-¿Sabes que no está bien escuchar detrás de las puertas? - me dijo Katniss, apareciendo por el salón justo después de que Gale desapareciera. Su expresión de rabia e impotencia me impuso. Parpadeé al mirarla.
-¿Cómo sabes que estaba ahí? - le pregunté, sonando tonto.
-No soy idiota, Peeta. Aunque algunas personas crean que sí - añadió, refiriéndose obviamente a Gale. Yo no sabía si era adecuado hablarle sobre lo que acababa de pasar, porque había sido verdaderamente extraño. Ella se sentó frente a mí y me miró a los ojos.
-¿Qué? - dije yo.
-¿Hasta dónde has escuchado? - me soltó.
Yo me sonrojé.
-Katniss, me asusté al escuchar que era él.
-¿Creías que iba a hacerme algo? Puedo defenderme sola, lo sabes. Todo Panem lo sabe.
Yo me sentí avergonzado.
-No. No pensé eso.
-Pues entonces pensaste mal. Sí que me ha hecho daño, y mucho más daño del que pudieran haberme hecho las flechas, los cuchillos o las pistolas. Y me ha hecho daño volver a verle.
Un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas, mientras hacía fuerza para contener el resto de su llanto.
-Si no quieres hablar de ello, no seré yo quien te presione para hacerlo. Pero si quieres hablar, yo te escucharé.
-Quiero almorzar. Sae no ha traído la comida hoy, porque yo le dije que no lo hiciera.
Yo me enfadé.
-¿Por qué hiciste eso?
-Porque quise - me miró fríamente - No te equivoques, Peeta, yo soy libre. Aunque me cueste recordarlo, por la falta de costumbre. Pero ahora tengo hambre.
-Te prepararé algo - dije yo. Ella me dio las gracias en silencio, con su mirada.
Después, mientras yo cortaba las verduras para un estofado, se acercó a mí por el lado izquierdo y apoyó las manos en la encimera de mármol, mirándome.
-Es que me da miedo no saber perdonar.
Esa frase me descolocó. Dejé el cuchillo sobre el mármol y por un momento pudimos escuchar a los gansos de Haymitch armar escándalo desde la otra calle. Katniss me miró un momento antes de bajar la mirada hacia el cuchillo. Estaba apesadumbrada.
-Kat, eres buena - le dije yo - Es normal que después de todo no seas capaz de perdonar y olvidar, pero lo harás con el tiempo.
-¿Cómo estás tan seguro? - me dijo ella, esperando a que le contestara que perdonar sería algo que finalmente todos haríamos.
-Pues porque si no quisieras perdonar a Gale, no estaríamos teniendo esta conversación - contesté, elocuentemente.
Ella se mantuvo pensativa.
-Se trata de perdonar a más gente - murmuró - A mi madre.
Yo suspiré.
-Pues empieza por perdonarte tú - le dije, continuando con las verduras - Y perdóname a mí también.
Me miró curiosa.
-¿A ti? ¿Por qué?
-Por quererte como te quiero - solté, directamente. Por un momento no supe si fue un acto producto de mi muto interno, que mezclaba mis sentimientos y me confundía, o una sincera declaración de amor. Ella se sentó en la mesa de la cocina y estuvo jugueteando con las servilletas de papel hasta que yo serví el almuerzo. Comió sin decir una palabra ni mirarme, y después subió a su habitación.
No volví a verla en varios días.Pasé ese tiempo en mi propia casa, reflexionando a ratos sobre la panadería, y el resto del tiempo pensando en Katniss. ¿Pero yo estaba enamorado de ella? ¿O solo le tenía un profundo cariño? Ni siquiera yo mismo me encontraba en condiciones de saber lo que sentía, pero creo que empezaba a vislumbrar la verdad.
Por el momento, fue en esos días cuando Katniss empezó a volver a valerse por sí misma, y su principal compañía, irónicamente empezó a ser Buttercup.
Yo me obligué a mí mismo a esforzarme por mi oficio. Al fin y al cabo, era el chico del pan.