así que solamente se quedaron calladas.

—¡Gracias Damian! Enserio Gracias, y perdóname —lloró Abigail— perdóname por causarte tanto daño.

—No, no pidas disculpas Abi, no tengo nada que reprocharte, al contrario, gracias por tanta felicidad —dijo Damian— gracias por cada risa, cada ilusión, cada mañana llena de alegría, gracias por haber estado conmigo todo este tiempo.

Él se dirigió a su auto que estaba un poco del de Raymundo y cuando todos pensaron que se iría, una melodía se comenzó a escuchar, era la armonía que él había compuesto especialmente para ella y ahora no era una hermosa canción de amor, era una melodía de despedida.

Damian estaba desecho y la tonta de Abigail también, pero su amor era tan grande que solamente en su intenso amor ambos deseaban ver feliz al otro, el problema era que pensaban que su felicidad estaba a distancia y lejos del otro.

Doña Eva abrazo a Damian muy fuerte dándole consuelo al ver como el auto se alejaba poco a poco, su corazón se le había roto en mil pedazos y no había forma de recuperarlo.

Era una mañana lluviosa y Abigail solamente se recostó en la ventana del auto, le era imposible olvidarse de Damian y de tantos recuerdos, al contrario, cada momento que vivió con él estaban más presentes que nunca y el dolor también.

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