Nael.
Mis llaves cayeron al piso cuando vi a Axel sentado sobre el capó de su auto, en el aparcamiento de mi empresa.
Me alegraba verlo, se ha portado muy bien conmigo y yo solo lo he dejado intrigado y no he querido quedar con él.
-¿Tan horrible soy? –frunció el ceño-. Señorita Laúz –esbozó una sonrisa llena de picardía.
No, no eres nada horrible al contrario. Levanté las llaves del suelo sin quitarle la mirada de encima.
Caminé hasta llegar a él y le estreché la mano derecha acompañado este acto por una sonrisa enorme en mi rostro.
-No... para nada, o bueno, tal vez –estaba nerviosa- lo que quiero decir... es que no esperaba que vinieras –mordí mi labio inferior, siempre lo hacía cuando estaba nerviosa. Él por su parte, me miraba atento y vi como su mirada se desviaba hacia mi boca.
-Creo que tenemos asuntos pendientes –tomó mi mano izquierda y me envolvió en un abrazo.
Eso me sorprendió mucho, pero se sentía tan bien estar envuelta en esos brazos fuertes.
-¿A qué viene esto? –pregunté mientras rodeaba su cuerpo bien trabajado con mis brazos.
De todos los lugares en el mundo, este era el mejor. Olía a una mezcla de perfume caro, brisa fresca y hombre seguro.
-Nael... -depositó un beso sobre la superficie de mi cabeza -¿Vas a seguir ocultando lo evidente? –me agarró los brazos y me separo ligeramente de él para que pueda observarlo a los ojos.
-No sé qué es lo evidente –susurré bajando la mirado y negando ligeramente con la cabeza.
Tomó mi mentón entre sus dedos y lo levantó, observé atentamente esos ojos azul intenso que tiene y el miraba los míos, depositó un casto beso sobre mis labios y luego volvimos a mirarnos, sonreí suavemente en acto de reflejo y estrechamos de nuevo nuestros labios en un beso más intenso. Pasó sus manos por mi cintura y una sensación del todo agradable recorrió todo mi cuerpo, yo subí las mías hasta envolver su cabello lacio entre mis dedos. Su lengua acarició mi labio superior y yo la mordisqueé.
-¡Ah! -exclamó sobre mis labios y nos separamos. Pasó su dedo índice sobre la punta de su lengua para comprobar si la había lastimado. Yo me limité a reír-. Oh... preciosa, esto lo vas a pagar – me agarró fuertemente del brazo y me volvió a besar.
-Para... -susurré sobre su boca y luego posé mis manos sobre su pecho poniendo distancia-. Estamos en un lugar público.
-Parece que eso no te importó hace un momento –me abrazó.
-No quiero tener problemas con la prensa... en estos días me han estado agobiando mucho pidiendo entrevistas sobre el estado de mi padre y de la empresa.
Los últimos días habían estado pidiendo entrevistas los periodistas las cuales me había negado rotundamente a responder. No me siento capaz de sacar mi vida privada al público. Por último ayer al llegar a casa me habían tomado fotos que ya estaban en los periódicos. Eso estaba llegando al límite de mi paciencia.
-Vaya... -pasó una mano por su cabello y luego me liberé de su agarre retrocediendo unos pasos-. ¿Cómo está tu padre?
-Sigue igual –suspiré y bajé la mirada.
Miré mi reloj y abrí mis ojos como platos, daban las seis y media P.M. ¡Joder! Las visitas a mi padre en el hospital duraban una hora y ya solo me quedaban treinta minutos.
-Tengo que irme –busqué las llaves de mi coche en mi bolso mientras caminaba en dirección a este.
-¿Te vas? –preguntó siguiéndome los pasos.
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Solo mía
RomansaNunca habría imaginado que la rutina que había establecido en mi vida cambiaría en menos de lo que dura en pestañeo. Un pestañeo, solo eso un pestañeo fue lo que destapó un mar de secretos y de sentimientos que jamás había experimentado de forma tan...