7.- Ositos de peluche.

31 4 5
                                    

Me miraba en el espejo y recordaba cuando era joven. Mi rostro era suave, con una sonrisa radiante que tras los años ha ido escondiéndose.

Pronto jubilaría y tomaría un gran descanso. Un descanso que desde pequeña debí tomar.

Me iría de viaje por el mundo y pensaba en todas las cosas que debería dejar a mi paso, lo mucho que me costó conseguir todos aquellos objetos.

Tendría que vender la mayoría de mis cosas para partir por todo el mundo. Hasta mis ositos de peluche debía dejarlos ir, era lo que más me dolía.

Era un tema delicado que me hacia sentir frágil. Siete años... cuando tenía siete años. Pobre pequeña que no sabia lo que pasaba, que no pudo ayudar en ninguna de las situaciones.

*-Mamá!- solté lágrimas en menos de cinco segundos. ¿Por qué estaba ella llena de golpes y sangre?.

-Aléjate, que este es el castigo que se ha merecido esta zorra por no ayudar en casa- dijo papá.

Fui a mi cuarto y me encerré.*

Me sentía ahogada de repente. ¿Cómo seguía recordando todo esto?

Fui al baño a mojarme el rostro.

*- ¿Otra vez te has portado mal?- dije entrando a la cocina- ¿Por qué eres tan tonta? Sabes que a papá no le gusta la comida muy caliente, y se enoja más rápido cuando huele horrible. ¿Cómo no aprendes con todos esos golpes?- le dije a mamá, ella me miró sorprendida y su rostro pasó de asombro a una gran tristeza.

- No debes ver como papá se enoja, cariñito. Debes ir a tu cuarto y jugar a cualquier cosa- me trató de sonreír. Sabía que mamá actuaba.

- ¿Y qué gano si te hago caso?- pregunté interesada. Quería que mamá estuviera feliz si al menos yo la trataba bien.

- Cada vez que te vayas cuando estemos hablando fuerte junto a papá, te regalaré un peluche, pero sólo si te quedas escondida en tu cuarto hasta que te vaya a buscar. ¿Qué te parece?*

Gritaba de dolor, mi cuello ardía. ¿Cómo llegué a estar en el suelo llena de un dolor interno?. Mis manos temblaban y mis piernas no respondían a mi llamado. Me faltaba respiración.

* Corrí lo más rápido posible, papá había dado vuelta el comedor y había roto todos los platos. Mamá se había cortado la mejilla con un pedazo de loza.

- Acá está el botiquín mami- saqué algunas cosas de ahí y la ayudé a curarse. Los moretones no se salían con un parche curita, y me sentía mal por no poder ayudarla con eso.

- Gracias hija- me sonrió como pudo. Tenía un ojo negro e hinchado.- como premio te daré otro osito.

Ya tenía 15 en un mes y medio, y los juntaba en la esquina de mi habitación. Jugaba con ellos y me hacían compañía. Me trataban de ayudar para que los gritos de mamá pidiendo ayuda, disminuyeran. Ella decía que nunca debía salir aunque la escuchara gritar, debía esperar a que me buscara*.

Necesitaba un tranquilizante o no podría conmigo misma. Me tomé una aspirina y me saqué la ropa. Me bañaría con agua fría para congelar todos los malos recuerdos.

*Era viernes y papá llegaba con un olor más fuerte que en toda la semana. A mamá se le ponían los pelos de punta y trataba de hacer todo a la perfección. Pero ese día no le había salido todo como lo planeado; se le había quemado el arroz y se le había olvidado ponerle sal a la carne. Papá esta vez si que se molestaría.

Llegó y fue como pensé. Mientras él probaba la comida se sabía lo que se avecinaba. Mamá escribió en una servilleta temblorosa y me la entregó por debajo de la mesa, la tomé firmemente. Todo esto sin que papá se diera cuenta.

Cuando todo se salió de las manos y ya presenciaba cuando papá le empezó a pegar contra la pared y mamá gritaba de dolor, corrí a mi cuarto. Al llegar revisé lo que tenía la servilleta.

"Hija te adoro, pero ahora si quiero tu ayuda. Llama al 911 y diles nuestra dirección, y que quieren hacerle daño a mamá."

Sabía que nadie la quería dañar, pero lo haría por ella.

Llamé al número marcado y dijeron que irían inmediatamente.

Minutos más tarde habían parado los gritos de mamá, y sólo se escuchaba como papá maldecía en voz alta. Entreabrí la puerta y vi lo más horrible de toda infancia de cada niño...*

Ya estaba llorando. Había pasado hace tanto y aún me dolía. Sentía ese vacío en mi corazón. Ella había sido mi pilar, lo más bonito de mi niñez. Mami...

*La mató, y él aún así le seguía golpeando. Él no era mi papá, y ya la nota de mamá llegaba a tener sentido.

Me escondí dentro de todos mis peluches. Ya eran 35 y me tapaban por completo. Ese señor que antes fue mi papá, me llamaba y me buscaba desesperado, pero yo no saldría hasta que mamá me fuera a buscar. Al escuchar las sirenas él se largó lo más pronto posible. Mis osos de peluche me habían salvado.

Habría decidido cambiar el destino de mamá por el mío, para que ella pudiera ser feliz y no se diera cuenta de lo que pasaba.*

Me cambié de ropa y me vestí con mi pijama, ya era muy tarde.

Tenía a mis ositos de peluche en la esquina de mi habitación. Eran justo la edad en que mamá pudo al fin descansar.

Y de ahí recordaba lo difícil que fue sacarme de aquella habitación. Los policías me lo pedían, pero yo quería que sólo mamá me sacara de ahí. Nunca lo hizo.

Debía dejar eso atrás y deshacerme de estos peluches, debía dejar a mamá descansar en paz, debía yo dormir sin estas pesadillas que me marcan cada noche... Debió haber sido todo un mal sueño.

Abre los ojos, Pega un gritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora