Capítulo XXVIII

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Capítulo XXVIII

—Lamento mucho que las tenga que ver en este momento —decía Raymundo mientras tomaba un maletín y se sentaba.

—Ve directo al grano Raymundo porque sabes muy bien que si no fuera por estas circunstancias no eres bienvenido en esta casa —dijo doña Eva muy seria.

—Como bien sabrán su papá era muy amigo del mío, y por lo mismo era su abogado, en esta ocasión me ha tocado hacerme cargo de todo, por los quebrantos de salud de mi padre, estoy acá porque él dejo estipulado que un mes después de su partida, se leyera el testamento, tiempo que se cumple la próxima semana —continuó Raymundo— me disculpo por no haber dicho nada antes, pero las ordenes de su padre fueron esas y como abogado solamente me toca apegarme a las decisiones que tomen mis clientes.

—No quiero nada de ese hombre —dijo Abigail muy afectada.

—Yo sé que como familia es un tema muy difícil pero solamente quiero que tengan presente que, a pesar de sus malas decisiones en sus últimos días de vida, estuvo muy al pendiente de ustedes, la lectura del testamento será el lunes próximo en casa de su padre, ahora si me lo permiten es hora de retirarme, acá les dejo una tarjetita con mi número de celular por cualquier consulta y la dirección va atrás —agregaba entregándosela a doña Eva.

Tanto Abigail como Estefanía estaban muy afectadas por la muerte de su padre, quizás no como lo hubieran estado si él hubiera sido más cercano con ellas, pero si lo suficiente como para sentirse mal, porque, aunque era cierto que las había abandonado, era su padre, doña Eva al contrario no le afectaba en nada y solamente se concentraba en servir de ánimos para sus sobrinas.

—Ya pasará niñas, entiendo que les duela, pero tengan por segura que a pesar de todo se preocupó por ustedes —decía doña Eva desde la cocina.

—Tú sabes tía como lo hemos extrañado todo este tiempo, y personalmente solo hubiera deseado que estuviera vivo, aunque no supiéramos de él —dijo Estefanía.

Abigail solamente guardaba silencio, limpiaba sus lágrimas tranquilamente y se recortaba en los brazos de Damian que era su soporte.

Durante los siguientes días todo comenzó a volver a la normalidad, las palabras de doña Eva cada vez se volvían más cerca y más cuando decía que no les iba a afectar tanto porque ya no tenían costumbre de él, y así fue, conforme fueron pasando los días antes que se llegará el lunes, los ánimos volvieron a la normalidad, quizás era demasiado desabrido el cariño que le tenían a su padre, pero solamente era el fruto de tantos años de ausencia.

La lectura del testamento fue simple y rápido, el padre de Abigail se había hecho de unas cuantas propiedades durante el tiempo en que estuvo ausente, dos casas y un apartamento, una de las casas la dejo como herencia para un pequeño hijo que tenía con una mujer llamada Camila que ni siquiera se presentó, la otra casa para sus hijas Estefania y Cecilia y el pequeño apartamento para Abigail.

—Bueno Abigail espero que nos veamos pronto —dijo Raymundo acercándose a donde ella estaba.

—Yo no lo espero —dijo Abigail retirándose inmediatamente.

Damian que estaba sirviéndose agua solamente lo observo y al ver que Abigail se había retirado del lado de Raymundo se acercó muy cuidadosamente.

—Esta vez sí espero sea la última vez que te veo cerca de mi novia —dijo Damian muy molesto.

—¿Qué me vas a golpear otra vez si no lo hago? —preguntó Raymundo con prepotencia.

—No, no vale la pena que me ensucie las manos contigo —rio Damian.

—¿Cuál es tú nombre? Hahaha Damian creo —dijo Raymundo dándole un trago a su vaso de agua— prepárate porque me vas a seguir viendo muy seguido ¿acaso crees que todo termina aquí? ¡claro que no! Aún hay muchas cosas que tengo que ver con Abi por ejemplo lo de las escrituras etc.

—Ya te dije que te alejes de mi novia.

—¿Cuánto tiempo más crees que te va a durar el sueño? ¿Crees que Abigail va a preferir un amor de meses a un amor de años?

—sí, porque lo que yo le ofrezco es un amor puro y sincero, y no amor untado de estiércol como lo ofreces tú —dijo Damian muy molesto.

—¡Calma, calma Damian! —decía Estefania en voz baja— déjalo así Raymundo no merece siquiera que le hagas caso, porque lo único que busca es provocarte, siempre ha disfrutado hacerlo ¿O me equivoco Raymundo?

—Creí que nos llevábamos bien Estefanía —Sonrió Raymundo con su prepotencia— pero no te preocupes cuando seamos cuñados nuevamente nos llevaremos mucho mejor.

—Ojalá no te duela cuando te caigas de la nube en la que andas —replico Estefania muy sonriente, tanto que hizo que la sonrisa de Raymundo desapareciera por completo— vámonos cuñado que acá huele bien feo.

Estefania era una persona muy dulce, pero con Raymundo no podía y menos ahora que se había vuelto más arrogante que siempre, en un pasado se habían llevado bien pero después de lo que le hizo a su hermana era muy detestable para ella, incluso hasta más que para la misma Abigail.

Pero para desgracia de Damian y Estefania, Raymundo tenía razón cuando decía que iba a pasar más tiempo con Abigail y así fue, uno o dos días después de la lectura del testamento comenzaron a salir o verse para ver cosas relacionadas con el apartamento, aunque algunas eran hasta invento solo para pasar más tiempo con ella, Abigail siempre se portó muy distante y hasta cierto punto grosera ante los detalles que Raymundo tenia, una que otra vez la acompaño Damian y las otras Estefania en ningún momento estuvo a solas con él.

Raymundo estaba decidido a recuperar a Abigail, después que Lucero lo engañó, aparentemente se había dado cuenta de que perdió a la mejor mujer que había en su vida y por eso quería recuperarla, pero no contaba con que él ya no era ni un poquito importante para ella, y quizás eso era lo que le dolía más, porque los lazos de amor entre Damian y Abigail eran cada vez más profundos y él lo notaba perfectamente, pero no sabía que las ultimas ausencias de compañía de Damian se debían únicamente a las salidas en busca del anillo perfecto para pedirle matrimonio a su amada Abigail.

-Paola

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