En el 12

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Recuerdo cómo crujió la puerta de la habitación de Prim, y las escaleras de madera, cuando Katniss bajó a la cocina aquella mañana. Habían pasado tres semanas desde el entierro de la niña.
-He limpiado el cuarto de Prim - dijo, soltando una caja de madera encima de la mesa, ante su madre y yo. Katniss llevaba durmiendo sobre la cama de su hermana desde el día en que Anne y ella llegaron de nuevo a casa.
Anne bajó la mirada.
-Está bien - fue lo único que dijo.
Yo miraba a Katniss expectante. No era muy consciente de por qué, pero me había despertado curioso, con la necesidad de hacerlo. Me sentía extrañamente vivo.
-¿Quieres desayunar? - le pregunté. Ella me miró seria.
-No - me contestó - Peeta, creo que debes irte a casa.
Yo me encogí de hombros.
-Estoy bien, tranquila. Me siento cómodo aquí, con vosotras dos.
Katniss miró a su madre, que se rodeaba el cuerpo con los brazos como si sintiera frío. Tenía la mirada perdida en el vacío.
-No me has entendido - me dijo Katniss, duramente - Quiero decir que creo que debes irte, Peeta.
Sentí un escalofrío interno y por un momento no me moví de la silla. El dolor de Anne. Las palabras de Katniss. El silencio. Así que yo sobraba en aquel espacio. A pesar de que ellas eran lo más parecido a una familia para mí, yo sobraba.
Me marché intentando contener el llanto. Anne parecía haberse olvidado de mi presencia allí. Tampoco se lo reprochaba.
-Adiós, Katniss.
-Adiós - dijo ella, sin moverse de la cocina, mirando con frialdad cómo salía.
Cerré la puerta y acto seguido permití que me cayeran las lágrimas. Katniss me dolía, me dolía más y más cada día que pasaba. A veces tenía la sensación de haberla querido realmente en otros tiempos.
Me marché a mi casa vacía pateando las piedras que me encontré por el camino. Al llegar no entré, sino que me senté en el porche. Necesitaba aire fresco.
Fue entonces cuando Delly se acercó a saludarme.
-¡Peeta! - gritó al verme. Yo me levanté corriendo y ella se lanzó a mis brazos. Inmediatamente empezó a llorar, con la cara en mi cuello.
-Delly, Delly, cuánto tiempo, Delly... - sonreí yo, agradeciendo a la vida poder tenerla a ella, a mi amiga Delly, como en los viejos tiempos, con su misma cara regordeta y su pelo entre rubio y rojizo, y ese aroma familiar suyo. Ese aroma que no olía hacía tanto tiempo. Olor a casa.
-Peeta, de verdad pensaba que no volvería a verte y cuando escuché que habías vuelto... - sus grandes ojos titilaban de emoción ante mí.
-Pues aquí estoy, Del - la besé en la mejilla. Después me fijé mejor en ella - Pero qué delgada te has quedado...
-¿Y tú qué? - me miró, de arriba abajo - Y cómo has crecido... Qué alto estás. Cómo te he echado de menos, Peeta. Pensé que no volvería a verte después de lo del 13...
-Ya pasó, Delly. Ya pasó.
Después la invité a entrar.

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