Effie y Haymitch

3.5K 124 4
                                    

Katniss bajó las escaleras de su casa con aspecto ofuscado esa mañana. Yo la esperaba justo al final, apoyado en la barandilla de madera, lo que probablemente sirvió para que no se partiera la crisma al dar el último paso y tropezar sobre la alfombra. Sujeté su brazo a tiempo, con firmeza, y se irguió con toda la dignidad que pudo tras su torpeza, dignidad que el precioso vestido lila y el peinado recogido que llevaba no evitaron que perdiera. Me reí y me miró con furia, alisándose las telas del traje.

-No te rías, idiota. Sabes que yo no quería ponerme estos zapatos - Repitió, por enésima vez. Yo le besé la mejilla.

-Estás muy guapa.

-¿Vestida de ñoña? Si por mí hubiera sido me habría puesto las botas y la cazadora.

Yo volví a reírme. Katniss no estaba nada ñoña. El vestido era liso y largo, sin ninguna floritura, de tirantes, y los zapatos de tacón a juego. Aparte de eso llevaba un moño peinado de forma despreocupada y poco maquillaje. A mí me encantaba. Le di un abrazo y un suave beso en los labios. Sabían a frutas. Supe que la insistencia de Effie había logrado su objetivo y que Katniss había utilizado el brillo de labios que tanto había criticado. Aunque me gustaba mucho más su sabor natural, aquel no estaba nada mal.

-Sigue, Peeta - Me susurró, dejando que pusiera mis manos a ambos lados de su fina cintura - No dejes de besarme, así no saldré de aquí con los labios pintados.

Yo me aparté lo justo para observar su rostro y apartar un mechón castaño de su frente.

-Pero entonces seré yo el que acabe con los labios pintados.

-Eso me da igual, mientras no los lleve yo.

No le contesté. Ella siguió dejando que la besara, hasta que me di cuenta de que llegábamos tarde.

-¿Te quedarías aquí, Kat?

-Me quedaría aquí, con las botas y la cazadora, en señal de protesta.

Pero nos fuimos.

Aproximadamente tres horas después, Effie y Haymitch se convertían en marido y mujer delante de la mayor parte del distrito y de todos nuestros amigos. A pesar de ser un día hermoso, yo sabía que Katniss tenía motivos para sentirse triste. Uno de ellos era que seguía dolida porque nos habían estado ocultando su relación amorosa durante meses, y el otro, el auténtico, que Anne no estaba allí.

-¿Te acuerdas mucho de tus padres?

Cuando me hacía esas preguntas siempre estábamos solos, siempre había espacio para hablar de lo que fuera. Aquella parte de nuestra historia había empezado hacía poco. En medio del verano.

-Lo intento - Le respondí yo, mientras me daba cuenta de que la noche estaba muy entrada pero no me importaba en absoluto. A pesar de la oscuridad distinguía perfectamente su silueta delgada frente a la mía, y su cara somnolienta mirándome a los ojos -. No siempre puedo. Muchos de mis recuerdos se han perdido. Pero tú sí te acuerdas de tu madre. Y mucho - Afirmé.

Ella miró hacia el techo de la habitación.

-Pues intento no hacerlo - Respondió -. Se fue. No quiero acordarme de ella. Ni siquiera estará en la boda de Effie y Haymitch. No aparecerá, Peeta. He vuelto muy triste del 4, por no haberla visto. Pensaba que ella... No quiero darle vueltas al tema de mi madre.

-Pero lo haces.

Volvió a mirarme y no dijo nada más. Yo me pregunté, en silencio, si allá donde estuviera Anne imaginaba la clase de mujer en la que su hija mayor se había convertido. Una mujer fuerte y capaz de amar. De amarme a mí, que la tenía allí delante, tan ella misma como jamás lo había sido con nadie. Descubierta por fuera y por dentro. Katniss.

En eso estaba pensando, mirándola, sentado a su lado en la fila de sillas blancas que se habían colocado en la plaza para la ceremonia, mirando su ceño levemente fruncido bajo el sol. Cualquiera habría pasado por alto aquel gesto, pero no yo. Ella me devolvió la mirada y me cogió la mano mientras volvía a observar a los recién casados, que en ese momento intercambiaban los anillos.

PrimulasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora