Katniss estaba muy guapa. Llevaba el pelo recogido en su habitual trenza y sus mejillas habían tomado un tono sonrosado parecido al de sus labios.
-¿Las gracias? - Dije yo, aún con la bandeja de las magdalenas en los brazos.
-Sí, Peeta - Afirmó ella. Se acercó y cogió una de las magdalenas - ¿Sabes? Todos los días voy al bosque a cuidar las prímulas de la tumba de mi hermana. Y el bosque está muy bonito, está precioso, nunca lo había visto tan lleno de vida - Me mostró la magdalena - ¿Puedo probarla?
-Claro - Dije yo, ilusionado porque a ella le gustara mi creación. La mordió y soltó un sonido de satisfacción. Siguió hablando mientras comía, despacio, con feminidad, a su manera.
-Pues - Tragó - nada de eso hubiera podido hacerlo si tú no te hubieras empeñado en venir a mi casa, en que Sae me trajera la comida... En cuidarme.
Yo me hice el duro y le contesté mientras terminaba de colocar las magdalenas en su sitio, una a una, aunque mis pensamientos estaban muy lejos de aquel expositor. Es más, mis pensamientos debían estar muy lejos de Panem. Del planeta entero.
-Todo está en ti, Katniss. Todo depende de ti. Te has mejorado porque tú has querido - Dije.
-A testaruda no me ganas, Peeta - Bromeó ella - Ya deberías saberlo. Nos vamos conociendo.
Yo me di la vuelta y me crucé de brazos.
-Me alegro tanto de que estés bien, Katniss...
-Nunca estaré bien del todo, pero además de darte las gracias, quiero pedirte una cosa, Peeta.
Yo sentí un vuelco al corazón.
-Lo que sea. Te debo la vida tantas veces que ni recuerdo el número.
Ella se rió.
-No te voy a pedir la vida, tranquilo. Lo que quiero... Bueno, Peeta, hemos pasado tanto... Los Juegos, la Guerra... Y mi madre no está. Ni Gale. Y solo tengo a Buttercup. Lo que quiero es preguntarte si te importaría que te visitara de vez en cuando. Ya sabes, para tener compañía.
Yo me reí con fuerza.
-Katniss, eres tremenda. ¿Hace falta que me preguntes eso?
Pero ella se puso seria.
-No lo sé - Contestó - Han pasado tantas cosas, que...
Yo me sentí mal.
-¿Te refieres a...?
Ella negó con la cabeza.
-No, Peeta, lo del 13 no fue culpa tuya - Me puso la mano en el hombro. El aroma de la magdalena de fresa que se acababa de comer me dio de lleno - No eras tú.
Yo no quise hacer más comentarios sobre eso.
-No hay nada que me haga más feliz ahora que que seamos amigos, Kat - Concluí.
Ella sonrió.
Algunos días más tarde, yo ya estaba como de costumbre levantado desde antes de que amaneciera, horneando en la panadería, cuando escuché que alguien llamaba a la puerta. Me pregunté quién sería, ya que faltaban al menos dos horas para abrir, y cuando me quité el delantal y salí, Katniss, Haymitch y Effie estaban sonriendo y saludando detrás de la puerta.