Simone

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Ocho meses más tarde Simone Abernathy Trinket llegó al mundo, en una acalorada mañana de 17 de agosto de 2146.
Effie tardó más de tres días en tenerla, quería salir pero a la vez se resistía. Para entonces yo ya había terminado la carrera y a Katniss le quedaba un año. Gracias a las vacaciones de verano pudimos estar en la clínica esperando a que la niña naciera. Una niña que resultó ser preciosa, como lo era la auténtica Effie de debajo de las pelucas y el excesivo maquillaje, rubia y de grandes ojos azules, muy grande y despierta.
-Es preciosa, Effie - Le dije yo con la chiquitina en brazos tan solo un rato después de que hubiera nacido - ¿Quién os iba a decir esto a vosotros?
-Nadie, desde luego - Dijo Haymitch, que llevaba llorando desde que sacaron a Effie del paritorio, lo cuál nos tenía a Katniss y a mí aguantándonos la risa -. Pero han sido muchos años juntos, teníamos delante el amor… Y no lo veíamos.
-Ahora sí que tenéis delante el amor - Dije yo, cogiendo la pequeña manita de Simone y dándole un beso en el puño -. No dejo de fascinarme con el nacimiento de algo tan perfecto - Y no pude evitar mirar a Katniss, que se dio cuenta y vaciló.
-¿Me dejáis que la coja? - Preguntó Finnick, que había venido de visita con Annie y que ya tenía siete años.
-Claro, Finn, pero siéntate en esta silla y agárrala muy fuerte. Es muy pequeñita, cariño - Dijo Katniss, cogiendo a la niña de mis brazos y poniéndola en el regazo de Finnick.
Yo había seguido pidiéndole a Katniss que se replanteara su decisión de no ser madre, y más aún desde el embarazo de Effie. Había estado haciendo todo lo posible porque viese lo buen padre que yo sería, pero seguía negándose. Yo había escogido junto a Effie la decoración del cuarto de la niña, había incluso ido con ella y con Haymitch a las clases de preparación al parto - a pesar de que Katniss no daba crédito -, había leído los mismos libros sobre maternidad que Effie había leído, y había ayudado a escoger el nombre de su hija.
-Katniss… - Le repetía yo, una y otra vez.
-No, Peeta, y estás empezando a cansarme.
-¿Pero no has visto lo bien que cuido de Simone?
-Tú cuidas de Simone un rato, pero no cuando hay que levantarse a medianoche para dormirla o darle de comer, ni para cambiar pañales, ni para sufrir sus catarros.
-Pero lo haré con nuestros hijos.
-Peeta, basta. Basta ya, por favor.
Y así todos los días. Mi frustración crecía y crecía, pero le había cogido tal cariño a Simone durante el primer mes de su vida que de veras me sentía preparado para ser padre. En cuanto a lo demás, las elecciones generales volvieron a producirse y Paylor fue reelegida. Aquello no solo coincidió con el nacimiento de la hija de Haymitch y Effie, sino con que Katniss recibió otra llamada de la presidenta.
-Será por unas semanas, Peeta. Antes de empezar el curso.
-Me cuesta tanto separarme de ti…
-Es por una buena causa. Es por la Constitución, cariño - Decía, mientras sacaba ropa del armario y la metía en la maleta - Quiero ser parte de las personas que la redacten. Es algo histórico.
-Ya lo sé, pero… 
Se me acercó y me besó, haciéndome una caricia.
-Venga, anda. Oye, ¿has visto mi cepillo de dientes? Con todo esto del viaje no sé ni dónde tengo las cosas.
Entonces algo horrible se me pasó por la cabeza. Algo de lo que me arrepentiría toda mi vida.
-Creo que está en tu bolsa de aseo, en el piso de abajo.
-Vale, ahora vengo.
En cuanto salió por la puerta de nuestra habitación me lancé sobre su maleta y rápidamente encontré lo que buscaba. Me senté en el borde de la cama observando aquel pequeño envoltorio de plástico con minúsculas pastillas blancas en su interior. Por un momento me volví loco y pensé que si manipulaba los anticonceptivos de Katniss, como por ejemplo haciendo que se dejara atrás algunos, podría quedarse fácilmente embarazada. No sería tan mala idea, porque yo estaba convencido de que ella sería feliz como madre una vez que lo fuera. Aquella idea ruin desapareció de mi cabeza, me arrepentí por completo y me dispuse a dejar la bolsa donde la había encontrado, pero justo en ese momento Katniss entró a la habitación y me vio con ellos en la mano.
-¿Qué haces? - Me dijo, con su bolsa de aseo en la mano y una sonrisa en la boca.
-Nada - Dije yo, soltando la bolsa en la maleta. Pero se acercó y la sonrisa se le borró de la boca cuando vio lo que había cogido.
-¿Qué haces con mis pastillas, Peeta?
-No hago nada, Kat…
-¿Crees que soy tonta? Peeta, dime ahora mismo qué hacías con mis pastillas.
-¡Nada! - El corazón me latía a mil por hora. Había sido solo un pensamiento erróneo, pero había pagado la consecuencias - Las cogí para verlas, ya está.
-¿Para verlas? Peeta, estás… Obsesionado con que tengamos un hijo. No me cuela que te quedes a solas con mis pastillas y las cojas solo para mirarlas. ¿No estarías intentando quitármelas o algo? - Yo no sabía mentir, y menos a Katniss. Mi mirada me delató. Estrelló las pastillas dentro de la maleta.
-Estás loco. ¿Estabas intentando quitármelas para que me quede embarazada? ¿Pero qué te pasa?
-¡No me pasa nada, Katniss! Nunca lo hubiera hecho, solo fue una idea estúpida que…
-¿Qué? ¿O sea que tengo razón? Necesitas un psicólogo, Peeta. Estás obsesionado, ¿cómo pretendes que tenga un hijo con alguien así?
-Estás siendo muy cruel, Kat.
-¡No me llames Kat! Esta ha sido la gota que ha colmado el vaso. Mira, ¿sabes qué? Estaba pensando quedarme y no ir al Capitolio, pero creo que estás demasiado obsesionado conmigo.
-¿Qué? Eso no es verdad…
-¡Estás obsesionado, Peeta! ¡Te he dicho mil veces que no quiero tener un hijo! ¿Por qué no respetas mi decisión?
-¿Y por qué no respetas tú la mía? Mira, no es esta la manera en que quiero tener un hijo, robándote las pastillas, pero…
-¡Pues yo no quiero tener un hijo de ninguna forma! Si tantas ganas tienes, Peeta, quizá deberías buscar a otra mujer de la que enamorarte, porque conmigo no lo vas a tener, lo siento.
-Eres injusta.
-¿Quién gana de los dos, eh? ¡Si yo soy madre, tú ganas, pero si no lo soy, gano yo! Tenemos un grave problema, Peeta.
-¿Y cómo vamos a solucionarlo?
-No lo sé, pero creo que ha llegado el momento de hacerlo -. Cerró la maleta de golpe y se echó una bandolera al hombro.
-¿Cómo?
-Hemos terminado, Peeta. Se acabó. Me voy al Capitolio. Cuando vuelva decidiremos qué pasa con esta casa.
El mundo se me vino encima.
-¿Qué? ¿Pero qué dices? ¿Cómo vamos a dejarlo? ¡Katniss! - La perseguí escaleras abajo, pero salió por la puerta y me dejó completamente solo.

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