Katniss me siguió hasta la panadería.
-¿Vas a enfadarte conmigo? - Me preguntaba, caminando detrás de mí - ¿Por qué, Peeta? Tú mismo propusiste que me presentara a las elecciones. No te entiendo.
Yo paré en seco. Aún era temprano, las calles estaban vacías y estaba amaneciendo. Me estaba costando muchísimo esfuerzo disimular que me hervía la sangre.
-No estoy enfadado, Katniss - Dije, dándome la vuelta y hablando con toda la calma que pude - Simplemente no me encuentro muy bien. No olvido lo de anoche.
Ella se acercó a mí y me cogió una mano.
-¡Peeta! - Bajó la voz - Peeta, tengo que hacer algo. Si se me presenta la oportunidad de salir del distrito y encima para ayudar al país, después de todo, ¿cómo no voy a aprovecharla?
-Katniss, me parece bien, te lo he dicho. Además, es tu vida, ¿por qué importa tanto mi opinión?
-Porque Haymitch, Effie y tú sois mi familia ahora, Peeta - Respondió ella, dejándome sin palabras - No quiero cambiar de vida y perderos. Ya perdí a mi padre, a mi hermana, a mi madre... Estoy sola sin vosotros.
Yo entendí.
-Katniss, siempre estaremos aquí - Dije.
Ella siguió mirándome, como si esperara que dijera algo más.
-Ven conmigo, Peeta - Pidió - Ven al Capitolio. Podremos seguir cuidando el uno del otro.
Desde luego, yo no me esperaba aquellas palabras, y tardé mucho en contestar. Tanto, que el sol acabó de salir.
-Sería horrible para mí volver a ese sitio. Estuve encerrado en un hospital dos años, Katniss.
-¿Cómo crees que puedo olvidar eso?
-No creo que lo olvides, pero al igual yo tampoco. Es una tortura mental. Ya has comprobado más de una vez lo grave que sigue siendo. Tendrá que pasar tiempo antes de que pueda volver.
-Piénsalo, Peeta - Me dijo, antes de darse la vuelta y marcharse en dirección a su casa - Yo no podría decir que no aunque quisiera. Pero tú... Por favor.
Yo no le dije nada y la observé mientras se iba. El fantasma de la guerra y de los Juegos iba a seguir persiguiéndonos eternamente, cada vez lo tenía más claro. Estaba furioso y me alegré de que Katniss ya no estuviera cerca, porque sentía que el muto rugía dentro de mí, dispuesto a atacar.
Llegué a la panadería. Kate estaba haciendo repartos, así que estuve solo con Delly, lo cual me vino de perlas para desahogarme contándole todo lo que había pasado, incluida la propuesta de Katniss de mudarnos juntos al Capitolio.
-¿Al Capitolio? - Se sorprendió ella, delantal en mano - ¿Qué harías allí si te mudaras?
Yo bufé.
-Eso me pregunto yo. Tendría que buscar un trabajo, o algo... Y no podría concentrarme. No quiero irme, Delly - Le dije, con voz suplicante - Pero tampoco quiero perder a Katniss, ni sufrir más crisis. Ella calma mis crisis y yo las suyas. Nos necesitamos.
-Lo sé. Parecía que las cosas iban a ser más fáciles ahora.
-Pues no lo son. Estoy francamente cansado de que cuando parece que todo va a empezar a marchar en condiciones, algo lo fastidie. No puedo ser egoísta y pedirle a Katniss que se quede, porque además sé que si yo se lo pido, lo hará. Siente que me debe la vida, y yo odio que sienta eso.
-¿Qué es lo que quieres de Katniss, Peeta? Dime la verdad.
A Delly era imposible engañarla, pero aun así yo disimulé.
-Quiero que seamos felices.
-Pero... ¿Juntos o separados?
Afortunadamente, Kate entró por la puerta justo en ese momento, y nos vimos obligados a cambiar de tema. No, no me apetecía hablar de mis sentimientos por Katniss, ni siquiera con Delly.
Esa noche quise entretenerme y me dispuse a pintar, pero alguien llamó a la puerta cuando estaba preparando los pinceles. Sí, era la misma Katniss.
-Peeta - Me dijo, nada más abrir la puerta. Yo me aparté para que pasara y se sentó en el salón. Me quedé de pie - He estado... Pensando. He ido a ver a Prim. Las flores... Y luego he ido a ver a Haymitch - Como vio que yo no decía nada, siguió hablando - Peeta, necesito que me digas qué quieres. Pero que me lo digas de verdad.
Yo me senté a su lado y le cogí la trenza. Mirándola entre mis manos y evitando el contacto visual, pregunté.
-Tú y yo nos besamos en la cueva, en la primera arena ¿real o no real?
Ella frunció el ceño, extrañada por la pregunta.
-Real - Respondió.
-Nunca has estado enamorada de mí, ¿real o no?
Katniss se apartó de mi lado en el sofá.
-He traído esto, Peeta - Y sacó un libro de dentro de su chaqueta. No era un libro cualquiera, era el libro de los recuerdos. Ese que habíamos empezado hace tanto tiempo, después de los primeros Juegos.
-Había olvidado que existía - Dije yo, sabiendo que no era posible que ella respondiera a lo que le acababa de preguntar, y sintiéndome confuso. Katniss lo abrió ante mí. La fotografía del hijo de Annie estaba pegada a una de las páginas.
-Peeta, he puesto esa fotografía ahí porque quiero continuar el libro, pero esta vez con recuerdos nuevos - Me dijo - El niño de Finnick y Annie es uno de los primeros recuerdos buenos, pero fíjate, mira cuántas páginas en blanco quedan. ¿Imaginas qué quedará escrito en ellas?
-No - Dije yo, cortante.
-Pues yo sí. Los recuerdos de nuestras vidas a partir de ahora, Peeta - Continuó - Y lo he traído porque no quiero dejarlo a medias y quiero que lo tengas tú. Sé que no vas a querer venir conmigo al Capitolio, y además me he dado cuenta de que eso sería muy doloroso para ti, y que tu sitio está aquí, en casa. Yo me marcho, pero cuando vuelva...
-¿Volverás?
-Pues claro, Peeta. No viviré aquí, pero ya te he dicho que no voy a dejaros solos. He traído el libro para que lo guardes. Quiero que sea la prueba de que regresaré y lo terminaremos. Así, sabrás que volveré, aunque solo sea de vez en cuando, y me tendrás siempre cerca.
-Ojalá sea cierto.
Después de eso, nos quedamos callados durante un rato, sin mirarnos.
-Si a ti te pasa algo malo... Si a ti te pasa algo malo, yo me muero, Peeta.
No supe qué decirle. La quería con tantas ganas, deseaba tanto ser feliz con ella de una vez por todas, que no supe qué decirle.
Katniss se marchó una mañana de diciembre, vestida con un gorrito y una bufanda azul. Effie y Haymitch me acompañaron a despedirme de ella a la estación de trenes. No pude evitar pensar que pasaría mucho tiempo hasta que volviera a verla, si es que ella, por alguna razón, volvía.