Yo me quedé a cargo de alimentar a Buttercup, aunque él no solía hacer demasiados actos de aparición por la casa de Katniss. Probablemente se pasaba el tiempo cazando pequeños animales o jugando entre los matorrales, permitiéndose de vez en cuando un buen sueño bajo el sol. El muy listo maullaba en mi puerta cuando el tiempo era malo, y yo le dejaba entrar y le daba de comer, mientras se tumbaba frente a la chimenea encendida y yo preparaba recetas o leía libros. Al menos, me hacía compañía. Conocidos eran los temporales invernales en el distrito 12, que una vez acaecidos nos mantenían retenidos y con toda ventana y puerta bien asegurada, al calor de nuestras respectivas casas.
Antes de los nuevos tiempos, era común que en invierno siempre pereciese alguien debido al frío. En especial, los niños y ancianos de la Veta eran proclives a este tipo de desventuras. Ahora que las casas eran seguras y habitables y la nueva ley obligaba a que ningún vecino malviviera en las antiguas cabañas, ese problema había disminuido considerablemente, y aquel fue el primer invierno sin trágicas muertes por la baja temperatura.
Haymitch dormía algunas noches en mi casa, cuando nevaba tan fuerte que era peligroso hasta cruzar la calle. Encerraba a los gansos y se refugiaba o con Effie o conmigo. Seguía tratando de convencerme de que unos buenos tragos de alcohol eran el mejor remedio para entrar en calor, pero desde luego yo no le hacía caso.
Me gustaba Buttercup. Era agradable tenerlo sentado en mi regazo mientras yo me sentaba junto a la chimenea o la ventana y escribía en el libro de Katniss, en nuestro libro. Hacía poco que había hablado por teléfono con el doctor Aurelius. Una nueva clínica médica se estaba construyendo en el distrito y él tenía planes de empezar a trabajar allí una vez que estuviera terminada. Mientras tanto, se pasó por mi casa para hacerme un chequeo y a la vez charlar sobre mi estado de ánimo. Me tomó la tensión y revisó mi pulso, me sacó sangre y me preguntó qué tal iba mi relación con Katniss, además de pesarme y severamente insistir en que mi alimentación debía mejorar inmediatamente.
-Katniss no está - Respondí yo a su pregunta.
-Lo sé. Hablo con ella regularmente.
-Bueno, entonces sabrá que nuestra relación se limita a ser la de dos amigos en la distancia.
-Mucho pragmatismo - Sonrió - ¿Qué sientes por ella, Peeta?
-¿Eso es importante para mi salud? - Me extrañé yo, reticente a hablar del tema. Estaba tratando de olvidarlo.
-Más de lo que te imaginas, chico.
Yo vacilé un momento.
-Bueno, pues... La echo de menos. Ella... No quiero que lo sepa, pero me gusta.
-Vaya, Peeta - Se alegró el doctor - Por fin una buena, qué digo, excelente noticia.
-¿Tanto?
-¿No te das cuenta? Tu impulso sexual está volviendo. Tienes veinte años, así que imagina lo importante que es que eso regrese.
Yo enarqué las cejas.
-Bueno, yo no diría que tengo impulsos sexuales hacia Katniss, concretamente... - Me avergoncé.
-Es solo el principio, pero el hecho de que sientas que te gusta es una señal inequívoca de que estás recuperándote, tanto física como psicológicamente.
-¿Qué quiere decir con eso del principio?
El doctor Aurelius sonrió.
-Pues quiero decir que el Peeta de antes de las torturas de Snow estaba profundamente enamorado de esa chica, y parece que ese Peeta está regresando.
Yo me agité, nervioso.
-No quiero volver a pasar por eso. Me gustaría olvidarme de ella y que mantuviéramos una amistad. Yo la quería desde pequeño, ¿real o no real?
-Muy real, Peeta. Por eso te digo que es excelente que vuelvas a tener sentimientos afectuosos por ella. Pero dime, ¿hasta qué punto has llegado en ese sentido?
Yo parpadeé varias veces. Odié que con un médico siempre hubiera que ser sincero.
-No sé a qué se refiere usted - Titubeé.
-Pues a que si tus sentimientos solo te provocan pensamientos sobre ella, o algo más... Instintivo.
Yo me sentí ofendido.
-Perdone, doctor, pero creo que lo que siento por ella es más puro que eso...
-No seas infantil, Peeta. Por muy bonito que sea, el deseo sexual es natural en el ser humano, y en tu caso especialmente necesario para tu total recuperación.
-Bueno, pues lo normal, supongo - No estaba dispuesto a dar más explicaciones.
-Me lo tomaré como una respuesta positiva - Dijo él, apuntando en una libreta - Bueno, Peeta, me marcho, te llamaré, y si necesitas cualquier cosa, a cualquier hora, ya sabes cómo encontrarme.
Yo asentí mientras nos dábamos la mano. Buttercup se enroscó en mi pierna mientras el doctor salía por la puerta. Era la hora de comer.
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