Durante el siguiente mes me centré de lleno en el pan. No solamente viajé al nuevo Capitolio para empezar a arreglar el tema de la escritura de propiedad, sino que además puse un anuncio en el Quemador buscando gente interesada en trabajar en las obras y también ayudando en la panadería una vez que estuviera reconstruida.
Para mi sorpresa, al día siguiente de poner el anuncio ya había gente interesada en los puestos de trabajo.
Frank, Oblay y Chris Lawrence, los tres hermanos y supervivientes del bombardeo del 12, además de que el segundo de ellos había sido compañero mío en la escuela primaria, se encargarían de las obras. Casualmente, acababan de empezar juntos un pequeño negocio para ayudar a reconstruir el distrito. Cuando les hablé de dinero, aceptaron una cantidad mucho menor que la que yo estaba dispuesto a ofrecer, a pesar de que iban a encargarse tanto de la contrata de mano de obra como de la compra de materiales. No hubo manera de convencerles de lo contrario, pero me prometí a mí mismo que les recompensaría enormemente.
Mientras hablaba con ellos algunos días más tarde sobre los planos, Delly se acercó sonriente a mí con una mujer que yo no conocía a su lado.
-¡Buenos días, Peeta! - Me saludó con una sonrisa y agitando la mano - Esta es mi prima Kate, llegó hace pocos días al distrito - La mujer, rubia y parecida a Delly, aunque algo más alta y delgada, me sonrió a modo de saludo.
-Sí, me hablaste de ella - Dije yo - ¿Qué os trae por las obras, Del?
-Trabajo - Respondió ella - Venimos a preguntarte si ya tienes a alguien para trabajar contigo en la panadería.
Yo abrí los ojos con sorpresa.
Y así fue como Delly y Kate - O como Haymitch empezó a apodarlas a las espaldas debido al suave y alegre acento que tenían y a lo afectuosas que eran, Delicate - se convirtieron en mis ayudantes panaderas, lo cuál me alegró mucho, porque pasar tiempo cerca de mi amiga me ayudaba mucho a no pensar en nada más.
No recibí la escritura de propiedad hasta varios meses después y para entonces mayo ya estaba bien entrado y la panadería lista, aunque no funcionando.
Yo había estado preparando nuevas recetas, y no había sido el único. Del nuevo Capitolio llegaban a cada momento más fuertes los rumores de que la democracia estaba a punto de caer sobre nuestras vidas. Es fácil recordar la primavera de aquel año, porque no se hablaba de otra cosa, y todo el mundo estaba alegre y lleno de optimismo. Además, Katniss cumplió veintiún años, y se comió a regañadientes la tarta de naranja y chocolate que le había preparado por sorpresa.
Delicate había dejado precioso el local de la panadería. No es que en otros tiempos no lo hubiera estado, pero ahora que ellas se habían empeñado en encargarse de la decoración, no había punto de comparación. Habíamos dejado el almacén el doble de grande y la parte delantera llena de bonitos expositores de cristal en los que yo había colocado las mejores tartas y los más apetitosos dulces. La cocina era de lo más moderno, en la habitación de al lado del almacén, aunque yo había preferido comprar un horno antiguo, por mi empeño en mantener el sabor casero del pan y los pasteles.
Además, arriba habíamos dejado un pequeño espacio en donde yo me sentaba a decorar las tartas y a guardar mis recetas.
Fue esto lo que, el día antes de abrir la panadería, me trajo de vuelta a Katniss.
-Vaya - Me dijo, entrando por la puerta mientras yo colocaba unas magdalenas en las nuevas bandejas. Me giré asustado. En cuanto la vi, no pude evitar sentir un escalofrío - Habéis dejado esto muy bonito.
-¡Katniss! Hola - Me puse nervioso. Llevaba mucho sin verla - No te esperaba.
-Obviamente - Sonrió ella - No habíamos quedado, ni nada.
Yo no dejaba de mirarla.
-¿Qué has estado haciendo? Hacía mucho que no nos veíamos.
-He estado en el bosque. Cazando. Me he mantenido ocupada este tiempo. Y bueno, tampoco es que haya salido mucho de mi casa.
Parecía que nuestra conversación aquel día en la cocina, cuando le dije que la quería, había quedado olvidada. No sabía si eso era bueno o malo.
-Ya veo...
-¿Pero sabes lo que hice, Peeta?
Yo negué con la cabeza.
-Visité a Annie. Su hijo ya tiene dos años y yo aún no le conocía. Y me dio esto.
Se metió una mano en el bolsillo y sacó un papel que me tendió. Era una fotografía de un niño recién nacido, precioso y de hermosos ojos verdes. Los ojos de Finnick.
-Guau - Sonreí yo, sin saber muy bien qué decir.
-Bueno, esa foto es de cuando nació - Dijo ella - Ya está mucho más grande. Se llama Finnick, como su padre.
Yo le devolví la foto y se la guardó.
-Me alegro de que hayas venido a enseñármela - Asentí yo, un poco distraído.
-No he venido solo a eso - Me sorprendió ella, acercándose.
-¿Entonces? - Pregunté - Bueno, sabes que eres bienvenida siempre, pero...
-He venido a darte las gracias, Peeta - Se puso seria, mirándome a los ojos.
Esos ojos grises suyos...