Diente de Leon

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Pasé mi vigésimo primer cumpleaños con Effie y Haymitch, comiendo la tarta de nata y fresas que yo mismo había preparado, e incluso recibí una carta de Katniss. La abrí con estrépito y emoción y la leí al menos cien veces aquel día. La carta tenía su aroma y me sorprendí yendo con ella a todas partes durante la siguiente semana.

Peeta:

¡Muchas felicidades por tus veintiún años! Iba a llamarte por teléfono, pero me pareció más bonito escribirte una carta, porque así la conservarás siempre. Espero que estés bien, yo me encuentro muy ocupada con el trabajo, pero al mismo tiempo muy satisfecha con la labor que estamos haciendo. Es tan diferente el Capitolio al distrito... Estoy alojada en un apartamento lleno de lujos, me sobran la comida y el dinero, incluso puedo cambiar de aspecto a mi antojo con solo pulsar un botón. No dejan de invitarme a fiestas y de interesarse por mí. La verdad es que me estoy divirtiendo bastante, pero echo de menos estar en casa.
Recibe un fuerte abrazo y recuerda que pronto iré a visitaros.

Muchos besos

Katniss

20/12/2136

PD: ¿Te va bien soportando a ese pesado de Buttercup?

Mis cuadros habían aumentado considerablemente desde que Katniss se había marchado al Capitolio. Sin ella, el tiempo se me hacía eterno, en especial las noches, y muchas de ellas las pasé encerrado en el estudio, desahogando mis pensamientos y evitando las crisis contra aquellos lienzos en blanco. Pinté muchísimo. Sin darme cuenta, la mayoría de las obras quedaron llenas de alegres y fuertes tonos verdes, su color favorito. Tuve la obsesión de pintar praderas, algunas con flores y otras sin ellas, pero solo en una nos pinté a nosotros, a Katniss y a mí, sentados mientras ella sostenía en la mano un diente de león.
A pesar de los esfuerzos, en una noche sufrí un episodio especialmente fuerte y rompí casi todos los cuadros. Solo sobrevivieron ese último y uno que plasmaba montones de coloridas prímulas, enormes, sobre pequeñas rosas blancas.
Después de aquella noche, dejó de apetecerme tanto pintar y me dediqué a observar el libro. Cuando quise darme cuenta, había dibujado a Beggard y a Michael, mis dos hermanos, como yo los recordaba. Con el pelo rubio y los ojos claros, como yo, aunque supiera que, en cuanto a la forma de ser, no teníamos nada que ver. A pesar de ello, los echaba mucho de menos.
Junto a ellos dibujé un sinsajo y otra prímula, y después a Katniss y a mí. La página quedó cubierta al completo. Me di cuenta de que me gustaban los dibujos de la prímulas, el sinsajo, ella y yo, así que los repetí en otra de las páginas, cuidadosamente. Tuve la sensación de que, juntos, significaban algo.
Así pasaron tres meses y medio, llegó la primavera y con ella, se incrementaron notablemente las llamadas telefónicas de Katniss a mi casa. No quise creer que me echaba de menos. No quería crear en mí falsas ilusiones.
Pero no tuve más remedio que crearlas cuando, una mañana de sábado, ella apareció en mi puerta.

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