Katniss y Peeta

4K 141 8
                                    

Una espléndida mañana de mediados de julio, desperté con el graznar escandaloso de los gansos de Haymitch enfrente de mi casa. No era un despertar extraño. Desde que el verano empezó, los animales debían estar más nerviosos que de costumbre con la insoportable temperatura, y nadie que viviese a menos de doscientos metros a la redonda necesitaba despertador gracias a ellos.
El sonido de los gansos me animó a acercarme a ver a Haymitch antes de ir hacia la panadería. Recordé que Delicate se encargaba de abrir aquella semana, así que tomé un desayuno sin prisas, me duché y crucé la calle. Nadie respondió, así que supuse que mi amigo estaría en el corral de la parte de atrás.
Como ya había tenido que hacer más de una vez, salté por encima de la malla metálica del lateral izquierdo de la casa, con cuidado de no pincharme con las espinas de los rosales que Effie se había empeñado en plantar allí para, según ella, hacer más aceptable el exterior del hogar de Haymitch, y crucé el corto camino de tierra hasta el corral. Olía a abono y a pienso.
Efectivamente, le encontré agachado en el suelo, vestido con un mono de jardinería, un sombrero de paja y unos guantes de goma, ignorando a los gansos, que correteaban armando barullo y agitando las alas. Hice lo posible por no reírme de su indumentaria, que no le favorecía para nada.
-Eh, Haymitch - Le saludé. Él se sobresaltó y giró la cabeza para verme.
-Hola, muchacho - Me contestó, como de costumbre - No te voy a preguntar qué haces aquí, porque precisamente quería que vieses algo sublime.
-¿El qué? - Dije yo, intentando no respirar mucho debido al fuerte olor, mezcla de excremento de ganso y alcohol. Haymitch debía haber vuelto a hacer su típico desayuno basado en vodka con vodka, y en cantidades Haymitch, por supuesto.
-Katniss y Peeta van a ser padres - Entendí la frase perfectamente, pero no pude evitar ponerme rojo como un tomate. Por suerte, Haymitch no se dio cuenta - Mira, Katniss ha puesto huevos. Tres. Y bien grandes.
Yo me acerqué a mirar hacia donde él señalaba. Junto a su cuerpo agachado había tres hermosos huevos blancos de ganso. Sí, Katniss y Peeta iban a ser padres.
-Vaya, Haymitch, tus planes están dando resultado. Enhorabuena - Le felicité - Ahora deberías pensar en los nombres y acertar más - Añadí, recordando cómo se puso Katniss cuando se enteró de los nombres de los dos gansos de nuestro amigo.
-Está bien, pues si algún día tengo hijos, les llamaré Ganso de Haymitch 1 y Ganso de Haymitch 2. Veremos a ver si les gusta - Había dicho ella, después de discutir inútilmente con Haymitch sobre si cambiar o no el nombre a los animales, algún tiempo atrás. Yo, en mi mundo, solo pensé en que Katniss había hablado de la hipotética posibilidad de que algún día fuera madre. Eso me tuvo flotando de estúpida felicidad durante dos semanas enteras.
-Bueno, ¿y te los vas a comer? - Pregunté, sin mala intención.
-¿Te comerías tú a tus hijos, Mellark? - Se enfadó Haymitch, realmente ofendido.
-Perdona, Haymitch, no tengo ni idea de tus planes...
-Perdona Haymitch, perdona Haymitch - Se mofó él, poniéndose en pie y cogiendo los huevos con extrema delicadeza, colocándolos de uno en uno en un nido de paja - Katniss los empollará y cuando nazcan los polluelos los venderé.
-Ah, así que solo se trata de tráfico de gansos - Bromeé yo.
-Ya te dije que esto era un negocio, chico - Se explicó él, agitando las manos para quitarse la tierra de los guantes - Nada ilegal, sólo cría y venta de gansos. No me dará mucho dinero, pero al menos estaré entretenido. No sabes el trabajo que dan.
-¿Te ayuda Effie?
-¿Effie? Peeta, por mucho que ahora vaya en vaqueros y sin peluca sigue siendo Effie. No pisaría este sitio pestilente ni aunque yo le pagara.
Y yo la comprendía. Me despedí de Haymitch y por el camino a la panadería me topé con Katniss. No llevaba ninguna pieza de caza en las manos, ni tampoco su arco. Además, iba vestida con un vestido azul suelto, por la rodilla. No venía del bosque.
-Hola, Kat - Le saludé, agitando la mano mientras me paraba frente a ella.
-Hola, Peeta - Sonrió. Frunció la nariz - Déjame adivinar, has estado en el corral de Haymitch.
Yo agarré el cuello de mi camiseta y lo olí. Vaya.
-Ahora parecerá que no me he duchado en semanas, cuando lo he hecho justo antes de salir de casa - Reí - Tendré que volver a asearme antes de ir a la panadería. Se me está haciendo tarde.
Katniss asintió.
-Yo vengo de las obras de la nueva escuela. Están muy avanzadas. Los niños tendrán colegio para septiembre.
-¡Fenomenal! - Me alegré yo.
Katniss asintió.
-Peeta, el helado, eso que me llevaste al bosque el otro día, estaba delicioso. ¿Te queda más en tu casa?
-Claro. Pásate esta tarde y te invitaré a más.
-Me parece una buena idea, pero a mí se me ha ocurrido otra para compensarte por ayudarme a quitarme el calor de encima.
Yo me sentí perplejo.
-¿Cuál?
Ella se hizo la interesante.
-¡Ahhh...! Pasaré a buscarte a media tarde.
-Bueno, bueno - Yo, encantado con la sorpresa de Katniss, me despedí de ella poniéndole una mano en el hombro, y corrí a mi casa a ducharme antes de que Delicate me regañase monumentalmente por llegar tarde a trabajar.
Sí, yo era el dueño, pero misteriosamente ellas se habían convertido en las jefas.

PrimulasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora