Pasamos juntos el resto del verano.
Cuando no estábamos con Effie y Haymitch, estábamos solos. Katniss me enseñó a nadar y en algunas semanas perdí totalmente el miedo y empecé a hacerlo casi tan bien como ella. Aquellas tardes en el agua, refrescándonos y charlando sobre todo tipo de cosas, no solamente sirvieron para frenar mis episodios de ira, sino que también sirvieron para que yo, final e irremediablemente, me diera cuenta de que estaba perdida y sinceramente enamorado de ella.
No podía dejar de mirarla cuando estábamos juntos, y no podía dejar de pensar en ella cuando nos separábamos. Me volvía simplemente loco.
Y eso, cada vez me hacía más daño.
En una ocasión en la que Katniss se quedó ayudando a Haymitch con los gansos, fui al lago y durante un buen rato estuve nadando yo solo. Muchas mañanas ella se levantaba temprano para venir a la panadería. Había descubierto que le gustaba cocinar, y yo me había convertido en su maestro. Pasábamos ratos divertidísimos con Delicate moldeando los pasteles y probando los glaseados, y por las noches salíamos a dar un paseo por el distrito. Otras veces, nos quedábamos charlando en mi casa o en la suya, hasta muy tarde. El recuerdo de aquel beso en la mejilla me dejó soñando despierto, pero mejor fue que no fue el último. Katniss se acostumbró a despedirse así de mí, y yo se lo consentía. Sin embargo, jamás pensaba en atreverme a confesarle lo que sentía.
Así llegó septiembre, y por fin empezó a refrescar. Y con el otoño, no solo empezó el nuevo curso para los niños y los jóvenes, y el trabajo para los mayores, sino que llegaron las primeras y esperadísimas elecciones democráticas en Panem.
Katniss entró en estado neurótico desde entonces. Desde aquella mañana temprano, en la que la televisión amaneció anunciando que el gobierno provisional de Paylor había convocado elecciones para finales de octubre, ella volvía a ser el punto de mira.
Yo estaba a su lado la mañana en que comenzaron a llegarle cartas y llamadas telefónicas pidiendo su opinión y deseando concertar entrevistas con ella. Yo recibí otras tantas y a ninguna respondí. Solo quería estar tranquilo, pero a Katniss le costaba mucho más conseguirlo. Al fin y al cabo, había sido el Sinsajo, y eso era algo que estaba claro que nadie estaba dispuesto a olvidar.
-Hemos pasado un buen verano - Nos dijo una vez a Haymitch y a mí, apenada - No quiero que ahora se fastidie. Y menos con esta noticia tan buena... La llegada de la democracia, por fin.
-No tienes por qué involucrarte en los medios si no quieres, Katniss - Le dije yo - Yo no voy a hacerlo.
Me miró profundamente con sus grises ojos.
-Pero yo he sido un símbolo, para mi suerte y desgracia. Doy esperanza a la gente. Es más, tú y yo, juntos, Katniss y Peeta, damos esperanza a la gente.
-Bueno, pero no tenemos que hacer nada que no queramos - Insistí yo - Ya no.
Las elecciones se convocaron el mismo día en todo Panem. Una fecha histórica que ya nunca olvidaríamos, ni nosotros, ni las generaciones posteriores: el 25 de octubre.