Capítulo 11

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Nael.

Mis llaves cayeron al piso cuando vi a Axel sentado sobre el capó de su auto, en el aparcamiento de mi empresa.

Me alegraba verlo, se ha portado muy bien conmigo y yo solo lo he dejado intrigado y no he querido quedar con él.

-¿Tan horrible soy? –frunció el ceño-. Señorita Laúz –esbozó una sonrisa llena de picardía.

No, no eres nada horrible al contrario. Levanté las llaves del suelo sin quitarle la mirada de encima.

Caminé hasta llegar a él y le estreché la mano derecha acompañado este acto por una sonrisa enorme en mi rostro.

-No... para nada, o bueno, tal vez –estaba nerviosa- lo que quiero decir... es que no esperaba que vinieras –mordí mi labio inferior, siempre lo hacía cuando estaba nerviosa. Él por su parte, me miraba atento y vi como su mirada se desviaba hacia mi boca.

-Creo que tenemos asuntos pendientes –tomó mi mano izquierda y me envolvió en un abrazo.

Eso me sorprendió mucho, pero se sentía tan bien estar envuelta en esos brazos fuertes.

-¿A qué viene esto? –pregunté mientras rodeaba su cuerpo bien trabajado con mis brazos.

De todos los lugares en el mundo, este era el mejor. Olía a una mezcla de perfume caro, brisa fresca y hombre seguro.

-Nael... -depositó un beso sobre la superficie de mi cabeza -¿Vas a seguir ocultando lo evidente? –me agarró los brazos y me separo ligeramente de él para que pueda observarlo a los ojos.

-No sé qué es lo evidente –susurré bajando la mirado y negando ligeramente con la cabeza.

Tomó mi mentón entre sus dedos y lo levantó, observé atentamente esos ojos azul intenso que tiene y el miraba los míos, depositó un casto beso sobre mis labios y luego volvimos a mirarnos, sonreí suavemente en acto de reflejo y estrechamos de nuevo nuestros labios en un beso más intenso. Pasó sus manos por mi cintura y una sensación del todo agradable recorrió todo mi cuerpo, yo subí las mías hasta envolver su cabello lacio entre mis dedos. Su lengua acarició mi labio superior y yo la mordisqueé.

-¡Ah! -exclamó sobre mis labios y nos separamos. Pasó su dedo índice sobre la punta de su lengua para comprobar si la había lastimado. Yo me limité a reír-. Oh... preciosa, esto lo vas a pagar – me agarró fuertemente del brazo y me volvió a besar.

-Para... -susurré sobre su boca y luego posé mis manos sobre su pecho poniendo distancia-. Estamos en un lugar público.

-Parece que eso no te importó hace un momento –me abrazó.

-No quiero tener problemas con la prensa... en estos días me han estado agobiando mucho pidiendo entrevistas sobre el estado de mi padre y de la empresa.

Los últimos días habían estado pidiendo entrevistas los periodistas las cuales me había negado rotundamente a responder. No me siento capaz de sacar mi vida privada al público. Por último ayer al llegar a casa me habían tomado fotos que ya estaban en los periódicos. Eso estaba llegando al límite de mi paciencia.

-Vaya... -pasó una mano por su cabello y luego me liberé de su agarre retrocediendo unos pasos-. ¿Cómo está tu padre?

-Sigue igual –suspiré y bajé la mirada.

Miré mi reloj y abrí mis ojos como platos, daban las seis y media P.M. ¡Joder! Las visitas a mi padre en el hospital duraban una hora y ya solo me quedaban treinta minutos.

-Tengo que irme –busqué las llaves de mi coche en mi bolso mientras caminaba en dirección a este.

-¿Te vas? –preguntó siguiéndome los pasos.

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