Querida Annie

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Había pasado algún tiempo desde que se celebraron las elecciones y Paylor fue reelegida presidenta de Panem.

Algo inesperado ocurrió entonces. Todos los distritos se volcaron en una celebración que duró varios días, festejando lo que se llamó el día de la Paz. La nueva alcaldesa, Helen Undersee, anunció que a partir de entonces todos los años aquella fecha sería día festivo en nuestro distrito.

Recuerdo aquel 31 de octubre, no solo porque se celebraba Halloween, que era una de las escasas tradiciones de antes de los Días Oscuros que todavía manteníamos, ni solo por aquella fecha histórica en la que nacía nuestra democracia, sino también porque ocurrió algo que me ayudó a comprender mucho mejor el sentido de mi vida y a desenmarañar la marea de recuerdos confusos que nublaban mi memoria.

-Peeta, te he traído esto para ponerlo en el salón. Lo he encontrado perdido en el trastero de mi casa - Katniss se presentó en la mía la mañana de aquel día con una caja llena de viejos artículos decorativos, como telarañas y calaveras de plástico. Pero la gran sorpresa había sido la enorme calabaza que Haymitch trajo, cultivada en su propio pequeño huerto, junto al corral de Peeta y Katniss - ¿Tienes la calabaza en la cocina?

-Sí - Contesté yo - Estuve pensando en llamar a Sae y que hiciéramos juntos pasteles con ella.

-Ay, Peeta, tú siempre pensando en pasteles - Dijo Katniss mientras me ayudaba, pasándome una de las enormes telarañas. Yo, subido a una escalera, la coloqué en el techo mientras me sentía contento por hacer algo entretenido, pero a la vez un poco apenado. Iba a ser la primera vez que celebraba Halloween sin mis hermanos, y Katniss sin Prim.

-¿Se te ocurre algo mejor? - Le pregunté. La miré de reojo. Con todo el lío de las elecciones apenas había pensado en otra cosa que no fuera en que todo aquello saliera bien para poder disfrutar de su compañía sin remordimientos. En esa mañana llevaba el pelo suelto, y sus habituales pantalones oscuros. Opinaran lo que opinaran Octavia, Venia y Flavius, sin maquillaje y peinada de manera natural, Katniss estaba guapísima.

-Pues sí - Contestó ella, pasándome otra telaraña - Dentro de la caja hay velas. Podemos limpiarla y poner una encendida dentro. Le dará un toque siniestro a la casa esta noche.

Tras las elecciones, Effie se había marchado de viaje al Capitolio durante algunas semanas, así que nuestros planes para Halloween eran cenar con Haymitch y repartir caramelos a los niños del distrito. Con todo el dinero que Katniss y yo teníamos ahora, habíamos comprado montones para ellos.

-Bueno, haré pasteles con el dulce de todas maneras, pero acepto tu propuesta - Si a algo había aprendido yo en mis veinte años de vida era a no desperdiciar comida. Por un momento, recordé a mi madre. Se habría puesto furiosa si nos hubiera visto tirar a la basura todo el alimento que proporciona una calabaza.

Katniss y yo pasamos el resto de la mañana y de la tarde en nuestra tarea. Noté que, en ocasiones, ella me miraba de manera extraña. ¿Qué tramaba? Estaba dispuesto a averiguarlo cuando miramos el reloj y vimos que ya eran las nueve de la noche. Ni siquiera habíamos almorzado. Ella llevaba horas recordándome nuestra anterior vida al mismo tiempo que empuñábamos cada uno una cuchara dentro de la enorme calabaza, y yo la escuchaba ensimismado. Adoraba que ella estuviese allí para ayudar a desentrañar el secreto de mis recuerdos.

-Estoy exhausto - Dije, finalmente, cuando ya habíamos acabado y ella rajaba la corteza de aquella hortaliza, dibujando unos ojos y una sonrisa triangulares. Volvió a mirarme de la misma manera que llevaba poniéndome nervioso todo el día, pero no le dije nada - Voy a ducharme y prepararé la cena.

-Te ayudaré, pero iré a mi casa a asearme yo también - Dijo ella, levantándose y sacudiéndose las manos. Se nos habían teñido del mismo tono anaranjado que la calabaza.

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