No esperaba encontrarla como la encontré. Estaba demacrada, despeinada, con los ojos hinchados de llorar y mucho más delgada incluso que el día del entierro de Prim. Era evidente que necesitaba ayuda, y urgente.
-¡Katniss! - la abracé y le acaricié las mejillas, y me di cuenta de que estaba temblando. Al entrar en su casa noté un frío horrible. Comprendí que no estaban utilizando el nuevo sistema de calefacción que habían instalado en las casas y que era totalmente necesario por esas fechas, ya que diciembre estaba bien entrado. Sin embargo, Katniss iba vestida de malas maneras, con un pijama raído y que obviamente no abrigaba, y descalza. Se echó a llorar cuando me vio.
-Peeta... Estoy sola, Peeta - balbució, con voz ronca. Debía dolerle la garganta.
-¿Cómo que sola? - me sorprendí. Cerré la puerta de la calle con el pie mientras Buttercup entraba en la casa con un bufido. Encendí la luz pulsando a tientas el interruptor de la pared - Katniss, ¿dónde está tu madre?
Pero no me respondió. Tenía los ojos fuertemente cerrados y tiritaba de forma exagerada. Sin pensarlo la cogí en brazos y la subí a su cuarto. La cama estaba deshecha y la almohada húmeda, seguramente de lágrimas.
Las manos heladas de Katniss contra mi cuello me pusieron la piel de gallina. La tumbé, la arropé y busqué un par de mantas más en el armario, para cubrir la cama con ellas. Bajé a encender la calefacción y a prepararle una taza de caldo caliente que no se pudo beber. Después de un rato observándola, comprobé que no dejaba de temblar, y como medida desesperada me tumbé a su lado, a abrazarla, para darle el poco calor que yo conservaba. Debió ser efectivo, porque un rato después se quedó dormida.
Su respiración era fuerte y áspera. Estaba claro que estaba muy resfriada. Vi el amanecer cogido de su mano.
Cuando me desperté, Buttercup me miraba chulesco con sus ojos amarillos. No le hice caso y bajé a subirle un chocolate caliente a Katniss. Anne seguía sin aparecer.
Cuando subí, ya estaba despierta. No se anduvo con preámbulos y habló en cuanto me vio entrar por la puerta de la habitación.
-Mi madre se ha ido - me dijo - Hace una semana. Y yo no puedo estar sola. Aunque creía que sí... No puedo...
Y rompió a llorar otra vez. Yo solté la taza sobre la mesita de noche y le acaricié el pelo con timidez.
-¿Cómo que se ha ido? ¿Adónde?
-Al distrito 4. Dijo que no soportaba estar aquí, que todo le recordaba a Prim. Y después se fue.
Yo no supe qué decir. No esperaba en absoluto esa noticia.
-Pero Katniss... - ella me miró y no me cortó la palabra, como de costumbre - No importa lo que haya pasado, yo... Bueno, estoy aquí.
Ella aceptó mis sencillas palabras de ayuda. Eran sencillas pero eran sinceras. Sentía aprecio por ella.
-Aparta a ese gato de mi vista, por favor - pidió, sollozando. Buttercup le bufó como si entendiera - Y... Gracias, Peeta.
-No te pongas protocolaria ahora, Kat - le sonreí - Hemos pasado demasiado juntos. Sabemos cuidarnos.
Ella asintió.
-Felicidades - me dijo.
-¿Por? - me extrañé yo.
-Porque hoy es 20 de diciembre. Cumples 20 años.
Yo abrí los ojos. No me había acordado de mi propio cumpleaños.
-Bébete la taza de chocolate, anda - le dije - Se te tiene que poner bien esa garganta - se la acerqué y le dio un sorbito. Se lamió el labio de arriba mientras me miraba. Me sorprendí sonrojándome ante ese gesto.
Fue en ese momento cuando las cosas entre Katniss y yo empezaron a cambiar.