La Carta

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Volvimos a casa en silencio, sin mirarnos. Ruborizados y, al menos por mi parte, levitando de felicidad. Katniss y yo acabábamos de besarnos. No podía dejar de repetir esa frase en mi cabeza. Katniss y yo acabábamos de besarnos. ¿Por qué nos estábamos comportando así? ¿A qué se debía esa tensión entre nosotros? Nos habíamos besado antes, nos habíamos curado las heridas y hasta visto desnudos, en la Arena y también al nadar en el lago del bosque... Y ahora, por unos simples besos...
-Bueno... - Dijo finalmente ella. Habíamos llegado a la puerta de mi casa y no me había dado cuenta - Aquí estamos...
Yo no dejaba de sentir picores. Los nervios me estaban matando y Katniss me miraba a la clara espera de que dijera algo.
-¿Te ha gustado la película? - Fue lo primero que se me ocurrió.
-¡Sí! - Dijo ella, estirándose las mangas del jersey - ¿Y a ti?
-Mucho.
Otro silencio incómodo.
-Bueno... Me voy... Peeta - Dijo. Yo sentí un escalofrío.
-¿No quieres quedarte a cenar? Podríamos dormir esta vez en mi casa. Si quieres.
-Gracias, Peeta, pero... Estoy un poco cansada y creo que hoy no me va a costar mucho conciliar el sueño.
-Como quieras - Me resigné yo, sonriéndole.
-Buenas noches, Peeta.
-Buenas noches, Kat... Niss.
Y se fue.
Entré a mi casa, cerré la puerta y sin encender las luces corrí a mi habitación, me metí en la cama y me tapé con las sábanas. No podía borrar aquella sonrisa de mi cara. Ella, había sido ella quien me había besado. Ella. Sentía ganas de gritar, de saltar, de llorar. Una euforia interna parecía estar queriendo sacar de mí todo lo que había estado guardando dentro durante meses.
No me dormí hasta muy tarde y cuando amanecí estaba vestido, feliz, y muriéndome por volver a verla. Por mi cabeza no pasó la posibilidad de que estuviera haciéndome ilusiones para nada.
Desayuné y fui a buscar a Katniss a su casa. Solo estaba a quince metros de la mía, pero el camino se me hizo eterno.
Suspiré y llamé al timbre. Me abrió en pijama, descalza y con un papel en la mano. Un papel que escondió detrás de su espalda nada más verme.
-Hola, Peeta... - Era evidente que había pasado algo. No estaba cómoda. Después de lo del cine, yo esperaba una sonrisa radiante como la que en ese momento yo le estaba dedicando.
-Hola, Kat. ¿Puedo pasar, no? - Entré y me senté en un sillón.
-No me pillas en un buen momento ahora, Peeta...
-¿Qué pasa? ¿Te acababa de venir el periodo, o algo así? - Bromeé, riéndome con ganas.
Ella se ruborizó.
-No, no es eso, Peeta, es que...
-¿Estás bien?
-Sí. Voy a tirar este papel a la basura y ahora vengo.
Pero yo quería jugar. Me levanté a su paso y la cogí por la cintura.
-¿Qué haces Peeta? - Se enfadó - ¡Suéltame!
-A ver qué es ese papel, Kat - Dije yo, seguro de que no sería nada importante.
-¡No es asunto tuyo, Peeta! - Por fin logré cogerlo - ¡Dámelo, no hagas eso!
Pero yo ya lo tenía y ella, despeinada, roja y furiosa, no pudo evitar que lo leyera. Era una carta.

Querida Katniss:

Seguramente no querrás leer esto, pero me moría por escribirte. Me he enterado de que has estado un tiempo en el Capitolio y de que ahora has regresado al 12. Katniss... Quiero pedirte mil perdones por todo el daño que te he hecho. Eres la mejor amiga que nunca he tenido. Estoy en el distrito 2. Solo. Te echo mucho de menos. No olvido cuando nos besamos en el 13. Quiero que sepas que aún estoy loco por ti. Me encantaría tener la oportunidad de regresar a tu lado y empezar una vida juntos. Si todavía la tengo, respóndeme, Katniss, y enseguida estaré a tu lado. Siempre serás mi Catnip.
Te quiero.

Gale

La carta estaba manchada de lágrimas. Katniss se tapaba la cara con las manos.
-No sabía que también habías besado a Gale - Dije yo.
-Peeta...
-¿Sabes? Es cierto, es tu carta, no debí haberla leído. Malinterpreté nuestra confianza.
-¡Peeta! Déjame que te explique las cosas. Yo no...
-No me tienes que explicar nada. Eres libre de hacer lo que quieras.
-Peeta, no te puedes enfadar porque besara a Gale ni por esto. Tú y yo no somos nada.
La miré fijamente. Pareció arrepentirse automáticamente de sus palabras.
-Me alegro de que me lo hayas dejado claro. Me voy a mi casa.
-No, Peeta, espera, siento haber dicho eso. Peeta, tengo cosas que explicarte.
Yo hice una bola la carta, la tiré al suelo, pegué un portazo y me marché.

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