No nos saludamos. Katniss se lanzó a mis brazos nada más verme. Yo cerré los ojos, enterrando la cara en su pelo oscuro, embriagado por su aroma a flores, el aroma de la Veta, del bosque, el que conservaba a pesar de llevar tanto tiempo lejos de casa. El sol de principios de abril ya pegaba fuerte y nos cubría con su calidez mientras yo sentía los nervios y la terrible emoción recorriéndome de arriba abajo. Katniss comenzó a llorar mientras deshacía nuestro abrazo y con ambas manos tocaba mi cara, acariciaba mi rostro, como si le costase creer que era yo, Peeta Mellark, el mismo, el que había pensado en ella todos los días desde que se fue, deseando con todo su corazón volver a abrazarla. Y allí estaba. Katniss volvía a estar conmigo.
-Qué distinto estás - Terminó por decirme, mientras reía, aun con sus preciosos ojos ceniza bañados en lágrimas - Tienes barba - Dijo, tocándome la mejilla derecha.
-Solo un poco. Apenas se nota. Sin embargo, tú... - Yo no podía quitarle los ojos de encima. Su nuevo aspecto le favorecía enormemente, aunque yo no imaginaba que regresaría así. Se había cortado el pelo por encima del hombro, con las puntas curvas por debajo de la mandíbula y el flequillo ladeado.
-No es para tanto, ¿no? - Bromeó.
-Te queda genial - Dije yo. Volvimos a abrazarnos, tan fuerte que la elevé ligeramente en el aire, y en ese momento sentí el impulso de confesarle lo mucho que la quería y de besarnos allí mismo, esta vez para no parar.
Pero en lugar de eso, hice que pasara y la observé mientras me contaba entusiasmada lo feliz que estaba con el trabajo político para todo Panem, y la gran labor que Paylor estaba haciendo.
-Es un sueño, Peeta - Dijo, radiante - La libertad, la seguridad y las oportunidades para vivir... Lo estamos consiguiendo. Estoy tan feliz...
Yo no pude evitar hacer la inexorable pregunta.
-Y si estás tan feliz allí... ¿Por qué has vuelto? - Vi cómo su expresión se contraía en la seriedad - ¿Cuánto vas a quedarte?
Ella se mordió el labio inferior y me cogió una mano.
-No voy a volver, Peeta - Afirmó.
-¿Qué? - Yo no me podía creer lo que estaba oyendo.
-Pues eso. He dimitido. Quería volver a casa.
-Pero Kat...
Ella suspiró y quiso seguir hablando, pero llamaron al timbre y nos levantamos a abrir. Eran Effie y Haymitch,
que venían a saludarla, a abrazarla, a disfrutar de nuevo de su presencia.
-Qué guapa estás, querida - Le dijo Effie - Y ese vestuario, mucho más femenino - Dijo, haciendo referencia a sus pantalones grises y a su blusa rosa claro - Te favorece mucho.
-No creo que tarde en volver a la cazadora de piel y a las botas viejas. Ella es una 12 - Dijo Haymitch, revolviéndole el pelo.
Después, Katniss se marchó, seguida de un Buttercup que denotaba ganas de volver a verla, y quedé para ir a cenar con ella esa noche a su casa.
Me arreglé lo que pude y le llevé bollos de queso, sus favoritos. Me abrió la puerta con una media sonrisa e igual de bonita que siempre.
-Te he echado tanto de menos, Peeta - Me dijo, mientras cenábamos su adorado estofado de cordero con ciruelas secas.
-Y yo a ti. He continuado el libro.
-Me encantará verlo.
Cuando nos despedíamos, me tocó el hombro.
-Peeta... -Comenzó - Yo... He estado un poco sola este tiempo en el Capitolio y... Por una noche quisiera no sentirme así. ¿Quieres quedarte a dormir conmigo?
-Claro - Acepté yo - No es la primera vez que lo hago, Kat. Te ayudaré a sacar las mantas para el sofá.
-No, Peeta... Quiero que duermas conmigo. Que me abraces. En mi cama.
No sé a quién le costó más conciliar el sueño esa noche, pero volver a estar así con Katniss, como lo estábamos en el tren hacia el Vasallaje... Sintiendo su calor, su olor, su respiración tranquila y acompasada, velando su sueño, mientras acariciaba su suave cabello castaño y la luz de una lejana farola en la calle iluminaba sus suaves facciones tenuemente... Hizo que, por primera vez en mucho tiempo, sintiera ganas de que no volviera a amanecer.