Capítulo XLVIII

2.4K 185 5
                                    

Capitulo XLVIII

—¿Abigail? ¿Por qué lloras? —preguntó Damian con cierta dificultad al hablar— ¿Por qué estoy así?

—¿Damian? —los ojos de Abigail se hicieron más grandes.

—¿Qué es esto Abi?

—¡Esteban, Esteban! —salió gritando Abigail.

—¿Qué pasó? —preguntó Esteban estupefacto por los gritos.

—¡Despertó, Despertó!

Esteban estaba sorprendido por tan inesperada noticia, aunque no era el único ¡todos lo estaban! nadie daba crédito a lo sucedido, Damian había despertado y simplemente parecía que lo había hecho de un sueño, no de un estado delicado como el que se encontraba y peor aún de tanto tiempo.

Don Rodolfo fue una de las personas más afectadas sentimentalmente por aquel suceso, su nieto, su adorado nieto viviría.

—¡Esto es un milagro! —lloraba y reía de emoción.

Conforme pasaron los días, el estado de Damian fue evolucionando era un camino un poco largo, después de pasar tanto tiempo en coma, sus músculos no tenían las mismas fuerzas así que necesitaba ciertos cuidados hasta lograr sentirse como nuevo.

No fue fácil el tener a Abigail, Damian y Esteban compartiendo causaba ciertas incomodidades que Damian percibía perfectamente, el notaba que entre aquel amable doctor y Abigail sucedida algo, aunque no sabía que era y por esa misma razón trataba de no hacerse más ideas. 

—Aun no puedo creer que haya estado en coma tanto tiempo. —decía Damian muy confundido.

—Eso ya quedó en el pasado —dijo Abigail con voz suave— lo importante es que ya estás conmigo.

—¿Me amas?

—Más de lo que algún día imaginé.

—Perdón por no decirte quien era, pero… tenía miedo de perderte.

—Fuiste el mudo más guapo del mundo entero —rieron.

Esteban solamente observaba desde la ventana para él era complicado el ver a Abigail porque aunque era poco tiempo en el que se habían conocido ella ya era importante para su vida, y verla con Damian le causaba cierto dolor.

—Siempre creí que estaba preparado para ver esto si sucedía, pero creo que nunca lo estuve— susurró.

Abigail sintió como Esteban los observaba y con mucha discreción lo volteó a ver, para ella era un poco complicado, Esteban era un hombre especial e importante, y aunque estaba enamorada de Damian, había algo que la hacía sentir mal.

—Bien, creo que mi trabajo por acá ha terminado —dijo Esteban con una maleta en mano.

—Gracias doctor por los cuidados —dijo Damian apoyado con un bastón.

—Simplemente cumplí con mi deber, y enserio que gusto que este bien Damian.

Abigail estaba en silencio, miraba a Esteban una y otra vez, y sentía algo tan extraño en su interior, sentimiento que lo único que quería era que Esteban no se fuera.

—¡Te vamos a extrañar! —dijo Abigail sonriendo.

—Espero que sí señorita —devolvió el saludo y termino de despedirse. 

Después de la despedida, el carro de Esteban se perdió por la arboleda que rodeaba la casa de los Door. Abigail solamente se quedó observando el vehículo un poco nostálgico.

—¿Me vas a decir que pasó? —preguntó Damian quien había notado lo que sucedía— Nunca quise preguntar nada al respecto, pero me gustaría saber qué pasó con Esteban.

—Salimos unas cuantas veces —respondió Abigail incomoda.

—¿Lo amas?

—Lo quiero y le tengo mucho aprecio.

—Sí sabes que te amo ¿Cierto Abigail?

—Sí, lo sé.

—Solo quiero que tengas presente que, si tu no lo haces, yo te doy la libertad que quieras para que seas feliz. —dijo Damian con la voz entrecortada. 

—¿Recuerdas que en algún momento me dijiste que habían amores que vienen y van?

—Sí —respondió Damian con duda.

—Creo que Esteban fue uno de esos, pero el problema es que yo ya tenía el amor de mi vida que durará para siempre. —sonrió—  y por esa razón no pude vivirlo.

—Pero podrías vivirlo.

—Quizás pero no quiero, porque te quiero a ti, solo a ti Damian —susurró— y quiero estar contigo todos los días del resto de mi vida porque te amo.

La suave brisa del clima frio del pueblo acarició sus rostros acompañándolos en un dócil beso.
Al fin podía estar juntos, y nadie ni nada los podría separar. Damian se recuperó pronto y volvió a caminar, correr y saltar con la misma intensidad que lo hacía siempre, su relación estaba lo mejor que se podía estar, ambos estaban rencontrándose sin ninguno de los dos tener algún impedimento, pero conforme más compartían se daban cuenta que no tenían nada más en común que el piano.

Discutían, peleaban, se enojaban, pero al final de todo se reconciliaban, estaban en el punto perfecto en donde podían ser como eran, no tenían la relación perfecta que siempre tuvieron, pero se amaban y eso era lo único que importaba.

Su vida, su carrera, su todo marchaba de la mejor manera, eran felices aunque pelearan o se enojaran, eran felices porque únicamente les bastaba que estaban juntos, y que si en algún momento había un problema, ambos estaban completamente dispuestos a resolverlo.

—¿Qué es esto Damian? —preguntaba Abigail al ver las luces de la cafetería apagadas.

—Nada no te preocupes ahorita las enciendo.

—Recuerda que ya es tarde y quedé con mi tía de llegar temprano.

—Sí lo sé, pero descuida ya llegarás.

—Damian es que no quiero dejarla sola, ya ves que Estefania no está ahora para que le haga compañía.

—Esta Dail, y tú sabes perfectamente que doña Eva lo quiere mucho.

—¡sí! ¿Es que cómo no quererlo? —sonrió Abigail— ¿Me vas a decir hoy sí que hacemos aquí?

Abigail se quedó perpleja al adentrarse al patio de atrás de la cafetería un piano blanco estaba en el centro, el jardín estaba lleno de velas y el camino formado por pétalos de rosa. Damian se había adelantado para poder entonar una melodía, la misma que en algún momento había escrito especialmente para ella.

—Déjame hacer hoy lo que hace dos años y meses no pude hacer, estaba con las mismas ideas, mismos sueños y mismo entusiasmo que lo estoy hoy, a diferencia que después de tanto tiempo hoy me siento más enamorado que antes, porque te conozco, conozco tus enojos, tu sarcasmo, tu humor, tu sonrisa, tus lágrimas y estoy convencido que desde que te conocí sabía que eras el amor de mi vida. Así que déjame preguntarte. ¿Quieres ser mi esposa?

-Paola

DE LO MÁS PROFUNDO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora