Algunos días más tarde, tras viajar al centro del distrito, en el que aproveché para comprar ingredientes locales para la panadería y nuevas recetas, e ir a la playa con Johanna, Annie y Finnick más veces, Katniss y yo cogimos el tren para volver al 12. Agosto ya había empezado.
-Tenemos el compartimento al final del tercer vagón - Me dijo, con voz queda, aquella tarde temprano, cuando acabábamos de iniciar el viaje de vuelta. Yo la miré y asentí. Desde la noche de la playa el ambiente entre nosotros había estado tenso. Parecía preocupada y yo no hice comentarios. No me sentía molesto, yo había entendido aquel hecho como algo normal. Las parejas tenían momentos así y no siempre había que llegar hasta el final, pero comencé a intuir que ella le estaba dando muchas más vueltas que yo.
Cenamos y la noche llegó, después de pasar la tarde yo pintando los paisajes del cuatro en mi bloc de dibujo y Katniss en algún otro lugar del tren que yo desconocía.
-Pareces evasiva - Le dije cuando entró y empezó a cambiarse para dormir.
-¿Yo?
-Sí. Tú. ¿Te pasa algo, Kat? - Estaba preocupado. No me gustaba que se dejara consumir por sus desdichas, yo estaba allí no solamente para darle mi amor, sino para ayudar a que volviera a ser feliz.
-No - Dijo con un tono falso -. Estoy bien. ¿Por qué lo dices?
Se metió en la cama y me miró.
-Porque desde lo de la playa... Te noto rara - Dije, con un poco de temor a que se molestara.
Suspiró.
-Ah, eso - Dijo -. Peeta, son cosas que pasan... ¿No?
Yo asentí.
-Claro. Pero quizá... Si no te sientes lista para que lleguemos a eso...
Puso los ojos en blanco.
-Peeta... No, charla no. Mejor durmamos. Lo agradeceremos.
Me besó en la cara y se dio media vuelta. Yo no quise hacer más hincapié y también me dormí, no sin dedicarme durante mucho rato a pensar en qué estaba pasando. Mi relación con Katniss había cambiado mucho y muy rápido. Mis sentimientos habían experimentado cambios drásticos. Llevaba toda mi vida sintiendo ese fuerte amor por ella, amor que solo supe identificar como tal cuando tenía bien entrada la adolescencia, pero al no saber ella nada, al haber empezado a estar juntos hacía tan poco tiempo, obviamente no había experimentado el apego de una manera tan intensa, ni el deseo de otra forma que no fuese totalmente platónica. Me parecía complicado también entender su manera de pensar y actuar, era feliz pensando que tenía la oportunidad de pasar el resto de mi vida junto a ella y de llegar a conocer su manera de ser en lo más profundo, pero a la vez eso me daba miedo. Al verme con ella, tal y como lo había soñado siempre, no, mucho mejor que en mi imaginación, experimentaba un vértigo que por otro lado estaba más que dispuesto a sentir. Eran sensaciones e ideas muy contradictorias.
Pensando en todo esto había conciliado el sueño, cuando de repente los gritos de Katniss me sobresaltaron.
-¡Peeta! ¡Peeta!
Inmediatamente la abracé y la acaricié, calmándola. Era otra pesadilla.
-Katniss, tranquila - Le susurré -. Mi amor, estoy contigo, solo estabas soñando. No pasa nada.
-Te quiero, Peeta - Me susurró, abrazándome más fuerte todavía. Yo le sonreí con calma -. Te quiero, prométeme que vas a estar siempre conmigo. Por favor. Paso mucho miedo si no estás conmigo. No quiero volver a pasar por la tortura que sufrí en el 13, cuando el Capitolio te estaba haciendo tanto daño y te echaba tanto de menos. Te necesitaba y no estabas. Estábamos en guerra y yo era una egoísta que solo pensaba en ti.
Le di un beso en la cabeza.
-Tonta. No recuerdes eso. Todo eso ha quedado atrás en el tiempo, todo excepto lo bueno. Estaré contigo toda la vida, eso lo prometí el día en que te conocí. Que si tú me dejabas, que si tú querías algún día, yo estaría contigo para siempre.
Me miró con ojos tristes.
-Te necesito - Murmuró -. Me muero por estar contigo. Me siento totalmente lista.
Yo la frené. Estaba muy nerviosa.
-Olvida eso, Katniss. Las cosas pasarán cuando tengan que pasar.
-Pero es que yo...
-Kat... Si en este preciso instante tuviera la certeza absoluta de que jamás vamos a llegar a ese punto, me daría igual. Lo aceptaría de inmediato. Yo con saber que existes ya soy el ser más feliz del mundo - Y dicho eso la besé. Estuvo callada un rato, pero luego habló.
-Peeta, yo quiero hacerlo. Se me hace muy raro decir esto, pero es verdad. Te quiero mucho. Pero... Me da miedo.
Aquello sonó a confesión, así que indagué.
-¿Qué es lo que te asusta?
Me miró con timidez antes de contestar.
-Quedarme embarazada.
Así que eso era todo.
-Katniss - Le dije, dándole un pequeño beso -, lo sé. Por eso la otra noche, en casa de Annie, paré.
Su mirada se tornó más confiada. Supe que se sentía comprendida y eso era reconfortante.
-Y por eso yo paré en la playa - Explicó -. Y por eso me molesté cuando hablaste de niños en el viaje de ida al cuatro. Peeta, no pienso tener niños.
Yo me sentí abrumado.
-Kat, somos muy jóvenes... Por supuesto que ahora no es momento de tener un hijo.
-No, Peeta - Dijo, tajante -. Ni ahora, ni nunca. Quiero que tengas claro que no voy a traer al mundo a un hijo para que le pase algo.
Yo no entendía por qué estábamos teniendo aquella conversación.
-Como quieras. Aun así creo que hablar de algo así ahora...
-Ya. Pues el problema de los miedos se va a acabar. En cuanto lleguemos al distrito iré a ver al doctor Aurelius y le pediré que me recete pastillas anticonceptivas.
Yo me sorprendí.
-¿Hormonas? ¿Estás segura? Hay más maneras de...
-No - Me interrumpió -. Las pastillas anticonceptivas actuales son seguras al cien por cien. Me he informado. No vamos a utilizar otro método. No pienso arriesgarme a quedarme embarazada, ni a que tú seas padre con alguien que sufriría muchísimo siendo madre. Un hijo tiene que ser fruto de la felicidad e ilusión de sus padres.
No dijo nada más, se tumbó de espaldas a mí y se durmió.
Tener un hijo con Katniss... Me dolía pensar en eso dada su terquedad con respecto al tema, pero aquella conversación fue muy importante en mi vida: hizo que, en muchos aspectos, comenzara a plantearme de forma real mi futuro como adulto.
Al día siguiente llegamos al distrito. Dejamos las maletas en casa de Katniss y ella fue al baño a ducharse. Yo decidí ir a casa de Haymitch antes de nada, para avisarles a él y a Effie de que habíamos llegado. Encontré la puerta abierta, como de costumbre, y entré. No había nadie en el salón. Pensé que Haymitch estaría borracho en la cocina, así que abrí.
-¿Hola? - Saludé, sin dar crédito a lo que estaba viendo. Los ojos se me debieron quedar como platos.
Haymitch y Effie se estaban besando.