46.- Encadenados.

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Aún no abría mis ojos. Sí, tenía los párpados recojidos y claramente notaba todo a mi alrededor, pero no sabía en la mentira en la que estaba. En la falsa vida en la que todos estabamos y estaremos sumidos.

Escupí con rabia, pensar que nada de esto se podia evitar de alguna forma.

Me di cuenta que todos íbamos con cadenas en los pies, que nos guiaban a la miseria y al mal vivir, a la infelicidad. Algunos intentaban sacarse las esposas, pero no se daban cuenta que nuestro alrededor era una cárcel. Que aunque te libraras de lo que atrapaba tu cuerpo, no te librarías de lo que contenía a tu alma.

Habíamos estado inconscientes mucho tiempo, y algunos seguían estándolo. Todos tenían fuerzas al levantar sus pies, a moverse cada día teniendo tanto dolor. Eramos maquinas bestiales, de gran magnitud. Y eramos tantos, que podríamos levantar más a los otros y que alzaran la voz. Podríamos ser el fin de esta humanidad, y crear un mundo utópico.

Pero nuestra fuerza es inerte ante los grandes problemas, porque rabiábamos contra las esposas, pero no con quien nos las puso. Y espero que algún día recobremos las resistencias, y nos lanzáramos contra los titeros.

Son los culpables de todo esta confusion, de todo el mal vivir. Ellos plantearon esto para mantener nuestra cabeza llena de sonidos, morales, gritos, mandados, desgracias. Y lo hacen para callar nuestras voces, nuestras opiniones, nuestro interior; que está inconscientemente contra esta organización, desea destruirla, aniquilarla.

Y ahora veo esto, al darme cuenta que tras un latigazo hay un sinfín de silencio. Y sé que hay algo no natural en esto, que no es normal que uno no tenga voz en su interior. Mi cabeza da vueltas, y ahora está todo mi alrededor mortalmente silencioso.

Y sé que esto no es propio del ser humano, del ciclo de la vida.

Necesitamos darnos cuenta de nuestro vigor, solidez, fortaleza, potencia. Y tener los impulsos animales que no nos acompañan, que nos quitaron hace mucho.

Sé que esto era inevitable, sé que costará estar en paz. Pero nosotros, somos la respuesta, somos todo para salvarnos. Padecemos la enfermedad, pero al mismo tiempo somos la cura.

Estamos encadenados a un ritmo, que con firmeza se podrá romper. Romper las reglas, lo que está bien o no, la absurda ley; que si existen es para romperlas. En fin, demasiadas cosas más.

Ahora tengo mis ojos abiertos, ¿Qué se espera para alzar la voz?

Abre los ojos, Pega un gritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora