Capitulo XXXIV

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CAPITULO XXXIV

—¡Gracias! —dijo Damian con indiferencia y volviendo después de unos segundos en sí, saludó a todos aquellos que muy ansiosos lo saludaban.

Fue una noche larga para los dos, incluso para Damian que hubiese sido fácil olvidar aquel encuentro, no lo fue, y en la pequeña fiesta de celebración por el éxito de su presentación en una mesa aparte estaba sentado cruzado de brazos, su cuerpo estaba allí, pero sus pensamientos muy lejos de aquel lugar.

—¡Estaba más linda que nunca! —pensó— ¡Hay Abigail si supieras cuanto te amo! y todo pudiera ser diferente sería el hombre más afortunado de toda la tierra.

—¿Puedo saber en qué piensas? —se acercó don Rodolfo.

—Sí no te conociera pensaría que puedes ver perfectamente —dijo Damian sonriente.

—No es difícil adivinar que estás pensando en algo importante, porque tú relajo en las fiestas está ausente, y quizás nunca he podido verte, pero si escucharte y hoy no te escucho.

—¡La vi abuelo! —suspiró

—¿A quién? —preguntó don Rodolfo.

—Abigail fue a la presentación —continúo Damian— no te imaginas lo preciosa que se veía, pero eso tú lo sabes bien.

—¡Que estaba preciosa no, eso lo ignoro! —rio don Rodolfo.

—Gracias por llevarla.

—¿De qué hablas? —preguntó don Rodolfo fingiendo no saber nada.

—No te hagas abuelo, te conozco muy bien y sé perfectamente que Abigail no hubiera ido de no haber sido por ti.

—¿Por qué no la buscas? Ya ha pasado mucho tiempo de todo y creo que ambos merecen ser felices.

—Tú sabes muy bien porque no puedo abuelo —suspiró Damian.

—Lo que sé es que los dos son muy tontos, quizás si fue una relación de poco tiempo, pero cuando es amor real hasta un minuto basta para saberlo —dijo don Rodolfo con tono molesto.

—Fue ella quien dijo que no me amaba.

—¿Enserio eres tan tonto como para creerle? ¡Me sorprendes!, Damian has esperado un año pensando que ella no te quiere bla, bla, bla, al lado de la cacatúa de Tatiana y todo porque te dijo que no te amaba ¿Enserio te parece lógico? Pareces un niño al que se le desinflo el globo y no quiere volver a inflarlo pensando que está roto cuando no es así, piénsalo —dijo don Rodolfo mientras tomaba su bastón y se alejaba de la mesa.

Mientras en su cama Abigail daba una y otra vuelta sin poder conciliar el sueño, no tenía un rostro en quien pensar, pero con emociones y sentimientos encontrados era suficiente, además de una voz que con solo oírla lograba penetrar a lo más profundo de su ser, sus recuerdos estaban tan presentes esa noche desde la primera vez que escucho aquella voz de Damian, recordaba cada encuentro, cada salida y cada beso.

Sus ojos se llenaban de lágrimas y se sentía inútil, porque a pesar que lo amaba podía darse cuenta que todo aquello por lo que se alejo era real, Damian había logrado sus sueños y aunque quisiera volver no podía, porque ella seguía siendo la misma Abigail de siempre sin nada que ofrecer o dar, pero no notaba que su amor era lo único que necesitaba Damian para ser feliz.

—¡Buenos días Abigail! —saludaron en coro Mariana y Andrea las profesoras de música de la academia.

—¡Buenos días! —contesto Abigail muy amable, mientras seguía caminando por la academia guiada por Dail.

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